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Tribuna:Historias de fin de siglo
Tribuna
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El gran proxeneta

Manuel Vicent

En las largas bancadas de la fiesta, enjaezadas con guirnaldas, centros florales y servilletas rojas en forma de conejito dentro de las copas, podían verse algunas caras conocidas del comercio carnal. Allí estaba doña Luz Divina, alias la Familiar, especialista en supernumerarios, clérigos y demás fauna del mundo de los castos. Esta madama recibe a los clientes con bata acolchada, rulos y mascarilla hidratante. Tarifa, 10.000 pesetas. Despacha en el castre a la visita en un cuarto de hora siguiendo el método de la clásica ama de casa. Después, si hay propina, manda llamar a las dos nietas de la portera, que ofrecen al usuario el batín y las. zapatillas, lo sientan frente al televisor y le llaman papá, mientras doña Luz Divina le sirve una tortilla a la francesa con una cerveza El Águila, bosteza y hace ganchillo a s u lado contemplando un programa didáctico, del tipo Más vale prevenir. También se agitaban con grititos en la reunión las Hermanitas Iberia, cuyo nombre se debe a que trabajan el puente aéreo como aquella ministra de Cultura de Uganda acusada por Amín Dadá de haberse beneficiado a un rostro pálido en los retretes del aeropuerto de París. Esta pareja, ambas a dos, remedia a los ejecutivos recién aterrizados en Barajas con rápido y esmerado servicio de pie en el excusado, previo pago de un par de talegos. Cerca de ellas, envuelta en gasas azules, se encontraba una anciana meretriz acompañada de su chulo de toda la vida, antiguo burlanga del garito de Bellas Artes, ahora convertido en industrial confitero, experto en azucarillos, con establecimiento en la calle de San Onofre. En el salón de bodas y bautizos hervía un jolgorio de mariquitas recaderos, guardaespaldas de gimnasio, rubias masajistas y putas de piscina. Las viejas glorias se abrazaban por encima del montado de espárragos.-Remedios, cariño, ¿que tal?

-Hija, ya ves, aquí.

¿Te diviertes?

-Esto es de cine. Habría que repetirlo todos los años. ¿Crees que vendrá el amo?

-Me extraña mucho.

-Por ahí dicen que llegará a los postres. Remedios la Murciana, que en los carteles de lucha libre femenina de la pasada década se hacía anunciar como La Gran Reme, Fuerte Encajadora, vive aún de recibir leña de los sádicos. Antes de acostarse con un prójimo exige una garantía en metálico por desperfectos, que luego cobra en el seguro por centímetros cuadrados de tiritas. La han echado de varias sociedades médicas y ahora anda rondando la mutua de la Sociedad de Autores con un novio suministrador del bar de La Latina que le ha escrito un libreto picante para una revista musical. Al almuerzo de onomástica del gran proxeneta había acudido igualmente el conjunto Omiango, formado por cuatro negras guineanas color zapato de camarero. Estas cichas se han hecho en una subasta de Hijos de Humberto Cornejo con un saldo de uniformes que va desde fiscal de la Audiencia de Santa Isabel a oficial de la guardia, pasando por los hábitos de misionero, trajes de marino mercante o de guerra, aduanero de gala o de faena. En un piso de la calle de Orense realizan un número erótico para degustadores exóticos y nostálgicos de la colonia. Sientan al parroquiano, luciendo esos arreos en un sillón Emmanuelle y ellas se acicalan con pareos y sedas chillonas. Con humildad de esclavas se arrodillan en la moqueta con un catón en la mano, elevan los ojos dulcemente y se ponen a cantar esta nada: "Duerme, negrita; / se te salen los pies de la camita, / y la negra Mercedes / ya no sabe lo que va a hacer". Cuando el cliente está a punto de alcanzar el clímax, de pronto las guineanas se rebelan, se encaraman en la columna del saloncito emitiendo alaridos de selva virgen y luego se abalanzan sobre el sujeto y comienzan a darle bocados tremendos en las pantorrillas.

Durante el aperitivo de esta celebración de hermandad algunos inquietos arrojaban ya serpentinas y el recinto abigarrado de luces de bisutería y joyas falsas olía profundamente a perfume dulzón. Entre las mesas del festín deambulaban fabricantes o corredores de material de sex shop tratando de formalizar pedidos de elixires, ungüentos, cueros, látigos, gomas, vídeos y bragas con cabeza de gato, preservativos de castigo. o con cresta de gallo. Pero corría un rumor incierto. Nadie sabía si el patriarca, que había pagado el banquete, se dignaría bajar de las esferas para departir un rato con los suyos. La guardia de este alto caporal, vestida de gris marengo en la cabecera con un clavel en la solapa, tampoco tenía la respuesta. Una loncha de jamón de York, una lámina de queso, dos rodajas de salchichón o de mortadela, una bola de ensaladilla y un espárrago con una eyaculación de salsa mahonesa en la punta componían el plato de entremeses, y los invitados, bajo un tintineo general de tenedores, se cernían sobre él sin que dejaran de sonar risotadas.

-Daría cualquier cosa por saber cómo es.

-Aquí hay alguien que lo ha visto.

-¿Quién?

-Poldín, el primo de la Reme, que es perito en informática.

-¡¡Poldín!! Vente para acá. Éstos dicen que tú has conocido al amo.

-Una vez.

-Dinos cómo es.

-No sé. Tiene la majestad de un rey con dos astas en la frente. Lo acababan de operar de próstata y estaba sentado en una silla de ruedas. Le instalé un aparato en su despacho y lo miraba todo con ojos muy tiernos. Me llamó hijo.

El marica Poldín, primo de la Reme, natural de Yecla y perito en informática, vende computadoras caseras para salas de masajes y prostíbulos de alto rango. El encargado puede registrar en ellas una memoria con todos los gustos, exigencias y manías de los clientes. Con sólo apretar un botón se sabe que don Cristino el notario suele pagar una cantidad extra sí le pellizcan las tetillas con dos pinzas de colgar ropa durante el acto de amor o que cierto subsecretario prefiere verse sodomizado por una pluma estilográfica. Estas máquinas resultan muy prácticas, aunque también son capaces de contestar a cuestiones filosóficas o de interés histórico. Algunas llevan incorporado un banco de datos con la cuenta B del franquismo o incluso de la etapa anterior. Cuandouno pulsa las teclas debidas se halla respuesta exacta a enigmas de esta clase: ¿tenía querida Millán Astray? ¿Cómo se llamaba la corista que estaba liada con el general Primo de Rivera? ¿Tenía algo que ver Eijo y Garay con una coja que iba mucho al frontón Recoletos? ¿Es cierto que un bastardo de Alfonso XIII fue conductor de autobús de la Empresa Municipal de Transportes? El marica Poldín también era representante o comisionista de aparatos buscapersonas. Las chicas de alquiler llevan ahora en el bolsillo un pequeño ingenio conectado con el puesto de mando que les permite una gran movilidad dentro de un radio de acción de 25 kilómetros. Ellas pueden estar en el bingo o en la piscina y de pronto el cacharro comienza a emitir señales de walkie-talkie.

-Pi, Pi, Pi, Pi.

-Sí.

-¿Vanessa? Aquí Mayka.

-Te escucho.

-Acude al hotel Meliá Castilla. Habitación 611. Te espera un belga cariñoso. Paga con Visa.

En el salón de bodas y bautizos volaban ya los escalopes de ternera con patatas, y los comensales ataviados con colas flamígeras crepitaban de risa en tomo al dúo Bonnie and Clyde de Badajoz. Esta pareja de maricones, uno de ellos antiguo viajante de perfumería y otro dependiente liberado de ultramarinos, ejecuta un número excitante en un ático del barrio de Prosperidad. Entre los dos cogen al cliente en el sofá cama, lo acarician hasta el punto álgido y en el momento del orgasmo un equipo estereofónico suelta un ruido atronador de disparos de metralleta, sirenas de ambulancia o de policía y frenazos o estacazos de coche. En la bulliciosa fiesta onomástica del gran proxeneta, rebosante de cintas, puntillas, gasas de colores, tintes y perfumes, estaban representadas todas las modalidades del sexo, desde la dama de cejas muy finas que regenta una organización de pupilas motorizadas con servicio a domicilio las 24 horas del día hasta la humilde sirvienta de Onán que trabaja en las últimas butacas del cine Carretas o entre los taquillones de libros de lance de la cuesta de Moyano a precios de Tebaja. Se veía a la puta Pegaso que hace la carrera en taxi cazando peatones para llevarlos a un descampado y a viejas rameras que cubren las puertas de parques públicos y la Casa de Campo. No todos presumen de tener una parroquia de ilustres abonados como esta gobernanta de vía dura, que ahora eleva la copa en medio sarao hasta sus labios crueles. Esta señora recibe en su apartamento a ex ministros, gente de suprema abogacía, agentes de Bolsa, economistas del Estado y sujetos de ahí para arriba. Ella dice que son muy candorosos. Los viste de Lilián de Celis con medias color humo con costuras, zapatos de tacón de aguja, figuero carmesí, peluca y corpífio de seda. Equipada con botas altas, muñequeras de cuero con púas, correajes de oficial nazi y capuchón de verdugo medieval, la gobernanta comienza a sacudirles latigazos en las mantecas para dejarlos bien flambeados y entonces puede contemplarse la visión de famosos personajes de la política o de la jurisprudencia arrastrándose por el suelo como el conde de Montecristo entre gritos de placer lastimero.

Otras chicas de este salón dé bodas y bautizos cultivan la libido de intelectuales raritos y profesores de universidad, filósofos nuevos y eruditos en lenguas muertas. Una rubia oxigenada en el papel de ingenua malvada, con gafitas de empollona de COU, los pone desnudos, de rodillas cara a la pared, con orejas de burro, los brazos en cruz y un diccionario en cada mano. Había acudido también al homenaje la última promoción de conéjitas de club y algunas especialistas en masajes malignos. La novedad en esta materia consiste en meter al voluntario en un cuarto de baño cuyas cuatro paredes alicatadas proyectan potentísimos chorros a presión de agua hirviendo que a continuación pasa a una temperatura bajo cero. Vídeos pornográficos con felaciones atómicas, inhaladores de gases emanados de la boca de la diosa Siva o genio del mal, sillas de montar, bocados de caballo que el amante debe ponerse en las fauces antes de ser cabalgado por una sádica portuguesa, todo eso se vendía al por mayor en la gran festividad del proxeneta anónimo. En las bancadas enjaezadas de guirnaldas y búcaros con dalias estaban sentadas las viejas glorias del amor dulce o patibulario acompañadas de los nombres eróticos de la mitología. Karen, Sandra, Olivía, Venus Caribeña, Alex, Orquídea, Erika, Vanessa y un grupo de infantes chaperos que hacen la carrera en el paseo de la Castellana junto al Ministerio del Ejército.

-¿Crees que vendrá?

-Vete a saber.

-Sería un detalle. Todo el mundo lo ama.

-Es nuestro padre.

En el instante de los postres, copa de helado con galleta, café y licores variados, se produjo de pronto un gran revuelo. Todos los comensales comenzaron a gritar de júbilo bajo una lluvia de serpentinas y globos de colores. Una enfermera diplomada traía sentado, en una silla de ruedas a un viejo minotauro ciego con dos cuernos que le brotaban de las sienes. El guardián de este laberinto fue elevado a la presidencia y entonces se produjo un profundo silencio.

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Sobre la firma

Manuel Vicent
Escritor y periodista. Ganador, entre otros, de los premios de novela Alfaguara y Nadal. Como periodista empezó en el diario 'Madrid' y las revistas 'Hermano Lobo' y 'Triunfo'. Se incorporó a EL PAÍS como cronista parlamentario. Desde entonces ha publicado artículos, crónicas de viajes, reportajes y daguerrotipos de diferentes personalidades.

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