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Muere el autor de "España, un enigma histórico"

Los combates por la libertad

La triste noticia del fallecimiento de don Claudio Sánchez Albornoz es otro de los mazazos que recibe, por el incontenible paso del tiempo, la generación de gigantes que dominó la vida cultural española del primer tercio del siglo. Ahora ha desaparecido el Néstor de los historiadores españoles y uno de aquellos intelectuales de cuerpo entero que no esquivaron el compromiso político. A diferencia de otros, sin embargo, se ha extinguido rodeado del respeto, de la admiración y de los honores de la España democrática.El profesor Sánchez Albornoz, catedrático de la Universidad Central y de la Universidad de Buenos Aires, ha podido ver triunfar sus afanes de reconciliación de los españoles en la democracia. Otras figuras señeras que se cruzaron en su trayectoria (Salvador de Madariaga, Luis Jiménez de Asúa, etcétera) sólo llegaron a atisbarla o fallecieron antes de que se produjera la eclosión de la libertad.

Ha desaparecido un hombre que en las postrimerías de la dictadura primorriverista destacó en la aproximación entre intelectuales catalanes y castellanos, que combatió la versión derechizante de la aguada ley de Reforma Agraria de la República, que dirigió en dos ocasiones la política exterior de esta última y que hubo de apurar los acíbares de la humillación al frente de la Embajada en Lisboa cuando el régimen salazarista no disimulaba ya su apoyo activo a los sublevados del 18 de julio. Son hitos éstos de una vida en el siglo, en sintonía con los graves problemas de su tiempo, adelantándose en ocasiones a ellos como cuando, por ejemplo, participó en el comité español de ayuda a las víctimas del nacionalsocialismo en los momentos en que éste iniciaba su ominosa andadura desde el poder.

En la cultura, en la política interna e internacional, en la oposición al fascismo triunfante en la Europa de los años treinta, en el exilio -desgraciadamente, durante muchos años-, don Claudio Sánchez Albornoz, republicano de pro, mantuvo siempre un compromiso sin fisuras ni fallas. En esta apresurada necrología tal es la dimensión que he de destacar.

Tuvo momentos de brega: del 28 de febrero de 1962 al 28 de febrero de 1971, Sánchez Albornoz rigió los destinos del Gobierno de la República en el exilio, institución fantasmal si se quiere, comparada con el poderoso despliegue de medios de coacción que podía poner en práctica el anterior régimen en la España del desarrollismo, pero que permitió mantener enhiesto el prestigio moral del republicanismo histórico.

Tuvo momentos de gloria: Sánchez Albornoz desgranó su pensamiento político en una serie de mensajes al pueblo español. Casi todos ellos transpiran una voluntad resuelta de reconciliación y de paz, en un clima de libertad y de tolerancia, de defensa limpia y sin tapujos de la imperiosa necesidad de consultar abiertamente la voluntad popular, entonces llamada a manifestarse en oscuros referendos.

Tuvo momentos de esperanza: a finales de los años sesenta, la oposición contra el régim, en de los más variopintos sectores le había hecho prorrumpir estas palabras de júbilo: "Era hora de que se llegara en nuestra patria a la concordia, en libertad y para la libertad, de quienes están llamados a dirigir la vida hispana en un futuro inmediato". Y señalaba premonitoriamente: "La democracia ofrece riesgos. Son mayores los que acumula la tiranía. ¡Adelante!".

Pero también tuvo que encajar numerosas desilusiones: "Los grupos de presión del interior", diría, "han podido comprobar que ha llegado la hora de buscar una solución al problema de España. No hay otra que la reconciliación de los españoles en un régimen de libertad, parejo del que gozan los otros pueblos de la Europa occidental, respetuoso de todas las ideas y de todos los intereses. Saben que España necesita entrar en el Mercado Común Europeo, saben que el régimen que hoy desgobiema nuestra patria no entrará jamás en él...". Escribía esto en julio de 1962. Hubo de esperar 15 años más para comprobar que en España se iniciaba el camino hacia el punto de no retorno.

En los años sesenta, el franquismo amplió su base legitimatoria al socaire de los triunfos económicos y de una posición internacional más despejada. Desde el exilio, don Claudio Sánchez Albornoz exclamaría, dolorido: "¿Cuál va a ser la actitud de los gobiernos? ¿Cuándo van a darse cuenta de que el declinante Estado policiaco de España no sólo constituye un sonrojante lastre para Occidente, sino un cáncer peligroso?".

Al intelectual de una pieza le obsesionaba la idea de anticiparse a los acontecimientos: la noción de la absoluta necesidad de encauzar pacíficamente un cambio decisivo para la vida de España por caminos de libertad y de reconciliación no le abandonó nunca. Debió esperar mientras continuaba escribiendo.

A caballo entre Buenos Aires y París, observaba que el mundo se transformaba rápidamente y que en el del futuro España podía ser "un factor importante en la dinámica política de Europa ( ... ) si podemos discurrir libremente, discutir en paz nuestros problemas, avanzar hacia el mañana social".

Creyó que la forma de Gobierno republicano sería el mecanismo lógico para impulsar dicho proceso: vivió lo suficiente, él, gran historiador, para comprobar gozoso que hay evaluaciones histórico-políticas que no se cumplen, pero que los resultados de otras alternativas no dejan de ser menos armoniosos.

Una vida, pues, en su siglo: en el pensamiento y en la acción, en la reflexión científica y en la lucha política, en la desilusión y en la esperanza de un mañana radiante. Todo ello incrustado en una inacabable lucha en favor de la libertad: tal es la lectura que parece impresdindible incorporar a una vida apagada cuando todos nosotros, entristecidos, nos hemos hecho más pobres tras su falta.

Ángel Viñas es historiador.

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