Un mes de confusión
La estancia de Gerald Brenan en el asilo londínense se convirfió en una verdadera ceremonia de confusiones. La mas grave, sin duda, fue la que pudo sentir el escritor, que, a sus 90 años, asistía con perplejidad al escándalo organizado en torno a él. Debía decidir algo fundamental para su vida, o volver o quedarse, una opción dramática para alguien que, como él, se encuentra preso de las propias limitaciones de su cuerpo, de su longevidad, de su incapacitación física. El mundo se agitaba con su caso, y mientras tanto en Londres llovía mansamente sobre la residencia que acogía a Brenan. En Málaga, sus amigos no sabían a ciencia cierta el estado de ánimo de don Geraldo. Ken Brown, director de Lookout, pidió al conocido escritor David Mitchell que fuera a visitar a don Geraldo al asilo, y que le escribiera informando de sus deseos. "Brenan me dijo que Lars y Lynda habían sido muy bueno con él durante cinco años", escribió Mitchell, "y que el deseo de los dos había sido que este arreglo fuera el mejor para él. 'Pero no ha sido así', me añadió Brenan, 'y creo que estarían dispuestos a recibirme de nuevo cuando sepan que el experimento no ha tenido éxito". Don Geraldo languidecía, sí, quería volver. Lo que mas le extrañaba es que Lynda y Lars no le llamaran por teléfono ni le escribieran. Desde Alhaurín, Lynda y Lars, angustiados y furiosos por la campaña de prensa, consideraban que los periodistas estaban confundiendo y molestando al anciano y que había que esperar a que Brenan recuperara la paz para que pudiera comprobar sí de verdad no se adaptaba a la residencia: "Y si no se adapta le traeremos, desde luego que le traeremos".
Babelia
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