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Tribuna:Retorno del autor de 'El laberinto español'
Tribuna
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La tierra del hispanista

Nacido en 1894 en la isla de Malta, donde su padre se encontraba destinado como oficial del Ejército imperial británico, Gerald Brenan llegó a España en septiembre de 1919, cuando apenas contaba 25 años de edad, tras huir de la "sofocante vida y la rutina profesional" de la Inglaterra de su tiempo.Poco después, tras varios meses de viaje en busca de un lugar de su agrado donde fijar su residencia, el todavía aprendiz de escritor terminó por instalarse en Yegel, "uno de los pueblos más pobres entre los 80, aproximadamente, que tachonan esa remota región de la provincia de Granada que se conoce con el nombre de la Alpujarra", cuya geografía, historia, gente y costumbres tan magistralmente describió y universalizó años más tarde en su libro South from Granada (Al sur de Granada).

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Cuando Gerald Brenan vivió en esta bella y abrupta comarca en los años veinte, rebautizado ya por los lugareños como don Gerardo, la civilización no solía asomarse por su casa más que de tarde en tarde, con las escasas y dificultosas visitas que hasta alli llegaban a lomos de caballería, entre ellas las de algunos de los más importantes personajes de la vida literaria y artística de la Inglaterra de la época, desde Lytton Strachey hasta la propia Virginia Woolf, pasando por Roger Fry, su mejor amigo, Ralph Partridge, y el gran amor de su vida, Dora Carrington.

El paisaje alpujarreño

Al cabo de varias décadas, una vez instalado definitivamente en la localidad malagueña de Alhaurín el Grande, donde fijó su residencia tras la muerte de su esposa, la poetisa norteamericana Gamel Woosley, Brenan regresó a la Alpujarra a principios de los años setenta, invitado por un amigo que vive en Capileira, y de nuevo la belleza del paisaje alpujarreño, con los pueblos blancos colgados escalonadamente de la cornisa sur de sierra Nevada, le ganó la voluntad y el deseo de tener en tan singular comarca un sitio propio donde descansar los veranos.

Así fue cómo se decidió a buscar una nueva casa en la zona, trasladándose esta vez por sus estrechas y empinadas carreteras a lomos de los caballos de vapor del viejo 600 con el que el escritor había incluso llegado al oeste de Turquía en compañía de la que él llama sobrina y ha nombrado heredera de sus escasos bienes, la joven poetisa inglesa Lynda Nicholson. Y así fue cómo compró su segunda y más modesta casa de Mecina-Fondales, donde actualmente intercambia sus estancias alpujarreñas en los veranos con su residencia habitual alhaurina durante el resto del año.

Lo cierto es que Brenan ha pasado más de la mitad de su vida en Andalucía, que ha sido para el escritor universidad y hogar al mismo tiempo. Una tierra donde él llegó en plena juventud, buscándose a sí mismo, y con el ánimo de llegar a ser poeta en plan autodidacta, y que no tardó en adoptar como propia para el resto de su vida. Una tierra que no ha regateado esfuerzos para demostrarle su cariño en todo momento en agradecimiento a la labor desarrollada por el hispanista en pro del mejor conocimiento de su historia y sus costumbres. Una tierra, en definitiva, que ha terminado por considerar al ilustre anciano como andaluz universal. El ambiente y los propios andaluces, su espíritu artístico, según dijo él mismo en distintas ocasiones a este corresponsal, fueron las razones determinantes para que Brenan se decidiera a quedarse de forma definitiva en Andalucía. "La gente aquí", manifestó el escritor, "tiene un sentido de la belleza que no puede sospecharse cuando se viene de Castilla. Y eso se ve en todo: en sus casas, en sus jardines, en las flores más increíbles que adornan sus balcones. Y en la limpieza de los pueblos, tan blancos. Y en el carácter de los andaluces, que hacen de esta una tierra muy viva. A mí me gustaría escribir un libro sobre todo esto, pero ya casi no tengo tiempo más que para esperar tranquilamente la muerte".

Ahora, por fin, gracias al empeño de la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía y al Ayuntamiento de Alhaurín el Grande, Gerald Brenan podrá ver cumplida su voluntad.

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