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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La burocracia truinfa en Moscú

DESDE LA reunión que tuvo lugar en Sofía en 1969, no había vuelto a celebrarse una cumbre del Comecon. Acaba de hacerse en Moscú con la participación de todos los máximos dirigentes, con la excepción significativa de Fidel Castro. Cuando es tan obvia la conveniencia, para el éxito del plan de Contadora, de distanciar los problemas de Centroamérica de la confrontación Este-Oeste, es lógico considerar esa ausencia como un medido gesto político. En 1969 se aprobaron planes grandiosos, encaminados a una planificación conjunta de las diversas economías, que iban a demostrar la superioridad de los métodos socialistas. Muy poco de tales planes se ha realizado. El Comecon tiene ahora problemas internos muy agudos: el descontento de varios países es manifiesto, y si no estalla públicamente es porque el sistema de censura encierra estas cuestiones en los despachos de los ministerios.De todos modos, la reunión que acaba de concluir en Moscú ha tenido, sobre todo, una motivación política. No cabe duda de que la URSS está acentuando los rasgos de cierre, de repliegue, en su política exterior. Después de la ruptura de las negociaciones de Ginebra, de la retirada de los Juegos Olímpicos, de la dureza con que intencionadamente ha tratado el caso Sajarov, Moscú ha querido hacer una demostración -respondiendo en cierto modo a la reunión de Londres- de que cuenta con el pleno apoyo de sus aliados. El documento sobre temas políticos reitera las posiciones conocidas de la URSS sobre los euromisiles y sobre temas en discusión en la Conferencia de Estocolmo. Probablemente, en las conversaciones previas que Ceaucescu tuvo en Moscú se le convenció de que retirase las reservas rumanas sobre algunos de esos problemas para poder dar una imagen de unidad. Sobresale la pesadez de las acusaciones de bloqueo económico lanzadas contra el mundo capitalista. El propósito de justificar con ello una actitud de repliegue es obvio, pero es bien sabido que cuestiones vitales de la economía soviética se resuelven gracias a los intercambios con Estados Unidos.

En cuanto a los problemas específicos del Comecon, han sido objeto de duras discusiones durante los tres días del encuentro de Moscú. El documento aprobado sobre cuestiones económicas refleja la preocupación básica de lograr, dentro del marco de dicho organismo, un grado mayor de coordinación -de especialización incluso- entre los diferentes países, de planificación conjunta. No se cierra el paso a la cooperación con Occidente -hay incluso frases que la preconizan-, pero la insistencia se pone en lo otro, en resolver los problemas dentro del conjunto dominado por la URSS. Ante el serio retraso tecnológico de las economías del Este -sin duda el problema más grave a largo plazo-, se destaca la necesidad de utilizar las reservas de capacidad tecnológica y de cooperación entre los países del Comecon como la forma más segura de avanzar. Sería absurdo negar que la URSS tiene un potencial tecnológico de primera calidad, en lo militar y en lo espacial; pero esa visión, más bien autárquica, que se trasluce en los documentos de Moscú choca con una tendencia objetiva en el mundo contemporáneo, recogida incluso en los documentos de Helsinski y de Madrid, de una cooperación cada vez más abierta en el terreno científico y tecnológico, por encima de las diferencias de sistema social. La orientación de la cumbre de Moscú puede no ser muy favorable para países como Hungría, Rumanía o la República Democrática Alemana, cuya política económica se ha venido desarrollando en un sentido de creciente cooperación con Occidente. De ello puede dimanar una agudización de contradicciones que eran ya perceptibles. Sobre la cuestión de las materias primas, y más concretamente del petróleo, los enfrentamientos han sido muy serios, y las frases, muy medidas y alambicadas, que aparecen en el documento no permiten saber exactamente cuáles han sido las concesiones de uno u otro lado. Es probable que la URSS haya aceptado aumentar ciertos suministros, lo que le habrá ayudado a lograr la imagen de unidad política que buscaba. Por otro lado, el sistema de precios va a flexibilizarse; pero, en cualquier caso, la dependencia de la URSS de los países del Comecon en la cuestión decisiva de la energía es un factor esencial de presión, incluso en temas políticos. Esa capacidad de presión no. ha disminuido.

Ciertos países del Este querían que se celebrase una cumbre del Comecon durante el período en que Andropov asumía la máxima dirección en la URSS. Esperaban que ello ayudase a introducir concepciones más modernas y pragmáticas, basadas en la eficacia y en la capacidad profesional, en un sentido semejante a las iniciativas que Andropov había empezado a tomar ante las deficiencias de la economía soviética. Con Chernenko, el clima no es el mismo: vuelven a predominar las rutinas de la burocracia. La retórica de los documentos aprobados en Moscú lo confirma.

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