_
_
_
_

El hispanista inglés Gerald Brenan quiere regresar a Andalucía "mejor mañana que dentro de una semana"

Soledad Gallego-Díaz

"Quiero que Linda o Lars vengan a buscarme y que me lleven otra vez a España". Gerald Brenan, recluido en una residencia de ancianos al norte de Londres, no tiene duda sobre lo que le apetece: quiere irse del Reino Unido y volver a su casa de Alhaurín el Grande o a cualquier otro lugar en Andalucía donde pueda recibir los cuidados que necesita a su elevada edad. Mejor mañana que dentro de una semana. Brenan ha pasado unos días acatarrado, pero ahora se encuentra mejor. "Me da miedo caerme y morirme aquí". Anteayer recibió a EL PAIS en el cenador de la residencia, con vistas a un hermoso jardín. Estaba aseado y lúcido, pero ansioso por conocer la fecha de su regreso.

Más información
El escritor busca el pasaporte de vuelta

Ha pasado un mes desde que Gerald Brenan llegó a Londres y todavía nadie ha podido explicar por qué abandonó Andalucía o por qué ingresó en una residencia de ancianos. Él parece confuso y en algunas ocasiones se muestra diplomático, como deseoso de no molestar a los amigos que le trajeron aquí. Su única familia legal la constituyen dos nietos -un hombre y una mujer- hijos de Miranda Brenan, que murió ya hace algunos años. Su nieto vive en Francia y, avisado por algunos amigos, acudió a visitarle hace pocos días: "Es un chico muy simpático. Dicen que se parece físicamente a mí". Brenan ha mantenido muy poco contacto con él y el joven no tomó ninguna decisión sobre el futuro de su abuelo. Todo está en manos de Linda Nicholson y Lars Pranger, dos amigos íntimos de Brenan que el escritor considera como su auténtica familia. "Sus hijos son mis nietos españoles" afirma.Linda Nicholson es una joven interesada en la literatura y cultura españolas, que un día llamó a su puerta, hace 14 años, y que se quedó para siempre con él. Brenan la presenta a veces como su sobrina aunque no tienen ninguna relación legal. Por encima de todo, el escritor siente un gran amor hacia ella y hacia el escultor sueco, Lars Pranger, con el que Linda se casó. La pareja y sus dos niños, de cinco y tres años, han vivido siempre con el anciano. "Lars es muy bueno. La ropa que llevo puesta", señala un pantalón de franela gris, "es de él. La mía se perdió no recuerdo muy bien cómo". Se queda pensando un rato y añade: "Linda no quiso casarse conmigo. Lo entiendo. Yo era muy mayor. Pero les quiero mucho a los dos".

Cosas del correo

Gerald Brenan está triste, sobre todo porque no ha recibido carta de ellos desde que llegó a Londres. Se le iluminan los ojos cuando le explico que el correo británico funciona mal desde hace semanas por culpa de una huelga: "Ah, entonces debe ser por eso. Sé que Linda ha estado muy ocupada porque los niños estaban enfermos"."Yo no tengo nada", añade, "la casa y los libros se los di a ella y luego acepté venir aquí. Pero no quiero quedarme". Linda Nicholson, hablando con amigos comunes, se ha quejado del tratamiento que la Prensa española está dando al caso Brenan. Al parecer, su idea es que el anciano se quede en Londres hasta el próximo mes de octubre. Pero probablemente Brenan no llegará a octubre si no vuelve antes a sentirse rodeado de amigos, de las personas que quiere y de los libros y pequeños objetos que constituyen su auténtico hogar. "Tiene usted razón. Esto deben ser sólo unas pequeñas vacaciones para ver a mis amigos ingleses. Pero no quiero que sean demasiado largas. Soy muy viejo para quedarme aquí varios meses. No quiero morirme en esta residencia". Brenan insiste en que no tiene dinero y en que depende del matrimonio Branger. Sus libros se siguen vendiendo y es él mismo quien paga su estancia en Londres.

La casa, Greenways, es hermosa y limpia y los encargados de cuidarle son personas competentes y serias. Sin embargo, hay otros ancianos en la residencia y los responsables comienzan a sentirse irritados por la continua presencia de periodistas, admiradores y amigos de uno de sus huéspedes. "Es un hombre muy mayor, sometido a una persecución. Tienen que dejarle tranquilo". Casi siempre que se llama por teléfono para preguntar si se puede ir a verle, la respuesta es negativa. Sólo queda presentarse sin previo aviso y llamar a la puerta. "Él está enfadado con tanta visita" explica una de las encargadas. No es cierto. Gerald Brenan recibe encantado a sus amigos y prefiere pasar las largas horas acompañado por sus propios visitantes que por los otros ancianos de la residencia.

Entre las personas que recibe con más gusto se encuentra el embajador de España en Londres, José J. Puig de la Bellacasa, que por propia iniciativa y sin que nadie, ni en Madrid ni en Andalucía, se haya dirigido a él, acude a charlar periódicamente con Brenan. El escritor se siente protegido cuando Puig de la Bellacasa le asegura que España no le olvida. Amigos británicos de Brenan se han puesto en contacto con el embajador para solicitarle apoyo. Ellos también piensan que Brenan tiene que volver cuanto antes a España. Puig de la Bellacasa ha enviado un informe al ministro de Asuntos Exteriores explicándole la situación.

Toda la cultura que va contigo te espera aquí.
Suscríbete

Babelia

Las novedades literarias analizadas por los mejores críticos en nuestro boletín semanal
RECÍBELO

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_