Viaje a Managua
EL VIAJE a Managua del secretario de Estado norteamericano, George Shultz, y su entrevista con el coordinador de la Junta sandinista, Daniel Ortega, tienen especial significación, aunque el portavoz de la Casa Blanca. haya dicho que no se trata ni de una nueva iniciativa ni de un cambio en la política de Estados Unidos en Centroamérica. Nos encontramos ante un paso serio que puede indicar un viraje de la política de Washington. En el último período la Administración Reagan había acentuado los aspectos más intervencionistas y militares de su política en Centroamérica: maniobras en Honduras; financiación y preparación por la CIA de grupos armados antisandinistas, calificados de "luchadores por la libertad" por el propio presidente Reagan; sabotaje económico; presión sobre diversos partidos nicaragüenses para que no participen en las elecciones convocadas para noviembre. Esta política de signo agresivo viene chocando con dificultades, interiores y exteriores, cada vez mayores. El Congreso de Washington ha puesto obstáculos a su realización. En el terreno, los grupos somocistas han recibido duros golpes, y el intento de la CIA de unificar el grupo de Edén Pastora con los somocistas ha chocado con dificultades insalvables. Todavía está sin aclarar el reciente atentado contra el Comandante Cero. En el plano internacional esa política suponía costos crecientes para Estados Unidos. Hace unas semanas, la sentencia del Tribunal Internacional de Justicia de La Haya daba la razón a Nicaragua. A nivel de opinión pública, las manifestaciones con las que el presidente Reagan ha sido acogido en Irlanda son elocuentes.El viaje de Shultz indica, por lo menos, el intento de abrir otra vía. En la entrevista que ha tenido con Daniel Ortega, las peticiones del secretario de Estado han sido básicamente dos: garantías de democracia en las elecciones convocadas y renuncia de Nicaragua a los asesores militares, "que representan la contradicción Este-Oeste". Las peticiones nicaragüenses se han centrado en la renuncia de Estados Unidos a realizar maniobras militares en la zona y a proseguir las operaciones llamadas encubiertas contra el régimen sandinista. Todas estas peticiones, tanto las de un lado como las de otro, entran de lleno en las propuestas fundamentales elaboradas por el grupo de Contadora para dar una solución pacífica a la crisis de Centroamérica. Parece como si Washington empezase a tomar en serio el papel de Contadora. Y es que, como dijo recientemente en España el presidente de Costa Rica, Luis Alberto Monge, "si cierra Contadora, es la guerra".
En ese orden, la elección de Napoleón Duarte como presidente de El Salvador puede abrir nuevas perspectivas. Reagan se ha comprometido muy directamente en el apoyo a Duarte, que podrá garantizar elimperio de la ley, el respeto de los derechos humanos y paralizar los grupos terroristas ultrarreaccionarios incrustados en el aparato estatal sólo si logra ensanchar considerablemente en la vida política de El Salvador el espacio de las fuerzas democráticas. Y esto es muy difícil llevarlo a cabo sin la negociación con la guerrilla, con el Frente Democrático Revolucionario. Tales negociaciones están ya planeadas gracias a la mediación del presidente de Costa Rica, Luis Alberto Monge. No parece dudoso que esta nueva evolución que puede abrirse en El Salvador haya sido uno de los estímulos que han decidido el viaje de Shultz a Managua para entrevistarse con Ortega.
De esa conversación, según lo que hasta ahora se sabe, ha salido la decisión de futuras entrevistas, para seguir discutiendo los diversos problemas, entre el embajador especial de Estados Unidos, Sclilaudemarin, y el viceministro nicaragüense, Tinoco; pero, además, la propuesta de Ortega de un encuentro suyo con Reagan, que éste, interrogado durante su viaje por Irlanda, no ha rechazado frontalmente. No cabe duda que tal entrevista daría a Reagan la ocasión de presentar una imagen dialogante, cosa particularmente importante para él en la presente etapa electoral. Pero significaría también un compromiso muy serio de Estados Unidos en el camino de la negociación con el poder sandinista. Aún es demasiado pronto para medir el alcance del encuentro Shultz-Ortega, pero indica a todas luces una apreciación más realista por parte de todos de las fuerzas en presencia en: Centroamérica. No hay solución para la zona sin los Estados Unidos, pero estos solos tampoco tienen todas la soluciones; y mucho menos si se empeñan en aplicar una política de fuerza.
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