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Tribuna
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Seriedad

Es evidente que como toda actividad que conjunta ciencia y arte, la fiesta de los toros está en permanente evolución, aun conservando como núcleo inalterable el toro bravo y los cánones del toreo. La ciencia como fundamento de la producción del toro, en donde la genética, la nutrición y la sanidad animal convergen en la responsabilidad del ganadero de reses bravas y el arte como respuesta del toreo a las exigencias que demanda el aficionado de todos los tiempos. Si comparamos una corrida de hoy con las de cualquier otra época advertiremos pronto la diferencia: del estoqueador, pasando por el lidiador y hasta el torero artista, se llega al estado actual, en donde el parar, templar y mandar ha llegado a cotas insospechadas.A la vez, el toro es otro: el toro ha pasado por fases de adaptación para su supervivencia, y así hubo que tolerar la falta de producción de los años cuarenta, en los que fue preciso rebajar el peso reglamentario. Tuvo una virtud: con aquel toro, al que había que tapar con más entrega y más arte, se inició el toreo en unos terrenos distintos y con un modo de hacer nuevo. Es obvio que el ganadero ha ido buscando en su cría la mercancía que le solicitaban en el mercado y, consecuentemente, ha dirigido la selección hacia el tipo de toro deseable.

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Confusión

Al propio tiempo, ha sido inevitable la humanización del festejo, y de los caballos descubiertos se ha llegado al peto impenetrable y a la realización de un tercio de varas francamente criticable. Obvio es también que la Administración en todo momento ha ido acoplando los reglamentos taurinos y la legislación a cada época y, aún más, a cada tiempo; pero, desde la promulgación del vigente Reglamento de Espectáculos Taurinos, no ha existido realmente una evolución de las normas legales a las necesidades del espectáculo y, aun siendo bueno el Reglamento, no hay duda de que no es adecuado a nuestros días y exige modificaciones más razonables que, recientemente, el Gobierno promete y que nunca llegan.

No es válido ni convence rememorar la historia, buscando explicaciones y culpabilidades, cuando nunca como hoy el aficionado y todos los intervinientes de la fiesta están tan confundidos. No es válido el protagonismo cuando se trata de explicar que por primera vez se toman medidas, porque medidas siguen sin tomarse ninguna. Así, continúan sin solución aspectos tan importantes como el reconocimiento de los toros, el tercio de varas, función y responsabilidad del director de lidia, drogado de los caballos, posibles fraudes, el dudoso uso de drogas en el toro, el real despuntado o afeitado, la metodología analítica en el descubrimiento de los fraudes, proceso sancionador y responsabilidades concretas de los distintos departamentos ministeriales que actualmente tienen competencia en la cría del toro y en los espectáculos, la ordenación y observancia de normas concretas en los encierros y festejos populares tradicionales o de promoción, la regulación y protección de las escuelas taurinas.

Por encima de todo ello, arbitrar un marco legal que estimule la producción del toro de lidia, preserve los caudeles genéricos como únicos en todo el mundo, dé el tratamiento específico a esta agrupación o raza, regule su transporte y trate de conservar, en su mayor pureza, con las evoluciones propias, una fiesta de tanto arraigo y tradición como es la de los toros. Siendo cierto que el destino de la fiesta es el pueblo, no es comprensible que, con este reconocimiento por parte de todos, no se le haya concedido el reconocimiento formal de sus valores culturales.

Patrimonio

En el último cuarto del siglo XX, y después de tanta palabra y tanta explicación, es incompresible que los Gobiernos no la hayan valorado en sus auténticos valores sociológicos y económicos y no hayan prestado el interés que demanda en cada uno de sus factores, intentando protegerla como patrimonio histórico y, sobre todo, económico y cultural.

En frase acertada de un gran hombre, la historia de España se ha hecho con el toro dentro, pero de ningún modo podemos compartir el criterio de utilizar la fiesta nacional y su destinatario, el pueblo, como mercado de votos.

La fiesta nacional es de todos y para todos, y sobran tribunas políticas, declaraciones propagandísticas y protagonistas, y debe de estar al margen de toda politización. Basta con saber qué es lo que hay que hacer y hacerlo.

Pablo Paños Martí es diputado por Cuenca del Grupo Parlamentario Popular.

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