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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Hombre o borrico

LAS SOSPECHAS sobre si los restos, apenas ocho centímetros de un cráneo, pertenezcan al llamado hombre de Orce o sean vestigios de un asno de cuatro a seis meses ha dinamizado en estos días una polémica insólita en la vida española. Seguramente el estado de indigencia de la investigación española no sería el que padecemos si tanto la sociedad como los políticos prestaran una atención menos aparatosa y más sostenida a los esfuerzos científicos.Lo que por parte del reducido grupo de paleontólogos españoles constituye un trabajo admirable, que ha desembocado, o no, en un hallazgo, espectacular, está sufriendo la amenaza de convertirse en una mascarada. Como se recordará, el resto de ese cráneo fue hallado el pasado año por un grupo de paleontólogos de Sabadell, en el yacimiento de Venta Micena, en el pueblo granadino de Orce. Los descubridores esperaron más de seis meses antes de hacer pública la noticia para avalar con opiniones de primeras eminencias internacionales el valor del hallazgo. De ser cierto que se trataba de un resto humano, supondría haber encontrado un fósil con una edad superior al millón de años y, en consecuencia, haber topado con el testimonio paleoantropológico más antiguo de Eurasia, por endina de los restos de Trinil, en la isla de Java, con 900.000 años. Con este motivo llegó a decirse que el hombre de Orce podría suponer una revolución en el estudio de la especie humana y un cambio en las teorías sobre la llegada de los primeros hombres a Europa.

Los dirigentes de la Junta de Andalucía no desaprovecharon la ocasión para traducir la ciencia a la política.

El hombre de Orce, se llegó a sugerir, sería una prueba más de la importancia de esa tierra como punto de llegada de civilización y crisol de razas. En el otoño de 1983 un expo-tren que, financiado por la Junta andaluza, recorrió España, llevaba, junto a los vinos y las artesanías de la comunidad autónoma, una exposición sobre el yacimiento del hombre de Orce, que supuso un gasto superior al millón de pesetas. Una cifra que, si no parece alta por sí sola, debe contrastarse con el medio millón en que se cifró la ayuda de la misma Junta a los descubridores.

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La suspensión del simposio que se tenía proyectado celebrar a finales de este mes en Granada para presentar a la comunidad científica internacional el hallazgo, ha sido motivada por las dudas sobre la condición équida u homínida del resto, pero tras esta convocatoria ha rondado también la política y cierta mezquina lucha entre escuelas. El simposio, al que estaban convocados unos 500 científicos de todo el mundo, llegó a plantearse con esta ambición por los afanes propagandísticos de la clase política. La rigurosidad científica y el buen hacer del grupo investigador les llevó a avisar, ellos mismos, de las dudas surgidas en tomo al cráneo y a solicitar el aplazamiento de la reunión internacional. El reposo que el estudio y la investigación requieren se acompasan mal con la agitación propagandística y con las necesidades de exclusivas de los medios de comunicación. Y quizá ésta sea la primera gran lección que el resto de Orce, sea hombre o asno, racional o bruto equino, nos da a los habitantes de esta Tierra milenios después de su existencia: la de que la ciencia necesita un acercamiento menos ruidoso y más responsable por parte de quienes nos administran. Cualquier voz o rebuzno de ese polémico fósil en tal sentido merecerá nuestro agradecimiento.

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