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Bodas de Plata de la era espacial: España no está ausente

Cuando se cumplen 25 años del comienzo de la denominada era espacial puede resultar útil, como señala el autor de este artículo, analizar las aportaciones más interesantes que ha proporcionado a la humanidad la carrera espacial, entre las que destacan las del terreno del conocimiento y la tecnología, las comunicaciones y la prospección remota de los recursos naturales. España, en la modesta medida de sus posibilidades, ha participado en esta carrera a través de sus conexiones con la Agencia Espacial Europea. Lo importante, según el autor, es que se ha establecido una conexión con esta agencia. El Estado deberá fomentar esta colaboración por el bien de este país.

Hace más o menos 25 años se inició la era espacial, y parece indicado dedicar un recuerdo a una etapa trascendental, en la que se han abierto las puertas a una nueva era llena de posibilidades para la ciencia y la tecnología. De la magnitud de esta empresa nos dan idea algunas cifras (referidas a Estados Unidos). En los momentos cumbre del proyecto Apolo (el proyecto más ambicioso en esta etapa) el presupuesto de la NASA (Administración Nacional para la Aeronáutica y el Espacio) ascendió a 5.250 millones de dólares (797.500.000.000 pesetas), el número de empleados era de 36.000 y el soporte humano exterior, ligado a las universidades y a la industria, podía cifrarse en 380.000 personas, que disponían de una infraestructura valorada en 4.000 millones de dólares (600.000 millones de pesetas).Hasta 1957, fecha de la puesta en órbita del Sputnik, primer satélite artificial de la tierra, lanzado por la Unión Soviética, el espacio era inmaculado; desde entonces hasta nuestros días un gran número de satélites, algunos de ellos construidos o lanzados por naciones europeas, han revolucionado nuestros conocimientos del universo y han promovido el desarrollo de una tecnología de vanguardia.

Dejando a un lado el hecho principal de que el proyecto Apolo colocó a la ingeniería de desarrollo en cotas muy altas, queremos resaltar otros aspectos que influyeron, tanto o más que los propios medios materiales, en el éxito de la empresa espacial. Se trata de la visión futurista de la NASA, en primer lugar sobre las ventajas que la conquista del espacio aportaría a otros campos ajenos al espacial, y en segundo sobre la labor que los centros estatales de investigación y las universidades podrían aportar, al tiempo que se beneficiarían de esta participación.

Apertura a la investigación espacial

Estas ideas fueron recogidas y valoradas en toda su amplitud, hasta el punto de que el Gobierno, consciente de su interés nacional, no dudó en facilitar los recursos necesarios para la puesta en marcha de la empresa. Se inicia así la carrera del espacio, se abren las universidades de par en par a miles de investigadores y se les dota con el equipamiento necesario. Esto se hace no sólo en aquellos centros idóneos con el tema, sino que se extiende sin limitaciones a todo el país, haciendo partícipes a todos los centros ligados al proceso educacional.

Por su parte, los propios centros sintonizan con la idea, cooperando con entusiasmo y aportando el mayor esfuerzo en la búsqueda de toda actividad que pueda tener alguna conexión con el programa espacial. Surgieron así muchas actividades científicas interdisciplinarias que atraían a las nuevas generaciones, donde encontraban toda clase de apoyo y estímulo para desarrollar su capacidad creadora.

Después de 25 años, las aportaciones de la era espacial en el campo del conocimiento y de la tecnología son inmensas. Recordemos, a modo de ejemplo, algunas de ellas en los campos de las comunicaciones y de la prospección remota.

En el campo de las comunicaciones, el lanzamiento del Sincom II, en julio de 1963, puso de manifiesto la factibilidad de las comunicaciones vía satélite en órbita geoestacionaria. El éxito de este satélite es tan espectacular que se adopta corno prototipo en el sistema de comunicaciones internaciónales Intelsat. Fruto de este éxito, es también el establecimiento de relaciones entre la NASA y las compañías comerciales de telecomunicación. Recordemos que tres años antes se habían inaugurado las comunicaciones vía satélite con el lanzamiento del Echo I un simple globo reflector que todo el mundo tuvo ocasión de ver pasearse majestuosamente en el espacio como una estrella pasajera.

En la actualidad, sólo 25 años después de iniciarse la era espacial, las comunicaciones intercontinentales vía satélite son una tecnología superada, en proceso de refinamiento para conseguir mejor calidad y mayor capacidad. Dos redes -Intelsat e Intersputnik- soportan fundamentalmente las comunicaciones intercontinentales. Este servicio está complementado por otros a nivel regional y doméstico.

Prospección de recursos naturales

Otro de los grandes logros de la era espacial lo constituye la prospección remota de recursos naturales mediante sensores de microondas a bordo de satélites artificiales.

La prospección remota más antigua es la fotografía, con más de 100 años de existencia. A pesar del espectacular desarrollo alcanzado en las últimas décadas, los sensores ópticos están condicionados a la existencia de luz; por tanto, son inefectivos ante la presencia de nubes y durante la noche. Por ello, si se desea una exploración remota de grandes extensiones y continua en el tiempo, hay que recurrir a otro tipo de sensor que no tenga las limitaciones anteriores.

El empleo de la radiación de microondas es la solución a este problema, ya que este tipo de radiación puede atravesar las nubes y la lluvia, medios que se comportan como transparentes a este tipo de radiación. A estas características hay que agregar su capacidad de penetración en el suelo hasta ciertas profundidades que dependen de sus características físicas y de la longitud de onda empleada.

El desarrollo y la utilización de sensores remotos en aplicaciones civiles empieza con el lanzamiento del Tiros I, en abril de 1960, que constituye el primer paso hacia los posteriores satélites meteorológicos de la década de los años setenta. Estos primeros satélites de la serie Landsat, equipados con sensores con fines experimentales y operacionales, pueden considerarse como los precursores de toda una amplia serie que pondría de manifiesto las grandes posibilidades de esta nueva herramienta para la prospección de los recursos naturales.

A nivel europeo la investigación espacial está centrada en la Agencia Espacial Europea (ESA), creada con la intención de poner en marcha un programa espacial europeo. Entre los frutos de esta investigación queremos citar, por su importancia, el lanzador Ariane y el Laboratorio Espacial, que constituye un ejemplo de cooperación internacional en la que España ha estado presente con experimentos proyectados por científicos españoles. Por otra parte, ESA desarrolla en la actualidad diversos programas científicos espaciales, de los que los sensores remotos constituyen una de sus pincipales inquietudes.

En lo que se refiere a la financiación de esta investigación, hay que señalar que cada una de las naciones europeas que integran la Agencia Espacial Europea aporta una cantidad que depende de varios factores. Sin entrar en detalles sobre la cuantía económica de esta aportación, está previsto que dicha cantidad retorne al país de origen para su empleo en investigación científica y tecnológica en los distintos programas de la agencia. Este retorno, en el mejor de los casos, debería ser igual a la aportación, lo que supone una participación óptima del país en cuestión. Ésta debe ser la meta de cada nación miembro, y ello por dos razones fundamentales: la primera porque sería la inversión económicamente óptima y la segunda porque ello supone que el nivel científico y tecnológico está equilibrado con los demás miembros.

Participación española

En el caso concreto de España, el citado retorno no ha sido siempre lo que cabría esperar, sino inferior al óptimo. Este hecho, analizado fríamente, podría ser motivo para que se cuestione si es o no rentable que España pertenezca a la Agencia Espacial Europea. A 25 años del nacimiento de la era espacial nadie pone en duda que España debe participar en el aprovechamiento científico y comercial del espacio. Lo que sí es cuestionable es el nivel de nuestra participación en relación con el retorno óptimo.

Desde hace algunos años España colabora con la Agencia Espacial Europea en diversos programas científicos, fundamentalmente en el campo de los sensores remotos. En esta colaboración han participado el CSIC (Consejo Superior de Investigaciones Científicas), INTA, (Instituto Nacional de Técnicas Aeroespaciales), CASA (Construcciones Aeronáuticas, Sociedad Anónima), entre otros. Desde el punto de vista del CSIC, las dificultades más importantes han sido la falta de personal y la de medios materiales. Sin embargo, esta misma colaboración con ESA ha permitido actualizar el equipamiento de los laboratorios, haciendo al mismo tiempo más angustiosa la falta de personal.

Aunque los organismos citados han sido los que en España iniciaron y actualmente mantienen una colaboración más continuada con ESA, no han sido los únicos; otros grupos de las universidades y de la industria han participado y participan de los programas de investigación de la ESA.

Sin embargo, no es éste el momento de detallar los, grupos de trabajo conectados con la ESA, sino, lo que es más importante, recalcar que existe la conexión, que no fue fácil conseguirla y que lo que verdaderamente interesa es que la Administración sea consciente no sólo de que España debe participar en esta empresa espacial, sino que hay que fomentar esta colaboración, ya establecida, para que el retorno sea el que nos corresponde. Se ha dicho muchas veces que España perdió el tren en tal y tal empresa. Ahora es el caso de nuestra participación en la era espacial, en cuyo tren estamos subidos, aunque viajemos con billete de tercera.

es vicedirector del Instituto de Electrónica de Comunicaciones, del CSIC.

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