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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La 'guerra sucia'

LAS NOTICIAS de la zona fronteriza entre Nicaragua y Costa Rica, con la ocupación por Edén Pastora de San Juan del Norte, indican progresos de los grupos antisandinistas financiados y apoyados por los servicios norteamericanos. Es pronto aún para medir qué consecuencias van a tener esos acontecimientos; muchos comentarios, incluso en Washington, insisten en que no existe un peligro real para el Gobierno de Managua; pero se pueden extender los combates en diversas regiones y agravarse la situación de forma que se haga imposible la celebración de las elecciones decididas por las autoridades sandinistas para noviembre.En estos momentos la política de la Administración Reagan en Centroamérica está siendo objeto de una oposición extraordinaria en los círculos parlamentarios de Washington; incluso en zonas cercanas a la Casa Blanca. Concretamente, la colocación de minas en puertos nicaragüenses realizada por la CIA -y, según ciertas fuentes, con la autorización expresa de Ronald Reagan- ha sido condenada, por amplia mayoría, en sendas resoluciones del Senado y del Congreso; en éste, la votación fue de 281 votos contra 111, y 57 republicanos votaron contra la medida. Algunos senadores republicanos que han apoyado hasta ahora las operaciones de la CIA, como Goldwater, se acaban de pronunciar con energía en un sentido contrario. El senador Daniel P. Moynihan, vicepresidente del comité encargado de seguir los temas de inteligencia, ha dimitido de ese cargo en señal de protesta. Reagan se encuentra con un movimiento de oposición a aspectos esenciales de su política que abarca sectores amplísimos; es un hecho casi sin precedentes. En lugar de la política bipartidaria en Centroamérica que Reagan quiso obtener al designar la Comisión Kissinger, lo que está resultando es una oposición que engloba a extensos sectores de los dos partidos. Por otro lado, es sintomático que la prestigiosa Sociedad Norteamericana de Derecho Internacional (cuya composición es más académica que propiamente política) haya deplorado la decisión de la Administración Reagan de rechazar la competencia del Tribunal Internacional de La Haya; en sus 78 años de existencia, es la primera vez que dicha Sociedad toma posición contra una decisión del Gobierno de EE UU.

La respuesta que están dando los altos funcionarios de la Administración parece una huida hacia delante que conlleva graves peligros. William Casey, director de la CIA, ha declarado: "Durante la segunda guerra mundial hemos ayudado a los comunistas, a los monárquicos, a los gaullistas, a todo el mundo... contra los nazis. En Nicaragua la situación es semejante". Son palabras que tienen la ventaja de la claridad. Pero tal actitud resulta lógica solamente en tiempos de guerra. Si ahora la CIA se considera en tiempos de guerra, y además lo proclama, desaparece todo punto de referencia para medir y juzgar los acontecimientos internacionales. De hecho, la tesis de William Casey legitimaría la invasión de Afganistán, el derribo del avión surcoreano y cualquier cosa que pueda ocurrir mañana...

Contrariamente a lo que ha ocurrido en otras ocasiones, todo indica que actualmente, en plena campaña electoral, no existe ni un clima ni unas condiciones propicias para una intervención militar en gran escala de EE UU en Centroamérica. Como escribía el Washington Post hace unos días, la política de la Administración "está generando más resistencias, en EE UU y en Centroamérica, que las que elimina. Ello explica la permanente frustración del señor Reagan". En amplios círculos de la capital norteamericana se afianza la convicción de que existe otra política posible frente a los problemas de Centroamérica; una política que la Administración Reagan, a pesar de ciertas declaraciones en la ONU, nunca ha querido ensayar; que en la práctica ha saboteado y a la que ha cerrado el camino; es la que propugna el grupo de Contadora con amplísimos apoyos internacionales; una política de diálogo entre todas las partes para cortar el paso por las fronteras de armas, soldados, guerrillas, consejeros militares. El Gobierno, español y, en general, los de Europa han hecho declaraciones sosteniendo esta solución. A la luz de la actual coyuntura, es obvio que ello no basta.

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