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Crítica:CINE
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

El artista y su censor

Fanny y Alexander es una coproducción entre la televisión sueca, la Gaumont francesa, la Tobis alemana y Persona Film, empresa cuyo nombre sugiere una nacionalidad y titularidad bien concretas. De esta suma de esfuezos han surgido dos obras distintas. Una, de 340 minutos de duración, sólo ha podido verse como serie en la televisión sueca y en el marco del festival de Valencia; la otra, de 188 minutos, en la película destinada a la distribución internacional, seleccionada para el Óscar y punto final de la carrera de Bergman como cineasta si creemos lo que el director sueco ha dicho en varias ocasiones.Entre la versión larga de Fanny y Alexander y la corta la principal diferencia, para un espectador de ambas, es la idiomática. Porque pesa mucho más el que se hayan perdido las voces originales para suplirlas por la de unos doblajes castellanos que sustituyen la interpretación por resoplidos, que las tres horas de imágenes que el propio Bergman ha suprimido para la explotación del filme en salas comerciales. Siendo muy distintas, las dos versiones tienen el mismo tono, idéntico equilibrio y magia. Algunos personajes, como los de Gustav Adolf y Carl, se han quedado sin secuencias en las que estaban espléndidos, como era la de su enfrentamiento con el obispo Vergerus, pero esto no hace la historia más pobre ni simplifica el retrato de los dos hermanos. Para un narrador consumado, para un auténtico creador, no es imposible concebir una obra que, como algunos cuentan, pueda prolongarse hasta el infinito, pero también interrumpirse cuando conviene, dejando siempre al espectador fascinado por lo que le cuentan.

Fanny y Alexander

Director y guionista: Ingmar Bergman. Intérpretes: Bertil Guve, Gunn Wallgren, Pernilla Allwin, Borje Anlstadt, Allan Edwall, Jan Malmsjo, Erland Josephson, Ewa Fröling, Jarl Kulle. Fotografía: Sven Nykvist. Música: Daniel Bel, Britten y Schaumann.Estreno en cines Amaya y Tívoli.

Fabricante de sueños

Fanny y Alexander se abre con la imagen del pequeño Alexander manipulando un pequeño teatro de marionetas. Ése será el tema central del filme, el de la creación artística y su relación con la vida. El artista es presentado como un mago que sabe manipular la gente y la realidad, un fabricante de sueños que tanto sirven para comprender mejor el mundo como para evadirnos de él. Alexander, que es una suerte de alter ego de Bergman juega con la linterna mágica, con las bambalinas, con sus ensoñaciones y, sobre todo, con su imaginación libre, no coartada por normas morales o de conducta.Pero si Alexander está dispuesto a cambiar de personaje continuamente y a aceptar que los demás hagan lo propio, no sucede lo mismo con su padrastro, el obispo Vergerus. Para él hay una única realidad y una sola verdad. Es hombre de un solo personaje y lo reconoce poco antes de morir, cuando le confiesa a su esposa que es incapaz de arrancarse la máscara de rigidez con que se protege, porque se le ha pegado a la piel, porque detrás de ella hay carne viva.

Vergerus es el puritanismo, la intolerancia -su decorado es direyeriano-, el censor y también una especie de nazi, un torturador que asegura "tener muchas maneras de hacer hablar a los demás". Su destino es la muerte, porque es Alexander, el artista, quien vence en la confrontación. Para lograrlo antes tiene que superar un rito iniciático en casa de Isak Jacobi. Allí descubrirá quién es Dios -una marioneta gigante que maneja Aaron-, cómo se puede influir en los acontecirnientos con sólo imaginarlos de otra manera -es un secreto que le transmite Ismael, un transexual- y lo que hay más allá de las apariencias. El resultado de su estancia en la laberíntica casa de Isak Jacobi es el aprendizaje de los trucos del artista, pero también -y es lo más importante- que éste sólo logra convertirse en tal a costa de destruir lo que pretende esclavizarle.

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