Lagrimones y sonrisas
Parece que el entusiasmo con que el público norteamericano ha acogido esta película se basa en su reconocimiento de los personajes de ficción: dicen que cualquiera de ellos corresponde a otro de la vida real. A este atractivo se añade la novedad de que una larga agonía se describe con abundantes detalles sensibleros, cuando lo habitual en el cine de Hollywood es que el espectáculo de la muerte por enfermedad sea suprimido en orden a un particular concepto del buen gusto. La mezcla de comedia y folletín es, pues, el secreto de que La fuerza del cariño venga lanzada como la película del año, candidata, como Gandhi la pasada temporada, a un buen número de oscars.El arranque de la película tiene resortes de comedia, aunque no caben de cuajar en una comedia auténtica. Shirley McLaine interpreta a una abuela de cincuenta y pocos años, lo que no le impide mantener relaciones apasionadas con un astronauta gordinflón, y ello hace reír a las mujeres de la misma edad, que agradecen que una estrella tan popular reconozca que también crece. Esas secuencias cómicas no parecen tener otra dirección, son su único objetivo, y se descuelgan, por tanto, de la segunda parte de la película, la del folletín, que imita aquellos melodramas italianos de los años cincuenta, tan mal conocidos en los Estados Unidos, y en los que habiualmente una buena madre sufría enormemente por el trágico destino de sus hijos. Si aquí los personajes no son tan esquemáticos, ello responde de igual forma a los condimentos del mismo guiso.
La fuerza del cariño
Producción, guión y dirección: James L. Brooks, sobre la novela de Larry McMurthy. Fotografía: Andrzej Bartkowiak. Música: Richard Hazard. Intérpretes: Shirley McLaine, Debra Winger, Jack Nicholson, Jeff Daniels, Danny De Vito, John Lithgow. Comedia dramática. Norteamericana, 1983. Locales de estreno: Gran Vía, El Españoletto.
El menú está realizado con habilidad y apoyado en la brillantez de unos buenos intérpretes, capaces te aportar los condimentos profundos del banquete, ni muy soso ni muy salado. Pero lo que no acaba le entenderse, o puede no entender in sector del público menos representado en la ficción, es qué es xactamente La fuerza del cariño, qué representa o cuenta: ¿las cosas de la vida?; ¿la posibilidad de que las hijos odien a los padres o que el excesivo amor de éstos no sea siempre lo mejor para los niños?; ¿que unos nacen y otros mueren?; que en los matrimonios hay siempre elementos de adulterio?; ¿que unos son más ricos que otros?
Se habla de estas, digamos, cuestiones, y acaba el largo filme lejando en algunos la impresión le haber metido las narices en la vida privada de unos señores que quizá sean vecinos de los espectadores norteamericanos o de algunos españoles, pero a los que, en definitiva, no les pasa nada que pase a la historia. Probablemente e trate de eso: en la vida pasan cosas muy distintas, se ríe y se llroa, y en todas partes cuecen habas.
Babelia
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