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La URSS, espectadora

Poco concebible hace unos meses, el pacto de no agresión que se disponen a firmar Mozambique y África del Sur constituye el primer signo concreto de la distensión emprendida en el África Austral. En el otro frente de la negociación es todavía muy prematuro, efectivamente, adelantar que la retirada militar surafricana de Angola permitirá llegar rápidamente al acceso de Namibia a la independencia.El primer ministro de Pretoria, Pieter Botha, tiene buenos motivos para continuar un diálogo sostenido vivamente por Washington. Ante todo, la postura positiva escogida por la Administración Reagan no se puede considerar una actitud inamistosa. Y el gigante surafricano puede estimar llegado el momento de recoger los frutos de una política de desestabilización que ha contribuido a debilitar a sus vecinos. África del Sur está igualmente preocupada por el coste de la contraguerrilla en Namibia y, hasta fechas muy recientes, por el de las operaciones militares en el sur de Angola. Que, por tanto, abandone una estrategia puramente militar en favor de una negociación en posición de fuerza no es sorprendente. Además, en el plan interno, una ligera reforma constitucional, asociando -marginalmente, es cierto- las minorías mestizas e indias al ejercicio del poder, no ha provocado ningún movimiento de rechazo dentro de la comunidad blanca.

Para conservar un margen de maniobra, Pieter Botha tendrá que asegurarse, durante los próximos meses, de que la normalización de las relaciones entre Pretoria y Maputo no coincide con un incremento de los atentados perpetrados en territorio surafricano por los partidarios del Congreso Nacional Africano, que lucha por la abolición de la segregación racial. Toma, por tanto, un riesgo, ya que, aunque Mozambique mantenga su palabra, de lo cual se tienen fuertes motivos para creerlo, nada permite suponer que las acciones del ANC serán enteramente yuguladas.

Teniendo en cuenta las reticencias de una parte de su electorado y, sobre todo, de ciertos responsables militares hacia la apertura diplomática actual, Pieter Botha tendrá que moverse con mucha mayor prudencia para el comienzo de negociaciones mucho más complejas sobre el conflicto de Namibia.

Por el momento, el acuerdo entre Mozambique y África del Sur constituye un cambio en el nivel de las fuerzas, ya que indica un primer retroceso de Moscú en una región donde los soviéticos han marcado numerosos puntos desde 1975. Todo se desarrolla como si los países del Este aún presentes en Maputo y, a más justo título, en Luanda, como aliados naturales, están relegados al plano de simples espectadores de una operación en la que la diplomacia americana tiene un peso evidente.

10 de marzo

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