La integridad histórica de Manuel Azaña
Es patente que la personalidad histórica de Manuel Azaña constituye un valioso legado para el pueblo español, muy consciente hoy de la historia de sus libertades y más resuelto que nunca a mantenerlas. De ahí que fuera tan general la alegría por el hallazgo del archivo del presidente Azaña, a finales de enero, en la Escuela Nacional de Policía. Pero recientes declaraciones oficiales y particulares han generado entre muchos españoles el creciente temor de que puedan salir del Archivo Histórico Nacional (e incluso de España) importantes textos y manuscritos diversos del conjunto recién hallado. Nadie querría, por supuesto, negar a los herederos de Manuel Azaña la legitimidad de su condición de propietarios de los derechos de autor de todos sus escritos. Mas la magnitud de la figura de Manuel Azaña impone criterios de catalogación de su archivo que respeten, ante todo, la integridad biográfica, literaria y política de su personalidad histórica.Unidad intelectual
Porque no cabe, en el caso de Azaña, fragmentar unos textos que están enlazados por la singular unidad intelectual de su actividad literaria y política desde la más temprana juventud hasta sus últimos días. En 1923, al morir un escritor francés, escribía Azaña en un artículo necrológico que no se proponía "mutilar caprichosamente al gran artista", diciendo Azaña a continuación, con palabras aplicables a él mismo, que hoy cobran una marcada actualidad: "No hay, de una parte, un Barres hombre político, y de otra, un Barres creador, poeta". Y, sin poderlo suponer entonces, hace, finalmente, Manuel Azaña (hablando de Barres) su propio autorretrato: "Ha inventado las más bellas imágenes para expresar lo que él tenía por ideas políticas y el tronco de su obra literaria está empapado en los jugos de su patriotismo terrenal", concretó.
Por eso cualquier texto de Manuel Azaña ofrece claves de sus actitudes políticas: tanto la conmovida descripción de un paisaje español como el artículo satírico, la narración novelesca y la carta personal fueron, precisamente, unas cartas personales (las dirigidas a su leal amigo alcalaíno José María Vicario) las que permitieron localizar e identificar numerosos textos de Manuel Azaña recogidos en mi edición mexicana de sus Obras completas. Y fueron igualmente útiles en la búsqueda aludida papeles anodinos (una invitación a una cena-homenaje, un telegrama de felicitación, etcétera), que me hicieron llegar desprendidos y desconocidos alcalaínos.
En suma, los mal llamados papeles personales en el recién descubierto archivo de Manuel Azaña ofrecerán, sin duda alguna, nuevas claves y datos para la definitiva reconstrucción de su biografía intelectual y política. Sin olvidar, además, que los textos de la primera década del siglo tienen una particular importancia para la historia de su ciudad natal, Alcalá de Henares. Y es comprensible que sus ciudadanos se sientan preocupados ante la posibilidad de que salga de España una parte sustancial del archivo recién hallado de Manuel Azaña.
Es, por otra parte, sorprendente que una familia tan unida a la historia de España como la del ex presidente Azaña exija la devolución de gran parte del aludido archivo. Porque parecen olvidar los familiares de Azaña que la inmensidad de la tragedia española ha fundido para siempre en un vasto archivo el documento más íntimo y el más público de todos sus actores, y mucho más aún de sus incontables víctimas. Uno de esos depósitos documentales es el siniestro archivo de Salamanca, donde el régimen caudillista acumuló los legajos de su sangrienta "represión de la masonería y el comunismo". Y es probable que muchas familias españolas quieran hoy recuperar la documentación que estiman pertenecerles, guardada en Salamanca. Mas así impedirían que se levantara una de las actas más acusadoras de la larga opresión caudillista.
La historia de España ha sido, desde hace siglos, desdeñada por sus propios actores, que no han cuidado de dejar el testimonio de sus acciones y motivaciones. A Manuel Azaña le dolía ese secular descuido hispánico, y de ahí su empeño en legar a la posteridad las claves de su acción política y de sus sueños patrióticos. El deber, hoy, de las instituciones democráticas de España (y el deber también de la familia del ex presidente Azaña) es ser fiel al espíritu de un hombre cuya identificación con el destino de su nación fue intensamente personal: "Me siento vivir en España, expresado por ella y, si puedo decirlo así, indiviso".
catedrático de las universidades de Harvard (Estados Unidos) y Alcalá de Henares, es autor de La vocación de Manuel Azaña, entre otras obras sobre el presidente de la República.
Babelia
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