La visita de Fidel Castro
Cinco DíasFidel Castro y el coordinador de la Junta de Nicaragua, Daniel Ortega, almorzaron ayer en la Moncloa. El avión soviético de Aeroflot que los trasladaba de Moscú al Caribe hizo escala técnica en Madrid, y la ocasión fue inmediatamente aprovechada con reflejos políticos para improvisar una minicumbre hispánica. El portavoz del Gobierno, Eduardo Sotillos, calificó la noticia de "visita inesperada". Durante cinco horas, sin embargo, Madrid se convirtió en el foro de discusión de los problemas centroamericanos y caribeños. Sobre Daniel Ortega, al frente de la revolución de Nicaragua, confluyen muy fuertes recelos norteamericanos. La Internacional Socialista y el llamado grupo de Contadora intentan, por su parte, que la revolución nicaragüense, muy hostigada en las fronteras, derive hacia una democracia que no inspire inquietudes en Washington. Ayer mismo se anunciaba desde Managua la inminente publicación de la ley electoral que regulará las elecciones anunciadas para 1985.Tanto Castro como Ortega vestían ayer uniforme militar. Los dos son comandantes de sus respectivas experiencias históricas. Pero Fidel, extrovertido y afable, se despojó nada más descender del avión de la bufanda y de la guerrera para ponerse cómodo. Fue un gesto que transmitía ostensiblemente la impresión de que quería encontrarse en casa. Y luego, antes de reemprender vuelo al Caribe, moderó ante la Prensa su locuacidad inagotable para articular unas frases de emocionado rigor: nunca, antes, había pasado por España; fue muy emocionante pisar la tierra española por primera vez... Nada más descender del avión, y desde el aeropuerto de Barajas, expresó su intención de telefonear al Rey para cumplimentarle. Con los periodistas estuvo cordial y alegre, excepto cuando alguien le preguntó sobre el preso español Gutiérrez Menoyo, que se pudre en una cárcel de Cuba
17 de febrero
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