_
_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

No llores por ti, Nicaragua

Las fuerzas políticas que llegan al poder instaladas en la guerra, encuentran mucho más arduo aprender a vivir en la paz. Los sandinistas que derrotaron al Tirano Banderas de Nicaragua, estableciendo un régimen que gozaba del apoyo prácticamente unánime del pueblo, están librando ahora la batalla de la paz con una menesterosa ausencia de ideas, cayendo en todas las trampas que les tiende el país inventor de la doctrina Monroe, y dando todo un curso antológico de lo que no debe hacer un pequeño país que sale de una dictadura y quiere convencer a sus vecinos de que no tiene la pretensión de perpetuarse con otra.El inmenso error de la Junta sandinista, al anunciar la suspensión del proceso electoral como represalia por las recientes acciones de la guerrilla contrarrevolucionaria, es el de suponer que su buen comportamiento democrático es un favor que le hace a sus todavía numerosos aliados y simpatizantes en el mundo entero. La actitud de Managua al advertir, con el mohín enfadado de los niños a los que los mayores no dan gusto, que queda interrumpido el proceso de apertura que debe conducir a la celebración de elecciones democráticas en alguna fecha de 1985 es exactamente la que desean quienes inspiran las acciones desestabilizadoras.

Los contras no hostigan al régimen sandinista para derribarlo, cosa que saben perfectamente que no está a su alcance, sino para que la Junta acumule los pretextos que lleven a su propia autodestrucción. Los aviones avituallados por EE UU siembran la intranquilidad en las filas revolucionarias para que Managua no pueda llevar a término el proceso democrático, y Managua, increíblemente, juega el juego como se lo ordenan desde Washington, dándole en las narices de sus supuestas pretensiones democratizadoras a Felipe González, Olof Palme, y François Mitterrand. Es decir a sus matizados partidarios en el mundo occidental.

Es fácil comprender que el juego de Washington no favorece el análisis y la reflexión en los círculos de poder nicarangüenses, pero resulta aún más fantasmagórico ver al régimen sandinista votando a favor de la Camboya de Heng Samrin -línea, pro soviética- por oposición a cualquier otro régimen Jemer al que dé su apoyo Occidente, simplemente porqué de alguna manera hay que pagar un respaldo internacional de la URSS, que en ningún caso sería suficiente. A una Nicaragua auténticamente no alineada no se le ha perdido nada en las grandes o pequeñas querellas entre los dos bloques. El sandinismo no necesita tener política internacional mientras carezca de una política nacional en la que se oponga a los designios del presidente Reagan una muralla de votos limpiamente erigida. Cualquier otra cosa sería reconocer que el sandinismo teme descubrir en el secreto del sufragio una oposición a su mandato mayor de lo que el misticismo revolucionario está dispuesto a considerar presentable.

Razones básicas

Este juego del sí, pero con el desarrollo democrático del régimen sólo se puede atribuir a dos series de razones básicas. O bien el sandinismo tiene una comprensión extraordinariamente pobre de lo que son las necesidades internacionales de su propia supervivencia o, de lo contrario, es verdad lo que sus adversarios predican incesantemente. Que todo es pura fachada y que lo que el Gobierno de Managua pretende es el mínimo de apertura compatible con la futura edificación de una dictadura a la cubana.

Si el sandinismo cree que la victoria sobre Somoza le da un derecho divino a decidir qué entra y qué se queda fuera del palio de la legalidad revolucionaria, se equivoca tan lamentablemente como descubrirá una vez que el presidente Reagan haya sido reelegido para otros, cuatro años de señoreo en la Casa Blanca.

Únete a EL PAÍS para seguir toda la actualidad y leer sin límites.
Suscríbete

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_