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Tribuna:LOS PAPELES DEL PRESIDENTE DE LA II REPÚBLICA ESPAÑOLA
Tribuna
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¿Qué hay de nuevo en el hallazgo?

La recuperación de los papeles de Azaña ha despertado una lógica expectación respecto a su contenido. Es lógico y satisfactorio que así sea. Creo que, sin embargo, es preciso no quedarse en la pura anécdota de este hallazgo y trascenderla un poco. Habría que tener en cuenta que no es este el primer acceso a los archivos privados de carácter político de la más reciente historia española. En los últimos años se han incorporado al Archivo Histórico Nacional los papeles de Martínez Barrio, Araquistain y del general Rojo, así como los del ministro de Gobernación de la Monarquía Leopoldo Matos. En el Archivo de la Academia de la Historia están ya los de Eduardo Dato y del conde de Romanones. Habría que decir también que la experiencia demuestra que en una materia como ésta lo lógico es proceder con cautela. Un archivo privado, que en el caso de nuestra historia suele ser trascendental para comprender la vida política y los entresijos de la intelectual, siempre es, ante todo, propiedad de la familia de quien lo tuvo. Quienes proponen una intervención estatal sobre ellos no se dan cuenta que ésta puede provocar la destrucción. Es lógico que transcurra un plazo entre la muerte del personaje y el acceso a sus papeles privados.Este no es más que un primer balance de lo que contienen los papeles de Azaña, tras haber pasado unas cuantas horas viéndolos. Es un balance necesariamente incompleto porque se ha tenido el buen criterio de excluir, por el momento, de la consulta las cartas que pueden tener un contenido rigurosamente privado. Pero tras él ya se puede decir lo siguiente: los papeles de Azaña tienen todo lo que en principio resultaba esperable. No era pensable que allí figuraran los diarios robados durante la guerra civil y, en efecto, no están. Recuerdo que en su día, cuando el autor de estas líneas era responsable de la materia, llegué hasta la hija de Franco en una búsqueda motivada por una interpelación socialista. Hay que confiar que un día, tan súbita e inesperadamente como ahora, aparezcan esos textos. Pero todo lo que Marichal esperaba encontrar, según escribió hace tres días en EL PAIS, está ahí.

Un cálculo muy superficial permite concluir que el primer volumen de las Obras completas de Azaña puede engrosar hasta en un tercio. Como sospechaba Marichal, en efecto, el primer Azaña tuvo una obra mucho más extensa de la que figura en aquéllas. Habría que señalar, sin embargo, que se trata de los papeles de trabajo de un intelectual no necesariamente destinados a la publicación, por lo que su interés puede ser puramente erudito. Esto debe ser cierto sobre todo respecto de la obra literaria. Dos textos titulados La vocación de Jerónimo Garcés (1904) y Los días del campo laudable parecen pertenecer al género de novela autobiográfica juvenil. Pero quizá para conocer el Azafia inicial resulten más interesantes sus notas de lectura, extractos y apuntes.

Las novedades del descubrimiento reciente en lo que respecta al Azaña literato se prolongan hasta los años veinte. Hay en los fondos encontrados breves comedietas, algunas de las cuales (Jorge Dandín o la confusión de un marido, El cielo y el infierno, Diana y Lorenzo) no parecen tener intención política, mientras que en otros casos está evidente (La vara). El género, como se sabe, fue muy practicado por Azaña en aquellos años. Pero quizá en este terreno literario las mayores novedades que aporte la nueva documentación sean las relativas al interés de Azaña por Valera: aparte del original de su biografía (1926), hay otros textos, como uno sobre las relaciones portuguesas del escritor cordobés e incluso algún breve escrito del mismo. Dentro del ensayo literario, aunque no sea posible saber si estaban destinados a publicarse, se encuentran entre los papeles algunos artículos escritos en los años diez, sobre Echegaray, Galdós, Benavente...

Es muy posible que las novedades sean todavía mayores en lo que respecta al primer Azaña político. Entre los papeles ahora encontrados hay una amplia muestra de sus discursos que se remonta a 1902 y que nos lleva de un Azaña regeneracionista (que pronuncia un discurso en 1911 sobre El problema de España) al que practica un reformismo peculiar y diferente del de Melquiades Álvarez, y en el que sufre una acentuación de su compromiso político durante la guerra mundial. Y no sólo se trata de discursos, sino también de muchos artículos y escritos varios que no figuran en las Obras completas o que lo están de manera parcial (Los motivos de la germanofilia, por ejemplo). Hay exámenes de la política española aceradísimos y que confirman que, junto a Ortega, Azaña es el primer escritor político español del siglo XX. El interés de los mismos es especialmente relevante cuando, como en el caso de los años veinte, había censura de Prensa y Azaña no firmaba con su nombre, sino con seudónimo. Está, por ejemplo, completa la serie de escritos en los tiempos de la dictadura que constituyeron el punto de despegue de su actuación partidista propia e independiente.

Del Azaña de los tiempos republicanos hay menos novedades, quizá al no haber podido consultar la correspondencia suya en su totalidad. De todas las maneras tiene su lógica que así sea, porque éstos son los años en que se dedicó fundamentalmente a su obra de gobierno y a su diario. Sobre éste hay que decir que aparece titulado como Datos para las memorias, lo que explica su acidez y demuestra su voluntad de no publicarlos directamente. Hay documentación interesantísima tanto exterior (de otra mano) como del propio Azaña. Se pueden encontrar, por ejemplo, algún brevísimo borrador literario; pero, sobre todo, varios artículos no publicados: recuerdo, por ejemplo, dos, escritos a la caída de la dictadura, y un tercero de 1936, en que se pronuncia en términos muy sarcásticos sobre el intento centrista del partido de Portela. En cuanto a la documentación que no salió de la mano de Azaña, habría que citar, por supuesto, en primer lugar, la correspondencia. Una visión muy somera permite afirmar que se trata de cartas no oficiales, pero hay un indudable interés político en ellas. He visto por encima las de Ossorio con motivo del procesamiento de Azaña en octubre de 1934 o un curioso diario de Rivas Cheriff por esas mismas fechas. De la etapa de la guerra civil, lo que fundamentalmente se conserva es correspondencia. Hay una carta patética a Azorín en que el presidente de la República demuestra la parquedad de su poder y la pesadumbre de su ánimo en pleno conflicto civil.

Javier Tusell es historiador.

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