La crisis económica, principal problema para el Gobierno que se forme en Ecuador tras las elecciones de hoy
La grave crisis económica y la renegociación de la deuda externa serán los principales problemas que deberá afrontar el Gobierno que surja de las elecciones generales que se celebran hoy en Ecuador y que suponen el ejercicio de la alternancia democrática en el poder por primera vez desde hace casi un cuarto de siglo en el país andino.
Con una deuda externa de más de 6.000 millones de dólares (casi un billón de pesetas), de los que 600 deben renegociarse este año, una inflación del 53% en 1983, un crecimiento de la economía de un 4% negativo, una tasa de desempleo estimada sobre el 15% y un subempleo que afecta a la mitad aproximadamente de la fuerza de trabajo, la necesidad apremiante de medidas económicas contrasta con la lentitud en el relevo en el poder que prevé la Constitución vigente.En efecto, aunque un candidato alcanzara hoy la presidencia por mayoría absoluta, no tomaría posesión de su cargo hasta el próximo 10 de agosto.
Lo más probable, sin embargo, es que haya que celebrar una segunda vuelta de las elecciones presidenciales el 6 de mayo, a la que concurrirán únicamente los candidatos más votados. Mientras tanto, el actual Gobierno decidirá los presupuestos para este año y renegociará la mitad de la deuda externa, unos 300 millones de dólares, que vence en 1984, dejando el resto para su sucesor en el poder.
La tensa campaña electoral se ha caracterizado por una gran ambigüedad en las propuestas de la mayor parte de las candidaturas. "Los ecuatorianos votamos más a los hombres que a los programas", dice un comentarista político en una emisora de Quito. Efectivamente, los candidatos se anuncian por sus nombres de pila: León, Sixto, Rodrigo, Pancho.
Los sondeos de opinión pública que difunden los medios de comunicación dan como favoritos, por lo general, a los candidatos que encabezan las coaliciones de derecha y socialdemócrata. Pero muchas de esas encuestas carecen del mínimo rigor científico, y buena parte de ellas tienen claras intenciones intoxicadoras.
Del mismo modo, la Prensa ha guardado escasa objetividad, y en círculos periodísticos se habla de todo tipo de presiones, especialmente por parte de los partidos más fuertes económicamente. León Febres Cordero, el candidato derechista del Frente de Reconstrucción Nacional, procede del Partido Socialcristiano. Declara no ser "ni de derechas ni de izquierdas", pero elogia los modelos económicos monetaristas aplicados por las dictaduras de Argentina y Chile. Sus adversarios le acusan de pagar a la gente para, que vaya a sus mítines y de predicar un "capitalismo salvaje" para el país.
Hurtado no puede presentarse
Rodrigo Borja, el aspirante que es el líder de la coalición socialdemócrata, dirige el partido Izquierda Democrática, afiliado a la Internacional Socialista. Se declara partidario de un sistema de planificación económica en el marco de un régimen de socialismo democrático, y sus oponentes de derecha le tachan de "aristócrata camuflado" y de demagogo.El candidato del Partido Democracia Popular (en el poder), Julio César Trujillo, celebró el viernes su mitin de cierre de campaña en la histórica plaza de San Francisco, en Quito, y atacó especialmente a la coalición derechista.
El actual presidente de la República, Oswaldo Hurtado, que llegó al poder tras la muerte, en un extraño accidente aéreo, de Jaime Roldós, en 1981, no puede presentarse a la reelección, según dispone la Constitución, pero tampoco tendría grandes posibilidades, como no parece tenerlas Trujillo.
La impopular política aplicada por el Gobierno el año pasado, de acuerdo con las indicaciones del Fondo Monetario Internacional, que se tradujo en un alza de precios de muchos productos básicos y en un aumento del desempleo, ha erosionado de tal forma al Partido Democracia Popular que nadie duda que sonó la hora del cambio.
El cierre de la campaña electoral tuvo lugar el viernes por la noche, con desfiles de caravanas de automóviles por el centro de la capital ecuatoriana, entre sonar de bocinas y flamear de banderas de los simpatizantes de los distintos candidatos, sin que se produjeran incidentes mayores que el intercambio de insultos.
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