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Los diarios robados a Azaña y entregados a Franco siguen en paradero desconocido

Los diarios de Manuel Azaña robados a principios de la guerra civil y entregados a Franco en aquella época no están entre los archivos personales del presidente de la República hallados ahora en la Escuela Superior de Policía de Madrid. Los archivos, encontrados anteayer, estaban guardados en 16 legajos totalmente cubiertos de polvo y telarañas y permanecían escondidos desde hacía 44 años. Fueron descubiertos casualmente en la sala de juntas de profesores de la citada escuela, en la calle de Miguel Angel, 5. El anterior jefe del Estado, Francisco Franco, conocía la existencia de los documentos hallados ahora e incluso firmó un recibí cuando se los entregó la policía en 1940.

Los archivos hallados en Madrid fueron incautados en 1940 en París por las tropas de Hitler. Estaban en la casa del cuñado de Azaña, Cipriario Rivas Cherif, y fueron enviados al general Franco. Son de gran importancia, según Juan Marichal, catedrático en la universidad de Harvard y especialista en la obra de AZaña, para reconstruir la biografía intelectual del que fue presidente de la República.Los diarios robados de Azaña, que ahora tampoco han aparecido, fueron sustraídos en Ginebra (Suiza) a principios de la guerra civil, en el domicilio del entonces cónsul e España en Suiza, que era el propio Cipriano Rivas Cherif. El autor del robo fue el joven diplomático español Espinosa, quien entregó lo sustraído a allegados de Franco y, luego se pasó a la zona que éste capitaneaba en la guerra civil. La distinta procedencia de estos archivos es la que hizo deducir a los historiadores consultados ayer que los diarios robados en 1936 no podían estar entre los legajos descubiertos por la policía en Madrid. Este extremo fue confirmado anoche por fuentes del Ministerio del Interior.

La desaparición de esos diarios fue objeto de una interpelación parlamentaria en 1980. La Administración declaró entonces su ignorancia sobre el paradero de esos documentos sustraídos en Suiza. En vida de Franco se le preguntó a éste sobre el destino de esos cuadernos. El entonces jefe del Estado dio como respuesta un gesto enigmático.

Páginas 24 y 25

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