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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Compás de espera en América Central

LA AMENAZA de un ataque directo de EE UU contra Nicaragua, que estaba adquiriendo en los últimos tiempos rasgos de inminencia, parece disminuir. Los diversos factores de la situación indican que, después del éxito de Reagan con la invasión de Granada -que ha elevado considerablemente su índice de popularidad entre los electores-, se puede abrir un compás de espera, durante el cual las posibilidades de una evolución no bélica de la situación (o no exclusivamente bélica) están aumentando. Entra en juego, en primer lugar, lo que cabe denominar realismo de los dirigentes sandinistas. Quizá, aconsejado por los cubanos (el discurso de Fidel Castro después de Granada reviste, en ese orden, un interés indudable), el equipo dirigente nicaragüense ha empezado a soltar lastre. El sandinismo no es, por su naturaleza misma, un movimiento de matiz comunista; tiene sus raíces en la historia y las realidades americanas. Ello debe ayudarle a comprender que intentar imponer una segunda Cuba a EE UU es ir al desastre; que es preciso asegurar un pluralismo político efectivo, como se pide desde Washington y desde varias capitales europeas. En este sentido, el Gobierno de Managua ha dado algunos pasos: calendario para que las elecciones parlamentarias se celebren en 1985, con garantías para diversos partidos; diálogo con la Iglesia. para superar los conflictos pendientes; amnistía parcial para los insurgentes; traslado fuera de Nicaragua de centros de la guerrilla salvadoreña; reducción de los asesores cubanos. Estas medidas han sido tomadas de forma unilateral para mejorar el clima, facilitar una negociación con EE UU y abrir paso a las soluciones de paz y negociación promovidas por los presidentes de México, Colombia, Venezuela y Panamá, es decir, del llamado grupo de Contadora.

Varios hechos ocurridos en las últimas semanas han significado una seria consolidación del peso político representado por el citado grupo: los resultados de las elecciones presidenciales en Venezuela y el cambio de poder en Argentina; los encuentros celebrados con este motivo, en Buenos Aires, de gobernantes americanos y europeos, en particular la cena en la Embajada de España, encuentros que tuvieron como una de sus principales preocupaciones presionar a EE UU para que renuncie al camino de las armas y acepte de verdad el plan del grupo de Contadora. En Bogotá, el enviado de Ronald Reagan, Richard Stone, se ha encontrado con una actitud firme del presidente Belisario Betancur, eco sin duda de lo hablado en Buenos Aires. Stone ha suspendido su viaje para consultar con Reagan. Simultáneamente, Heriry Kissinger (en su calidad de presidente de la comisión bipartita encargada de preparar la política norteamericana en América Central) ha escuchado, en su entrevista con el presidente de México, un lenguaje más fuerte que en otras conversaciones del mismo género.

No es seguro que Washington reaccione ante estos nuevos factores de una forma que facilite el camino de la negociación. Hechos recientes confirman que EE UU -o, mejor dicho, la CIA y el Pentágono- tiene bastante avanzados los preparativos agresivos: se ha anunciado la continuación de las maniobras militares en Honduras, cerca de las fronteras y costás de Nicaragua, con 5.000 soldados y concentraciones navales; los somocistas airean un proyecto de liberar una zona, montar un Gobierno y pedir el reconocimiento de EE UU. Un dato significativo es que la Casa Blanca ha decidido no publicar el informe sobre el asesinato hace tres años, en El Salvador, de cuatro monjas norteamericanas, por el temor de que dicho informe, al evidenciar la responsabilídad de los militares ultras, refuerce la oposición a la actual cooperación con esos sectores militares. Silencio claramente inclinado a favorecer una política basada en los círculos más reaccionarios y menos respetuosos de los derechos humanos en América Central.

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Es difícil adivinar cuáles van a ser los próximos movimientos de Washington. Pero no parece dudoso que, de cara sobre todo a las nuevas corrientes que se afirman en América Latina -y que encuentran indudables simpatías en Europa-, le resultaría costoso realizar una intervención militar en Nicaragua. De ahí el interés de abrir un compás de espera, permitiendo que empiecen a materializarse las medidas propuestas por el grupo de Contadora.

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