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Tribuna:TRIBUNA LIBRE
Tribuna
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Los excedentes agrícolas

El problema de los excedentes agrarios suscita siempre numerosas polémicas, ya que se trata de saber si los costes de su almacenamiento y mantenimiento compensan los rendidos en la regulación del mercado normal. Sin embargo, dice el autor de este trabajo, siempre se trata de un tema eminentemente político, ya que un excedente agrario no es solamente lo que sobra en una cosecha, por diferencia entre la producción y el consumo, más la exportación, sino un almacenamiento de regulación de mercado para el futuro.

Es frecuente en la literatura económico-agraria definir a José, hijo de Jacob, como el primer ministro de Agricultura de la historia por su habilidad para almacenar las cosechas de siete años pletóricos, cubriendo así las escaseces derivadas de la penuria. José comprendió bien que la agricultura sirve a la alimentación y que ambos términos deben ir unidos en las decisiones políticas.-También es usual en países con solera en la regulación de los mercados agrarios la inexistencia de grandes discusiones sobre el volumen que debe alcanzar el almacenamiento regulador de los distintos alimentos básicos. Muchos años de experiencia en la regulación, una definición de objetivos y fines ampliamente compartida por toda la sociedad y una aceptación política, para soportar los costes de almacenamiento a cambio de los beneficios que ello comporta, hace que el almacenamiento regulador se produzca de modo natural y sin controversias periódicas.

No es éste el caso de España. Aquí, desde la aparición del FORPPA y la consolidación de todas las operaciones de regulación de mercados en un presupuesto único, se reproduce con cierta periodicidad la polémica sobre si el excedente de tal o cual producto es excesivo para unos, corto para otros e incluso innecesario. Además, y en paralelo, se suscita siempre la controversia sobre el coste del almacenamiento, las pérdidas que origina su eliminación y, en definitiva, la duda sobre la utilidad social de mantener una despensa reguladora.

La polémica -suscitada en estos días a través de diversos medios de comunicación en su análisis sobre los almacenamientos de alimentos actualmente existentes- nace de la confusión en cuanto al propósito al que sirven tales almacenamientos.

Reserva o ayuda

El premio Nobel de Economía de 1979, T. W. Schultz, ha descrito muy claramente los fines a los que deben servir las operaciones de almacenamiento. Y así señala: "El caso usual en los libros de texto se limita a la distribución de un producto, una vez que se ha cosechado, durante el curso del año entre cosechas o parte del mismo (siempre haciendo abstracción de la incertidumbre económica). Las existencias pueden también acumularse en años de cosechas abundantes para usarse en los de recolecciones bajas, y éste fue uno de los propósitos declarados del granero siempre normal. También pueden acumularse existencias para compensar los movimientos estacionales de la demanda, o aun los movimientos grandes y súbitos de la misma demanda. Consideraciones de seguridad nacional pueden constituir todavía otro propósito que entrañe la acumulación de existencias y las operaciones relacionadas. Por último, los productos agrícolas pueden emplearse como parte de una reserva de mercancías en la administración de la oferta monetaria".

De conformidad con tales criterios, no todas las existencias que un organismo como el FORPPA mantiene en su poder pueden ser calificadas simplemente como excedentes, ya que una buena parte de los mismos debe ser mantenida, para su utilización en momentos de déficit, como reserva estratégica o con fines de ayuda internacional. Y si esto es importante en cualquier país del mundo, aún más en España, donde la irregularidad de las cosechas básicas es norma y donde la ganadería intensiva depende, en gran medida, de las cosechas del exterior y, por consiguiente, de las alteraciones de los mercados internacionales de cebada, maíz y soja.

Además, mantener un almacenamiento de regulación y de seguridad es imprescindible para prevenir las alzas de precios, altamente indeseables cuando se lucha contra la inflación, que se originan en casos de penuria. ¿Quiere alguien ejemplos? El olivar español no habría sufrido los avatares de mediados de los años setenta si en la campaña de 1974, cuando el precio del mercado aumentó en más de un 50%, el Estado hubiera dispuesto de un almacenamiento de regulación de aceite de oliva, ya que no pudo importar debido a la escasez generalizada en todo el Mediterráneo. La tensión alcista en el precio de los vinos que se mantiene durante todo el año 1977 y que es la causa directa del aumento posterior de rendimientos (excepción hecha de la cosecha 1978-1979) que supera en más de la mitad a la anterior, tanto en España como en la CEE, por razones climatológicas) no se hubiera producido si en aquel año hubieran existido almacenamientos de alcohol nacional procedentes de campañas anteriores.

Ejemplo más lejano, pero no menos importante, es el producido al inicio de la década de los setenta, cuando por falta de estímulo en el precio a la producción de remolacha, y sin existencias interiores, España tuvo que cubrir su déficit con importaciones de azúcar, pagando a los agricultores del Caribe un precio superior al que se le negaba a los agricultores españoles.

En sentido contrario, fue precisamente el excedente de cereales de la campaña de 1980 el que permitió afrontar con tranquilidad la fuerte sequía de 1981, abastecer el mercado interior con menores importaciones de cereales y reducir sustancialmente el déficit de la balanza comercial agraria (que en todo caso había venido descendiendo ya desde 1978). De igual modo, son las reservas de carne de vacuno procedentes de campañas anteriores las que, con su salida al mercado, van ha permitir paliar, en cierto modo, las fuertes alzas de precios experimentadas por la carne de vacuno durante los últimos meses. Y serán las existencias de aceite de oliva -con tan mala imagen otrora- las que salvarán el problema de la escasa cosecha de este año (menos del 50% de la pasada).

Y es que lo peor que le puede suceder a un país moderno e industrial empeñado en la lucha contra la inflación es permanecer sin reservas estratégicas de alimentos. Dada la alta ponderación que los alimentos tienen en el índice de precios al consumo, una escasez pronunciada en alguno de los productos básicos puede dar al traste con el mejor programa de lucha contra la inflación, perjudicando fuertemente a los consumidores y a los objetivos de la política económica. Y perjudicando también a los agricultores, ya que las alzas de precios bruscamente producidas por ausencia de oferta suponen, sí, una alegría grande a corto plazo, pero el anuncio de dificultades de comercializ ación en el futuro.

Contrapartidas

La contrapartida, evidente, de mantener unas reservas permanentes de regulación es un alto coste de almacenamiento y financiación, así como las pérdidas que pueden originarse en el momento de su salida al mercado. Pero, naturalmente, tales costes deben ser comparados con los que generan otros sectores -véanse empresas industriales con niveles de subvención vía presupuestos elevadosy con el beneficio que generan a la colectividad, que no es menos importante.

La estabilidad de los precios de los alimentos, la regularidad en la oferta agraria, cierto grado de independencia con respecto a las oscilaciones de los mercados exteriores y la seguridad alimentaria son factores positivos íntimamente ligados al almacenamiento. Y todo ello, con independencia de la posible utilización de tales existencias como instrumento de la política exterior española en programas bilaterales de ayuda a países con problemas de malnutrición o hambre o en programas de los organismos especializacios de Naciones Unidas (FAO) sobre esta materia. Si tenemos presente que en el área de América Latina, donde por tantas razones nuestra política exterior reviste una particular importancia, la agricultura ha llegado al crecimiento nulo y que la tasa de crecimiento del PIB per cápita fue negativa en 1982 para todos los países de la región, comprenderemos mejor la importancia de la afirmación anterior.

Por todo ello, el ideal sería que la polémica a la que se alude en estas líneas no se planteara de un modo recurrente. La agricultura sirve a la alimentación. La alimentación es un derecho de los seres humanos. Como tal, deben mantenerse unos límites de seguridad. El excedente agrario no es todo lo que sobra en una cosecha, por diferencia entre la producción y el consumo interior más la exportación. Definir el volumen mínimo y máximo de un almacenamiento de regulación y tener la seguridad de que la hacienda pública financia sin problemas ni discusiones dicho almacerianúento es un paso importante en un país moderno. Para ello no hace falta sólo contar con la voluntad de quienes adrhinistran la agricultura. Es necesaria una voluntad política colectiva y un esfuerzo tenaz para su realización.

Jaime Lamo de Espinosa catedrático, fue ministro de Agricultura.

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