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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El fracaso de Ginebra

SI BIEN la Casa Blanca ha hablado de consternación al conocer las declaraciones de Andropov sobre las nuevas medidas que la URSS ha decidido adoptar para responder al despliegue de los euromisiles, en realidad dichas medidas son con exactitud las que habían sido anunciadas. Pero que fuesen conocidas de antemano no les resta gravedad: fin de la moratoria y, por tanto, instalación de nuevos SS-20, en número indeterminado; aceleración del despliegue de armas nucleares tácticas en Checoslovaquia y en Alemania Oriental, y colocación en el mar, cerca de EE UU, de misiles nucleares mar-tierra, que se supone que podrían llegar al territorio norteamericano en el plazo fatídico de seis minutos (o quizá menos), que es el que tardan los Pershing 2 en alcanzar sus objetivos en la URSS. Estas medidas, y el tono en el que han sido presentadas, significan una especie de recalentamiento de la guerra fría; y sin querer exagerar las dosis de dramatismo, el hombre de la calle está recibiendo una impresión directa de que aumentan los peligros de una guerra nuclear. El peso creciente de un componente de rigidez militar se ha hecho sentir en la política soviética. Con las medidas que acaba de anunciar, la URSS juega claramente la carta de prepararse al ganar una guerra nuclear. ¿Qué racionalidad puede tener tal actitud cuando todo el mundo, y de modo particular los dirigentes soviéticos, ha dicho con insistencia que en una guerra nuclear no puede haber vencedor? Pero esta contradicción de la actitud soviética no es nada original: los argumentos de Andropov hoy son la exacta repetición de los argumentos empleados por Reagan para demostrar la necesidad de los euromisiles.La instalación de éstos, que esta comenzando, es sobre todo una medida política, mucho más que propiamente militar. Son muy significativas las noticias que acaba de publicar la Prensa norteamericana sobre las graves insuficiencias técnicas de los misiles de crucero: sus dispositivos de conducción sofisticada no están a punto; es dudoso que puedan atravesar los sistemas de defensa soviéticos. Como escribe el Herald Tribune del 25 de este mes: "Los misiles enviados a ultramar pueden reflejar un compromiso político a costa de su eficacia técnica". En todo caso, la instalación está en marcha; y asimismo la respuesta de la URSS. Reagan se encuentra en una situación nada fácil ante su opinión pública: recordemos que su argumento básico ha sido que los euromisiles son necesarios para compensar un desequilibrio en detrimento de EE UU provocado por los SS-20. Ahora las nuevas medidas anunciadas por Andropov deben crear un nuevo desequilibrio. ¿Qué va a proponer Reagan para responder a éste? ¿Más euromisiles? ¿Otras armas, más rápidas y precisas? ¿Cómo salir de una espiral de incremento sin fin de las armas nucleares?

El retorno soviético a la mesa de las negociaciones se convierte hoy en la necesidad más urgente para la paz del mundo. Es la única alternativa a una carrera de armamentos a tumba abierta. A un año de las elecciones presidenciales, éstas se convierten en prioritarias para Reagan ante cualquier problema, interior o exterior. Con la invasión de Granada ha dado una sensación de dureza, pero a la vez de eficacia, que le ha sido rentable ante su electorado. Pero ¿cómo reaccionará éste ante el nuevo aspecto que toma el problema de los misiles y el acercamiento del peligro al territorio de EE UU? A Reagan no le conviene presentar una perspectiva de rearme sin fin y de mayor inminencia de una guerra nuclear.

Pueden producirse interesantes repercusiones de las declaraciones de Andropov en su propio campo. Es significativo que el Politburó de la Unión Soviética se haya sentido obligado a hacer público a posteriori su apoyo total, cuando se supone que debía haber aprobado dichas declaraciones antes de que fuesen formuladas. En el seno del Pacto de Varsovia, Rumanía acaba de reiterar una posición propia, discrepante de las medidas anunciadas por Andropov. Se desprende de éstos y de otros indicios que una acción diplomática europea inteligente podría abrir vías hacia la superación de la actual, ruptura. El fracaso de Ginebra demuestra que el marco bipolar, encerrado en sí mismo, conduce al círculo vicioso. Para encontrar una salida hace falta que actúen otros factores; de ahí la importancia del papel que puede desempeñar Europa. Una serie de gobernantes, incluso entre los más favorables a la instalación de los euromisiles, se ha apresurado a pedir la reanudación de las negociaciones entre los dos grandes. Las declaraciones de Andropov permiten suponer que van a continuar las negociaciones START, y muchos especialistas consideran que la fusión de las dos negociaciones aumentaría las posibilidades de acuerdo. Pero Europa no puede limitarse a pedir que negocien los soviéticos y los norteamericanos. Nuevos lugares de discusión más amplios, como la Conferencia de Estocolmo convocada para el 17 de enero, podrían preparar, al menos, medidas que atenuaran las tensiones y que frenaran el proceso de rearme descontrolado en el que se está sumergiendo el mundo.

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