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La neutralidad española en la guerra mundial fue un estado de prebeligerancia a favor de los países del Eje

Historiadores analizan el pasado de la política exterior de España

El papel de España en la segunda guerra mundial no fue de neutralidad, sino de prebeligerancia, según una de las primeras conclusiones obtenidas en el simposio dedicado a España y la segunda guerra mundial que se ha celebrado en la Fundación Ortega y Gasset, en Madrid, desde el pasado jueves hasta ayer sábado, con participación de especialistas en este período histórico. Los participantes analizaron de forma documentada la historia de la política exterior española.

Al margen de las conclusiones finales, este encuentro de historiadores ha constituido una importante novedad, por cuanto se trata de la primera vez que se analiza de forma documentada la historia de la política exterior española. Los archivos del Ministerio de Asuntos Exteriores, ,abiertos por primera vez en 1977 para estas investigaciones, y la versión directa de algunos de los testigos presenciales constituyen las bases de las tesis presentadas en este simposio por los historiadores Angel Viñas, Antonio Marquina, Javier Tusell, Víctor Morales, José Durango, Tomás Mestre y Ester Sacristán.Las intervenciones de los participantes han coincidido en rechazar prácticamente todo lo publicado hasta ahora sobre el tema por carecer de base documental, como podría ser el caso de España tenía razón, del diplomático José María Dousinague, "donde se pretende justificar la neutralidad española en base a la literatura e intoxicaciones más absurdas", en opinión del historiador Antonio Marquina.

El resultado de las investigaciones ahora realizadas rechaza de plano la tesis de la neutralidad española y habla de un estado de prebeligerancia inicial en la que Franco no se unió a los países del Eje porque Hitler no asumió las peticiones de que Gibraltar fuera invadido por tropas españolas (tesis de Javier Tusell) y porque los aliados nunca consideraron la Península como un escenario importante (resultado de las investigaciones de Marquina).

Javier Tusell y Genoveva García Queipo de Llano han centrado su investigación en las relaciones entre España e Italia en 1939, al final de la guerra civil española y al comienzo de la contienda mundial. Italia, según estas investigaciones (en las que no han colaborado ni Raimundo Fernández-Cuesta, embajador de España en Roma, ni Serrano Súñer, pero en las que se ha contado con el diario del ministro neutralista Gómez Jordana como pieza fundamental), era el país más próximo al franquismo.

Uno de los descubrimientos históricos de Javier Tusell está en que Gómez Jordana, ministro de Asuntos Exteriores de Franco, era el único miembro del Gabinete cuya posición era claramente neutralista, dentro de una ideología liberal-conservadora más próxima al Reino Unido que a Alemania.

En el diario de Gómez Jordana se descubre que desde el comienzo de la contienda mundial, Franco tuvo un embajador oficioso ante Mussolini al margen de las vías diplomáticas: Fernando Canthal. Y que el embajador oficioso de Italia en España era el conde Ciano, cuñado del Duce, correo entre el líder fascista italiano y el general Franco.

Tusell explica que en el momento de la guerra, Franco se sorprende negativamente. "Quería un período de reconstrucción. Está montando el Estado falangista, muy claramente fascista". Por eso Franco tiene tres intentos de mediación, el más importante por iniciativa francesa, que se hacen en función de los intereses italianos. Es una política claramente favorable a Italia.

Pretensiones sobre Gibraltar

La vinculación con Italia es tal que cuando Mussolini entra en la guerra, Franco escribe al Duce y le dice: "Ya sabe usted que no estamos preparados, pero si ustedes entran en la guerra yo me convierto en no beligerante", fórmula inventada por Mussolini y equivalente a un preámbulo beligerante. Siguiendo con las pruebas encontradas por Tusell en su investigación, éste se refiere a las peticiones que Franco llega a Plantear a Hitler, primero en La Haya y después en Bordighera, a cambio de la incorporación de España a favor de los países del Eje. Franco pide, entre otras cosas, que Gibraltar sea invadido por tropas españolas. Respecto a los países aliados, el historiador Antonio Marquina mantiene que España no fue en ningún momento un escenario de vital interés dentro de la contienda mundial.Marquina habla de dos momentos en los que España -y, concretamente, toda la Península Ibérica- fue motivo de interés entre los aliados: cuando el Alto Estado Mayor estudia la posibilidad de invadir las Azores y a través de un intento de captación de generales para un golpe de Estado de carácter monárquico que resultó infructuoso. "El Alto Estado Mayor", cuenta, "seleccionó a 30 generales, a los que ofreció grandes sumas de dinero para que, una vez que triunfara el golpe, se pusieran de parte de los aliados. Pero, al igual que ahora, los generales nunca han formado un cuerpo monolítico y las divisiones entre ellos fueron constantes. Esta operación se inició en 1940, y en 1944 habían ya desaparecido todos los intereses sobre la Península Ibérica".

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