Ernesto Halffter y Eduardo del Pueyo, premios nacionales de Música
Los Premios Nacionales de Música 1982, dotados con un millón de pesetas, han sido concedidos por el ministro de Cultura, después de oída la comisión asesora al compositor Ernesto Halffter y al pianista Eduardo del Pueyo. En la disposición ministerial se destaca la continua aportación a la música española de Ernesto Halffter, así como "la universalidad de su obra". Del Pueyo ha merecido el galardón "por su densa y fecunda carrera como instrumentista y su indiscutible magisterio como pedagogo universalmente reconocido".
Los dos artistas pertenecen a la denominada indistintamente generación del 27 o de la República, pues ambos nacieron en 1905. Halffter ha declarado, a raíz de la concesión del premio, que "vive el año más feliz de su vida" y que, para él, esto significa "un estímulo para seguir trabajando y crear música mejor".Madrileño, descendiente de alemanes por vía paterna, Ernesto Halffter comenzó su carrera muy tempranamente, ya que en 1918 el pianista húngaro Fernando Ember estrenó en el Ritz los Crepúsculos para piano. Después causó sensación con Sinfonieta, premio Nacional en 1923.
El triunfo de esta partitura, que ponen en sus atriles los grandes directores, y el magisterio de Manuel de Falla contribuyen a la rápida fama del nuevo compositor, que, como aseguró don Manuel, "hace por intuición cosas que a los demás nos han costado años de estudio".
Falla al fondo
Tras Sinfonietta viene el ballet, entre rubeniano, popular y neoclasicista, Sonatina, dado a conocer por Antonia Mercé, La Argentina, de cuya partitura se desgajan dos páginas representativas del neoscarlattismo español, así como dos bellísimas canciones, sobre versos de Alberti, hijas de la misma síntesis ideológica.La Rapsodia portuguesa (1938) acusa otro rasgo muy halffteriano: su admiración por Ravel y su cercanía al grupo de los seis, clara en Marcha alegre, cuya edición ilustrara Dalí.
La adhesión y la identificación a la obra y la figura de Falla convierten a Ernesto Halffter en su continuador a la hora de ultimar Atlántida, cantata escénica sobre: Verdaguer que ocupó las horas útiles de media vida de Falla. Aparte del valor de ese trabajo en sí mismo, la compañía del hondo mensaje póstumo de su maestro inclina a Halffter hacia una serie de partituras de inspiración religiosa: Salmos, Canticum (a Juan XXIII), Elegía (al príncipe Polignack) y Gozos de Nuestra Señora, y Entreacto (todavía desconocido en España), para voz, mimo, danza, luminotecnia y orquesta.
Narciso Yepes y Markevitch estrenan con la RTVE el Concierto para guitarra y orquesta, la composición más importante de Halffter antes de su ingreso en la Academia de San Fernando, en el año 1973. Actualmente trabaja en una obra sobre Canarias, y tiene anunciada una cantata en homenaje a Manuel de Falla.
El olvido de España
Eduardo del Pueyo equilibra en su personalidad y muy en alto grado al profesor y al intérprete, al virtuoso y al pedagogo. A propósito de la concesión del Premio Nacional de Música ha declarado a Efe en Bruselas, donde vive y trabaja desde hace casi medio siglo, que se mostraba sorprendido porque pensaba que se le tenía en el olvido en España".Zaragozano, obtiene en Madrid el primer premio de piano en 1918, antes de estudiar en París con diversos maestros (Laparra, Bosch van Gravamoer). La presentación en la capital francesa de Del Pueyo (192 1) constituye un triunfo definitivo, al que siguen otros muchos, hasta que, en 1927, el artista decide encerrarse a trabajar profundamente parte del repertorio que le ha otorgado celebridad: las 32 sonatas de Beethoven, Iberia, de Albéniz, la obra de Claudio Debussy y prácticamente todos los conciertos del gran repertorio. Así, a mediados de la década de los treinta, Del Pueyo se instala entre los grandes del pianismo actual.
Su gusto y su saber pedagógico, unidos a su vigencia de intérprete, le convierten en catedrático del Conservatorio Real de Bruselas (1948), y más tarde, en profesor de la capilla real belga y del Mozarteum de Salzburgo.
El pianismo de Del Pueyo, divulgado en excelentes grabaciones discográficas es vigoroso y hondo, se sirve del virtuosismo técnico, pero poniéndolo siempre al servicio de un proyecto estético previo.
El Premio Nacional de Música lo concede el Ministro de Cultura a propuesta de una comisión asesora presidida por el director general de Música, José Manuel Garrido, y compuesta por Jordi Roig, presidente de Juventudes Musicales, el crítico musical José Luis Pérez de Arteaga, el compositor Miguel Angel Coria y el subdirector general de Música J. A. Campos.
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