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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El discurso de Reagan

LA ASAMBLEA de la ONU es, hoy por hoy, mucho más una plataforma de propaganda que un lugar efectivo para las negociaciones diplomáticas. El discurso de ayer del presidente Reagan es importante, en primer lugar, por la imagen que en él se dibuja de la actual política norteamericana. En ese orden, es evidente un cambio con respecto a recientes piezas oratorias del actual inquilino de la Casa Blanca. Reagan no ha salido a la palestra, como algunos preveían, tal un Júpiter tonante lanzando anatemas contra la Unión Soviética y repitiendo que es imposible llegar a ningún acuerdo con ella. Se ha esforzado por dar de sí mismo la imagen de un hombre preocupado por la paz, deseoso de buscar salidas que permitan descongestionar el problema que angustia hoy a la humanidad, el problema del rearme nuclear. Que tal haya sido la inclinación propagandística del discurso de Reagan es en sí significativo; está relacionado, sin duda, con el inicio del año electoral en EE UU. Reagan ha decidido, con toda probabilidad, entrar en la carrera, y le conviene, sin renunciar por ello a su política de gran palo en América Central, Cercano Oriente y otros lugares, presentar a la opinión pública una cara de negociador constructivo y amigo de la paz.Su declaración de que una guerra nuclear no puede ser ganada por nadie no hace sino confirmar algo que han dicho todos los especialistas en cuestiones de armamento; es la idea básica que inspira a los movimientos pacifistas, tanto en Europa como en América. Pero se advierte una contradicción esencial entre decir tal cosa y desarrollar, como está haciendo Reagan, los planes de nuevos armamentos nucleares, como el MX. Si los arsenales ya existentes, de un lado y de otro, aseguran la disuasión basada en la mutua destrucción, ¿para qué nuevas armas nucleares, más destructivas y más sofisticadas, sino para poder ganar en el caso de una guerra nuclear? Esta contradicción de fondo no queda aclarada en el discurso de Reagan. Caracteriza, en realidad, la estrategia de las dos superpotencias.

En cuanto a las tres propuestas concretas para las negociaciones de Ginebra, contenidas en el discurso del presidente de EE UU, es imposible juzgar si tienen mucha importancia y si de verdad representan un paso constructivo. Para ello sería necesario cotejarlas con los puntos precisos que están sobre la mesa de las conversaciones entre las delegaciones que encabezan, en Ginebra, Nitze y Kvitsinski. Y de eso la opinión pública europea no sabe nada. Conocemos propuestas lanzadas, hace unas semanas en Moscú, ayer en Nueva York, con mucho alarde de publicidad, pero la negociación real, concreta, está sometida a la ley del silencio.

En recientes declaraciones, Andropov propuso dos cosas que parecían importantes: computar las cabezas nucleares y no los misiles (recordemos que cada S S-20 tiene tres cabezas), y destruir (y no desplazar a Asia) los S S-20 que sobrasen de una equiparación con las armas inglesas y francesas. Por su parte, en su discurso de ayer, Reagan adelanta tres propuestas: una equiparación global entre la URSS y EE UU de armas nucleares de alcance medio, pero flexibilizando la relación entre las que estén instaladas en Europa o en Asia. La segunda idea es computar no sólo los misiles sino también los bombarderos portadores de armas nucleares. Como los soviéticos habían pedido esta inclusión hace tiempo, aparece como una concesión. Pero lo que resulta extraño, en este caso, es que algo que parece tan obvio sólo sea aceptado al cabo de años de negociación, porque el terrible poder destructivo de las bombas no desaparece cuando son lanzadas por avión. El tercer punto de las propuestas de Reagan consiste en aceptar que los Pershing 2 sean incluidos proporcionalmente en la eventualidad de una disminución de armamento nuclear mutuamente acordada. Conviene recordar que en la propuesta del paseo por el bosque, elaborada en el verano de 1982 por los señores Nitze y Kvitsinski, no se preveía la disminución de los Pershing 2, sino su supresión. La actual propuesta de Reagan se queda, pues, por debajo de aquel esbozo de proyecto de 1982 que la socialdemocracia alemana y otras fuerzas políticas europeas consideran aún como punto de partida posible para un acuerdo.

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Es sintomático que la delegación soviética haya decidido aplazar su intervención ante la Asamblea de la ONU. A primera vista, cabe considerarlo como un hecho positivo; puede responder al deseo de preparar, por lo menos, una respuesta concreta a un discurso que ha querido aparecer, independientemente de sus limitaciones y contradicciones, como un esfuerzo conciliador.

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