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TEATRO

El arte de narrar

Obra de arquetipos: se entiende que por deliberación, por decisión, por ejercicio. El boxeador noblote que, de pronto, descubre que todo es trampa; la vida, un engaño; la novia, huidiza; el combate, un tongo, y se rebela. Su segundo, sonado, reproducción de sí mismo en más bruto; el manager, tramposo, con la novia rubia masticadora de chicle, entre ingenua y caída; el aún más poderoso muñidor de combates y apuestas... El argumento es también sabido: el boxeador se niega al combate en el que ha de dejarse ganar, una vez que el desengaño se apodera de él; gira luego mentalmente para pelear y ganar, en contra de todas las órdenes. Y muere del disparo inevitable en el callejón.Lo que hace Fermín Cabal, que es muy buen autor de teatro, es demostrar su capacidad para narrar esta historia sin ninguna de las posibilidades que le ha dado siempre el cine: en un escenario único -el vestuario-, privándose de la clásica escena del combate, de las tramas secundarias: demostrar que el escenario tiene muchas más posibilidades narrativas de las que habitualmente se le extraen. Quedan definidos los personajes perfectamente, y sus diálogos son vitales, ágiles, llenos de humor y de tensión dramática. Evita, hasta cierto punto, que parezca una película doblada: le da características locales, aunque en España el boxeo no tenga hoy la fuerza que tuvo y el medio sea un poco distinto. Entra en el folletín y sabe salir de él. La posible trascendencia de la acción no va tampoco más allá que la del tópico peliculero: la explotación del hombre humilde, el trasfondo de engaño, la utilización por el dinero de personas como objetos. Si hay algo más no se ve. Es un ejercicio de estilo teatral, una demostración de que el teatro se puede hacer sin rigidez, sin acartonamiento, y de que el viejo arte de narrar, hoy tan olvidado o tan despreciado, sigue siendo válido. No siempre lo consigue, naturalmente. Hay apócopes, abreviaturas de cambio de personalidad, que son demasiado elementales; hay escenas embarulladas y justificaciones falsas de entradas y salidas; inverosimilitud dentro del realismo que se busca.

¡Esta noche, gran velada! Kid Peña contra Alarcón ¡por el título europeo!, de Fermín Cabal

Intérpretes: Jesús Puente, Santiago Ramos, Miguel de Grandy, Jesús Bonilla, Enrique Fernández, Licia Calderón. Escenografía y vestuario de Ramón Sánchez Prats. Dirección: Manuel Collado. Con la colaboración del Ministerio de Cultura. Estreno, teatro Martín, 25 de septiembre de 1983.

Ambiente tenso

Manuel Collado tiene el acierto de conseguir el ambiente tenso, dentro de un muy buen decorado de Ramón Sánchez Prats y con la asesoría del antiguo campeón Fred Galiana, y una interpretación muy uniforme, rápida y de frases bien colocadas. Se le va la mano en las escenas de más de dos personajes -sobre todo, en el segundo acto-, en el dibujo del poderoso, y no acierta a tapar las fisuras de la inverosimilitud. Acentúa el tópico de la situación y los personajes, y hace bien porque es un servicio al texto.El cuarteto central de intérpretes actúa muy bien. El diálogo esencial entre manager y púgil, Jesús Puente y Santiago Ramos, escena capital de la obra por parte del autor, está muy bien representado. Se trata de componer tipos, como queda dicho; de imitar no tanto una realidad directa, sino la realidad creada por el cine, y Santiago Ramos lo hace de una manera excelente, como está lleno de ese verismo especial Jesús Puente y las dos buenas creaciones de Jesús Bonilla y Licia Calderón. Fallan las figuras secundarias; por eso hay un bache con la entrada del promotor, hombre duro, al que la ironía o la burla del poder lo presentan como un enano, y, por un momento, toda la intención parece irse a pique.

La obra se sigue con mucho interés. Poco a poco se va convirtiendo en interés profesional, por el ejercicio dramático que supone; si se le pide más al teatro, se va uno con las manos vacías. Pero los espectadores del estreno utilizaron las suyas para aplaudir, y con mucho entusiasmo, en algunas réplicas, en algunos detalles de dirección y, desde luego, al final; una medida de los aplausos daría la mayor parte del éxito conseguido a Santiago Ramos y a Fermín Cabal.

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