Esperanza Roy: "La revista nos pone guapas"
Una catarata de plumones y marabús, un deslumbre de lentejuela y joya falsa. Esperanza Roy señala con la mano todo ese despliegue de lujo artificial y sonríe, reinona, dueña de sí, emperatriz del oropel:-¿Te das cuenta? ¿Comprendes por qué me gusta la revista? La revista nos pone guapas, hasta la que no lo es sale guapísima. Pero yo no me lo creo.
El camerino es chico, estrecho, pobre, como casi todos los camerinos de nuestros teatros. Es la trastienda en donde se cocina el simulacro, y, ¿qué mayor simulación que la revista? Por eso las paredes del cubículo están llenas de brillos y de plumas, el vestuario de la vedette, la espuma del escenario.
-El peor momento antes de un estreno es cuando te dan el vestuario. De repente te tienes que enterar de los cambios, aprenderte la ropa, las salidas. Es tremendo. Es un esfuerzo de memoria tan grande como si te estudiaras Shakespeare. Por eso yo digo que la revista es una escuela estupenda: me ha preparado al máximo para lo que venga.
Aquí está Esperanza, envuelta en algo que no sé si es batín o vestido, tocada con un turbante que no sé si es de la obra o para andar por casa, enjoyada con una decena de sortijas que -esto sí lo sé- son baratijas y forman parte de su caracterización. Esperanza es lista, tierna, divertida. También es vedette, es actriz, carne de estrella. Por eso, nada más verme, Esperanza ha empezado a hablar por su cuenta, a darme y construirme la entrevista. A medio camino entre la sinceridad y la actuación, entre el personaje y la persona. Del mismo modo que este camerino está a medio camino de la sordidez y el lujo oriental de los lamés colgados. De la misma manera que no sé si su ropa es suya o de escenario. Es la ambigüedad del espectáculo.
-Trabajar en revista te produce la fascinación de poder estar como con luz. Es decir, en las obras serias has de actuar en las sombras, como hacia adentro, conteniéndote. La revista, por el contrario, es la luz. Es todo para afuera, es la brillantez, es el exceso.
Esperanza empezó su carrera estudiando para bailarina clásica, "o sea, una cosa mona". Entró en la revista como bailarina de ballet: "Era más fácil, había muchas revistas y sin embargo como bailarina clásica no había salidas". Tenia entonces 13 años: lleva casi 30 en esta lucha.
-Te diré que me entusiasmaba el mundo de la revista, me entusiasmaba de verdad, pero me di cuenta de que quería expresarme más. Empezaron a darme papeles y entonces comprendí que lo que más me gustaba era hablar.
Fuera es otra cosa
Babelia
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