Las vacas lecheras
Cantaba el público con alegría, bullanga y rítmico palmoteo, al compás del trompeteo de las peñas, la vieja y nostálgica canción bien conocida de La vaca lechera. Por el ruedo andaban trastabillados los toros, del antaño famoso ganadero de las patillas, biznietos de aquel al que Joselito tomó de la mazorca de un pitón y que dio ocasión a las lágrimas de su criador al conocer la vergonzosa noticia. Las gentes se tomaban a chufla el hierro supuestamente terrorífico y celebraban con la canción infamante la sospechosa condición de los astados. Y, como se vio más tarde, tenían tazón los que, improvisaron este concierto melódico.Ninguno de los miuras lidiados en esta corrida tuvo fuerza y casta para hacer honor al prestigio de la divisa. El primero, de discreta presencia, no podía apoyar la mano derecha en el suelo. Corrido el turno para que saliera el cuarto, estuvo más tiempo por los suelos que de pie. En vista de ello, se decidió que Pastrana actuase en cuarto y sexto lugar, para ver si se encontraba, entre tanto, un segundo sobrero.
Plaza de Guadalajara
25 de septiembre. Última de feria.Toros de Eduardo Miura, inválidos, mansurrones. Rechazados primero y cuarto, en su lugar sobreros de Baltasar Iban, soso y flojo y de Atanasio Fernández, manso y reservón. Pepe Pastrana: Silencio. Un aviso con dos minutos de adelanto y silencio. José Luís Palomar. Vuelta. Palmas. El Soro: Silencio. Dos orejas y rabo. Pastrana actuó en cuarto y sexto lugar, para dar tiempo a buscar un sobrero.
Actuación de Pastrana
Pastrana salió en sustitución de Dámaso González, herido en su despedida a la afición barcelonesa. No ha tenido suerte, aunque ha buscado el triunfo con vehemencia y tesón. El de Baltasar Iban le punteó en el capote y pareció que iba a seguir el sendero de invalidez de sus anteriores oponentes. Pero se recuperó de la cojera en banderillas, aunque llegó sin fuerza a la muleta. Lo toreó por la derecha con maneras muy toscas y acabó con él de pinchazo y estocada que asomaba por la tripa.
El otro sobrero fue un toro basto que huyó de los puyazos y terminó a la defensiva. Quiso recibirlo de hinojos frente a toriles y al iniciar el farol resultó arrollado y aturdido. En el toro precedente, había arrebatado El Soro al público con su toreo bufo, histriónico y epiléptico y Pastrana estaba picado. Hizo un quite por gaoneras espeluznantes e intentó el toreo por la izquierda, sin llegar a dominar al toro. Lo mató tras múltiples intentos.
Luis Palomar ha pasado sin excesivo relumbrón, pero de él han salido las cosas de más calidad. Valiente y eficaz en banderillas, sobre todo en los pares al quiebro y sobrio y efectivo con la muleta en el segundo. En cambio, no entendió las querencias del quinto hasta el final de la faena.
Regala un rabo
Ya se sabe que El Soro no torea a los toros. Sus mejores faenas se las hace al público, al que torea de maravilla, con miradas atravesadas y boca torcida, mientras se contonea con rigideces de muñeco mecánico. En el tercero hizo el péndulo y dio banderazos por alto, pero en el sexto sacó del baúl todo su repertorio de trapazos medio tumbado, vueltas, saltos, rodillazos, desplantes esperpénticos y aspavientos de molino al garete. Aunque el asesor no quería, el presidente le regaló el rabo y en la vuelta al ruedo se vió envuelto por los peñistas que, en evidente imitación de sus colegas de Pamplona, se tiraban al ruedo a hacer sus gracias.Pepe Pastrana no fue afortunado en la tómbola de regalos de la presidencia, porque el del palco le envió un aviso cuando faltaban dos minutos y medio para la hora. Es seguro que el presidente no miró el reloj al inicio de la faena, lo que es impropio de quien debe presidir una corrida con seriedad. Menos mal que, sin contemplaciones, envió al corral la primera vaca lechera, aunque permitió que Pastrana estoqueara la segunda, que debió también ser retirada los corrales y que si no se hizo fue por la inutilidad de los cabestros y su mayoral.
Babelia
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