El doctor informático
Los ordenadores podrían sustituir algún día a los médicos actuales
En el libro La era posmédica, J. S. Maxmen no duda en predecir la desaparición de los médicos, afirmando que "en el siglo XXI los enfermos gozarán de una calidad de la asistencia nunca igualada, tanto desde el punto de vista técnico como humano, mientras que por primera vez en la historia los médicos habrán dejado de existir".En un tono más mesurado, M. Stamm se preguntaba, al comentar las Jornadas Francófonas sobre la Informática, organizadas en Ginebra por las universidades de esta ciudad y de Grenoble, si el ordenador no era ya más inteligente que el médico. Basaba esa interrogante en la capacidad indiscutible y casi inagotable de los ordenadores para afrontar los problemas del diagnóstico y el tratamiento; mientras el médico puede olvidar un signo diagnóstico esencial, una prueba de laboratorio concluyente o un método terapéutico decisivo, por su condición de ser humano falible, el ordenador debidamente programado no olvida nada.
La demanda informulada
Ante esa situación, cabe preguntarse qué busca el enfermo al dirigirse al médico y, ante todo, determinar si tras su demanda expresa de diagnóstico y de curación no está formulando otra de un carácter mucho más genérico y decisivo. En una sociedad que es cada vez más laica, y aún más en el fondo que en la apariencia, el médico se ve obligado a menudo a sustituir al sacerdote o al familiar digno de confianza y ha de resolver los problemas de sus enfermos luchando contra una inadecuación creciente entre un saber científico cada vez más complejo y técnico, y la demanda de pacientes angustiados que no se sienten a gusto en una sociedad dura, para los que la enfermedad es una especie de refugio.
Según estadísticas fiables, de cada tres enfermos que acuden al médico, dos lo hacen por padecer trastornos (jaqueca, úlcera de estómago o duodeno, lumbago, por ejemplo) en los que el componente psíquico juega un papel de primer plano. Por muy imperfecto que sea el médico, y por muy perfecto que sea el ordenador, esos enfermos no buscan una exactitud matemática en el diagnóstico o el tratamiento. Más bien desean encontrar un contacto humano, alguien que les comprenda y que les ayude a soportar las mil y una tribulaciones de la competitiva vida que hoy vivimos.
Uno de los grandes defectos congénitos, y tal vez el mayor, del sistema asistencial de la seguridad social española consiste en haber propiciado una relación médico-enfermo no sólo breve, sino tirante, porque los dos interlocutores se consideran obligados a aceptarse mutuamente, cuando justamente esa relación sólo puede funcionar bien cuando está basada en la libertad de elección.
No existe, pues, el riesgo de que el ordenador reemplace al médico si éste es capaz de responder, por formación y por vocación, a la demanda del enfermo, que en muchos casos no consiste en una receta ni en un costoso estudio escanográfico, sino sencillamente en hablar y en ser escuchado por un oído atento y comprensivo.
Euronet y otras ayudas
Dicho lo anterior, vale la pena subrayar también la asistencia que la informática presta ya al médico, que será cada vez más amplia a medida que se extienda el uso de los ordenadores individuales. Piénsese sólo en las enormes posibilidades que ofrece hoy la red Euronet, establecida por los países de la Comunidad Económica Europea, y a la que puede tenerse acceso por medio de un terminal de ordenador y un teléfono en forma sencilla, rápida y poco costosa. Entre las valiosas bases de datos de la red Euronet figuran las siguientes: Cancerlit, de publicaciones sobre el cáncer; Clinprot, de investigaciones sobre agentes anticancerosos; RTECS, repertorio de efectos tóxicos de las sustancias químicas, y BIAM, de información actualizada sobre los efectos de los medicamentos.
El ordenador individual no sólo permitirá al médico tener acceso casi instantáneo a bancos de datos que contienen, debidamente sistematizada, la información existente en miles de libros, sino que le servirá para determinar, por ejemplo, si un electroencefalograma o electrocardiograma es normal, y, en caso de que no lo sea, cuáles son sus alteraciones.
Esa función colaboradora del ordenador es ya percibida por el médico, y así, en Francia, en una encuesta organizada por la sociedad Sodimed, más del 60% de los médicos interrogados deseaban disponer de un ordenador que les permitiera conectar con bancos de datos médicos como los integrados en la red Euronet.
También están apareciendo ya, y tendrán sin duda un gran futuro, los ordenadores capaces de cierto razonamiento, que a partir de un determinado conjunto de signos y síntomas proponen un cierto número de diagnósticos posibles e indican las pruebas radiológicas o de laboratorio que han de efectuarse para corroborar o excluir un diagnóstico dado. Existen ya en Estados Unidos programas de ordenador destinados a resolver los arduos problemas de diagnóstico y tratamiento de determinadas afecciones, como el glaucoma.
La entrada de la informática en el quehacer cotidiano del médico le dará un instrumento casi infalible, pero no le quitará nada del deber y del privilegio más altos de su profesión: el contacto humano, que tanto necesita el enfermo para dejar de serlo.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.