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África del Sur quiere imponer sus 'soluciones' en Namibia al margen de las recomendaciones de la ONU

Debido a un entendimiento entre la Administración Reagan y el Gobierno del primer ministro P. M. Botha, el compromiso surafricano de retirar sus fuerzas del territorio y dejar paso a una fuerza de paz de las Naciones Unidas depende ahora del resultado de unas inconexas negociaciones que Washington ha estado manteniendo con el Gobierno del presidente José Eduardo dos Santos en Angola para la retirada de su país de las tropas cubanas.Desde que esas conversaciones se iniciaron el pasado año, los diplomáticos norteamericanos han mirado más hacia Angola que hacia África del Sur en relación con la cuestión de Namibiá.

Un reciente decreto que establecía un Consejo de Estado es, de momento, la muestra más clara de que África del Sur no espera tener que cumplir con su compromiso namibio en un futuro próximo, a pesar de las demostraciones optimistas que periódicamente hace públicas el Departamento de Estado.

JOSEPH LELYVELD (NYT), Windhoek

R., Madrid

El Consejo, que es nombrado más que elegido, solamente, tendrá poderes para hacer recomendaciones al administrador general, el oficial que ha estado gobernando directamente el territorio desde la dimisión en enero de un Consejo de Ministros originariamente apoyado por Pretoria y posteriormente desdeñado como insuficientemente representativo.

Según el decreto, el nuevo cuerpo dispondrá de entre seis meses y un año para plantear sus sugerencias sobre cómo ha de ser administrado el territorio "hasta la consecución de la independencia". En otras palabras, el decreto parece apuntar hacia el establecimiento de un Gobierno provisional a finales de 1984 o incluso 1985, en vez de hacia una transición por la independencia.

Los representantes surafricanos califican de "muy abierto" al proceso por ellos diseñado, haciendo hincapié en su interés por promover la democracia namibia, pero no han conseguido eliminar las sospechas entre los políticos locales de que están intentando encontrar una alternativa al plan de las Naciones Unidas. "En este país la palabra democracia está siendo asesinada por gente que nunca ha vivido en un estado democrático", protestó Andreas Shipanga, líder de un grupo disidente denominado Demócratas de SWAPO, que se originó a partir de una purga de la Organización Popular de Suráfrica Occidental, el principal grupo de la resistencia conocido como SWAPO (Organización Popular del África del Suroeste).

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Shipanga, que ha rechazado varias invitaciones para integrar el nuevo Consejo, se refería a los representantes surafricanos. Los salarios que se ofrecen a los políticos del territorio son tales que no pueden considerarse otra cosa que un auténtico soborno", acusó.

El doctor Willie van Nierkerk, un ginecólogo especializado en la corrección quirúrgica de defectos de nacimiento, que fue nombrado administrador general hace seis meses, se ha mostrado especialmente interesado en cortejar a políticos negros tales como Shipanga, que habían boicoteado el último Gobierno apoyado por Suráfrica. Pero lo que ahora sí parece cierto es que el nuevo Consejo va a ser parcialmente representativo de los más de 27 grupos políticos que ejercen como partidos, en un territorio con una población de poco más de un millón de habitantes.

Janie de Wet, del Partido Nacional, de derechas, que tiene el apoyo de la mayoría de los 70.000 blancos que todavía permanecen en el territorio, señaló el fallo del administrador general y de sus ayudantes al no poder atraer al Consejo a ningún político representativo de los ovambos, el grupo étnico que compone algo más de la mitad de la población. "Si se quiere conseguir una representación aceptable", dijo, "no queda otro remedio que contar con la participación de los ovambos".

Si llega a tomar cuerpo, el Consejo quedará inevitablemente dominado por la alianza democrática Turnhalle, una agrupación multirracial de partidos con base étnica que Botha quiso reformar el pasado año cuando se vio claramente que su apoyo estaba decreciendo. Dirk Mudge, el líder blanco del grupo, juró que se convertiría en un "movimiento de liberación" después de haber dejado el cargo en enero, pero ni su postura ni su liderazgo han cambiado notablemente. La aparente impotencia de Suráfrica en sus intentos políticos contrasta fuertemente con la dominante posición militar conseguida en la frontera norte, donde el SWAPO desarrolla una guerra de guerrillas de baja intensidad.

Depresión económica

En el resto del país, donde la guerra se siente tan sólo indirectamente, la sequía, la baja de los mercados de minerales y la incertidumbre política han producido una depresión económica. La concesión de diamantes de la costa atlántica llegó a producir el 35% de los ingresos del país, pero el pasado año supuso solamente el 4%. Sin embargo, los gastos del Gobierno han seguido subiendo, debido en gran parte a los efectos del apartheid, que ha llevado a la creación de autoridades gubernamentales distintas para cada grupo étnico. Plagados por los escándalos y un crecimiento incontrolado de la burocracia, el costo de esos denominados gobiernos de segunda fila creció este año en un 64%.

Kenneth Abrahams, líder del pequeño partido independentista de Namibia, considera a la Administración de Van Niekerk como de "Gobierno permanentemente provisional", una frase a la que él encuentra unas siglas muy acertadas (Permanent Interim Government, cuyas siglas serían PIG, que significa cerdo en inglés).

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