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Tribuna:TRIBUNA LIBRE
Tribuna
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La Universidad Iberoamericana Príncipe de Asturias / 1

El autor subraya la necesidad de fomentar una investigación original, única forma de alcanzar un conocimiento nuevo. Tras saludar la creación de la Universidad Iberoamericana Príncipe de Asturias, sugiere que esta debería huir del modelo clásico y crecer en torno a institutos de estudios avanzados que de la oportunidad de completar estudios de doctorado a jóvenes provenientes de toda la comunidad iberoamericana.

MARIO BUNGE

GASOLIBA

Saludo con alegría la generosa e imaginativa iniciativa de la Fundación Principado de Asturias de constituir la Universidad Iberoamericana Príncipe de Asturias. Opino que éste es un espléndido sueño realizable. Pero también creo que, a menos que se dé prioridad absoluta al talento del creador y a la investigación original, se terminará produciendo una universidad mediocre más, de las que ya tenemos demasiadas en la comunidad de naciones iberoamericanas. Me explicaré.Bajo nivel de investigación

A mi juicio, el problema más grave que afrontan las universidades españolas e hispanoamericanas es su bajo nivel de investigación original. Es verdad que ocasionalmente se encuentra un investigador, o aun un equipo de investigadores, pero la enorme mayoría de los profesores difunden conocimientos sin crearlos ellos mismos. Al no ser creadores, sus enseñanzas rara vez están al día y en ocasiones son totalmente erradas. Yerran principalmente en inculcar la creencia de que la ciencia, la técnica y las humanidades están enterradas en hojas impresas y en lecciones magistrales, no en cerebros curiosos, críticos y dispuestos al diálogo. No es que falte talento creador en nuestros países, sino que se lo desperdicia, deforma o exporta.

Como consecuencia de la escasez de investigación original en las universidades iberoamericanas, los jóvenes que desean cursar estudios de doctorado lo hacen en condiciones precarias o se ven obligados a ir al extranjero. Pero hoy día los estudios universitarios en el exterior son muy caros y las becas para extranjeros muy escasas.

Por ejemplo, en EE UU la sola colegiatura en una universidad de primera categoría cuesta unos 9.000 dólares por año, a lo que hay que agregar al menos 6.000 dólares anuales para gastos personales. Dado que los estudios de doctorado duran en promedio cuatro años, hay que contar con un mínimo de 60.000 dólares para poder doctorarse en EE UU. Los gobiernos de los países iberoamericanos no disponen de dólares para esto, ya que están endeudados, sobre todo porque suele interesarles más las armas que los cerebros.

Es, pues, muy oportuna la iniciativa de la Fundación de planear una universidad iberoamericana que de la oportunidad de completar estudios de doctorado a jóvenes provenientes de todos los miembros de la comunidad iberoamericana. Desde luego que no se trata de crear una universidad de la noche a la mañana. Las universidades no se hacen por decreto ni a fuerza de dinero y administración, sino que crecen gradualmente, como las plantas y los poemas.

Proceder por etapas

¿Qué hacer si no es aconsejable largarse de cabeza a construir una universidad? Opino que habría que proceder por etapas, comenzando por formar un núcleo de condensación compuesto por escuelas de estudios avanzados. ¿Por qué? Porque no hay auténticos doctorados sin investigadores capaces de investigar por su cuenta, de proponer problemas originales y de dirigir investigaciones susceptibles de producir conocimiento nuevo.

La principal misión de semejantes escuelas de estudios avanzados sería, pues, producir conocimiento nuevo, y hacerlo en algunos capítulos selectos de las ciencias básicas (naturales y sociales), la tecnología y las humanidades.

En las disciplinas teóricas la producción podría comenzar en cuanto se consiguiese incorporar a investigadores en plena producción. Permítaseme traer a colación un ejemplo que me toca de cerca.

El ejemplo de Beck

En junio de 1943 llegó a la Argentina el doctor Guido Beck, un refugiado de la guerra. Fue llamado por el doctor Enrique Gaviola, eminente astrofísico, entonces director del Observatorio Astronómico Nacional, ubicado en Córdoba. A los tres días de llegar Beck me puso a trabajar en un problema de física nuclear teórica, y a los seis meses celebraba la primera reunión de física teórica en la historia del país.

A los dos años de llegar, Beck ya tenía media docena de jóvenes trabajando en sus tesis doctorales, y ya funcionaba regularmente la Asociación Física Argentina. Ésta, que fundamos una veintena de personas en un café de La Plata, llegó a tener 700 socios. Cuento esto para sugerir que un par de individuos sobresalientes, en este caso Beck y Gaviola, pueden cambiar rápidamente el panorama científico de un país, incluso al margen de las universidades o aun pese a la oposición de éstas, como ocurrió con mi maestro.

Una vez congregada una pléyade de investigadores de reputación internacional no habrá dificultad en atraer, casi sin publicidad, a licenciados deseosos de emprender la vía de la investigación original, así como a jóvenes doctores en busca de guías experimentados para continuar sus trabajos.

Es preciso evitar a toda costa copiar el modelo tradicional de universidad: me refiero a la universidad predominantemente profesionalista, centrada en el derecho, la medicina y la ingeniería, y totalmente ajena a la investigación original. Será mejor, y mucho más barato, que la universidad que se planea crezca en torno a institutos de estudios avanzados que sobre la base de facultades profesionales.

La organización de los núcleos de investigación de la Universidad Iberoamericana Príncipe de Asturias será motivo de otro artículo.

Mario Bunge, filósofo y físico, fue galardonado con el Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades en 1982. Es autor de más de 300 publicaciones científicas y filosóficas. Actualmente es profesor de Filosofía y director de la Foundations and Philosophy of Science Unit de la universidad McGill, Montreal.

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