Un mal liderazgo en evidencia
Dicen que “la ropa sucia se lava en casa”, pero el presidente Gustavo Petro decidió hacerlo en público al transmitir su consejo de ministros en horario triple A. Nada logra explicar el daño político autoinfligido
Es difícil entender las razones que tuvo el presidente Gustavo Petro para emitir por televisión un consejo de ministros en medio de una crisis interna que se hizo mayor al ver en vivo y en directo los enfrentamientos entre los funcionarios más cercanos. El presidente argumentó que buscaba transparencia y que tomó la idea de algo que vio hace años en Cuba. Algunos han especulado sobre la posibilidad de que hubiera sido una estrategia política para lanzar algún precandidato o que buscaba deliberadamente depurar el gabinete. Nada de ello logra explicar el daño político autoinfligido. Se confirma una vez más que el mejor opositor a su Gobierno es el mismo presidente.
El consejo de ministros en televisión mostró las debilidades de un líder que buscó en todo momento disociarse del equipo para descargar culpas y responsabilidades en los otros y no asumir lo que le cabe como jefe de Gobierno. Una reunión con dificultades en la conducción, que comenzó con un monólogo de hora y media del presidente Gustavo Petro, en su estilo discursivo lleno de digresiones, lugares comunes, referencias literarias y emocionalidad, en el cual dijo que no han cumplido los compromisos adquiridos y que al presidente no le hacen caso en el Gobierno. Es el reconocimiento de un liderazgo con serios problemas.
Las peleas en torno a los nombres de Armando Benedetti y Laura Sarabia, funcionarios cuestionados por la vicepresidencia Francia Márquez y varios ministros, es lo que más se ha comentado en las últimas horas, porque mostraron que hay un Gobierno dividido y porque fueron los momentos emocionales, los más calientes. Sin embargo, lo más grave fue tener una evidencia de seis horas sobre las dificultades gerenciales y de manejo del presidente. Las peleas no son nuevas, porque no es extraño que haya diferencias en los equipos y son frecuentes los pequeños o grandes enfrentamientos en todos los gabinetes, porque los funcionarios del alto Gobierno suelen tener sus propias aspiraciones y agendas políticas. Lo nuevo en este caso es que el presidente tomó la decisión de transmitir al país en horario triple A esas dificultades. Dicen “la ropa sucia se lava en casa”; el presidente decidió hacerlo en público y se gastó mucho capital político al hacerlo.
Así como cuesta entender en qué momento el presidente consideró que era una buena idea esa transmisión, es aún más difícil asumir las razones por las cuales el episodio termina con la renuncia de Jorge Rojas después de solamente seis días en la Dirección del Departamento Administrativo de la Presidencia (DAPRE), mientras que Armando Benedetti queda atornillado en su cargo después de la emotiva defensa que hizo de su nombramiento el jefe de Estado. Ni las lágrimas de la ministra Susana Muhamad, ni la vehemencia de la vicepresidenta Francia Márquez, ni lo dicho por Gustavo Bolívar, Augusto Rodríguez y Alexander López, entre otros, sobre el error de tener en puestos claves a Benedetti y a Sarabia fueron suficientes para que el presidente entendiera que mantenerlos en sus cargos le está pasando una factura inmensa.
Jorge Rojas es uno de los escuderos más cercanos del presidente desde la época de la alcaldía. En el momento de organización del Gabinete inicial, cuando el presidente asumió el poder en agosto del 2022 resultó incomprensible que lo mandara al servicio diplomático cuando su tarea, según consideraban muchos analistas, era estar en el círculo cercano. Ahí llegó dos años y medio después como director del DAPRE, pero no logró completar una semana en su nuevo puesto. La decisión del presidente de dejarle a Benedetti el manejo político del despacho dejó sin poder y sin manejo a un Rojas que tuvo como mayor logro la conducción del consejo de ministros televisado. Terminada esa ingrata tarea presentó su renuncia irrevocable, como lo hizo también Juan David Correa, el ministro de las Culturas, las Artes y los Saberes.
Algunos de los ministros se esforzaron por mostrar logros y fue interesante conocer varias de las metas trazadas y proyectos ambiciosos e importantes para el país. Sin embargo, los funcionarios que querían presentar sus ejecuciones y planes fueron interpelados por el presidente para llenar de divagaciones la sesión. Todo quedó opacado por las peleas y el desorden de una reunión que al final no fue clara ni siquiera en el objetivo que tenía: consejo de ministros, rendición de cuentas o alocución.
“La locura puede hacer revoluciones”, dijo el presidente en su defensa de Armando Benedetti al compararlo con Jaime Bateman. Una dosis de locura hubo en las seis horas de la insólita reunión en la que también hubo sensatez, menos comentada, pero estaba ahí. Si se analiza el encuentro más allá de las peleas, es claro que hay algunos funcionarios capaces que se esfuerzan y quieren acertar en medio de los errores de un presidente con dificultades para liderar y conducir un barco que todavía navega, por fortuna, a pesar de su timonel.
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