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FERIA DE BILBAO

El toro de color albero

ENVIADO ESPECIALSalió un toro que llevaba en su pelaje el muestrario de color de las distinas arenas que cubren los más importantes ruedos del estado de las autonomías. Era castaño aldinegro, o diríamos listón lombardo, hermoso, aunque no guapo porque se le apreciaban bastedades que desdicen la estampa ideal del toro de lidia. Pero tenía bellísima la capa y solo faltaba sol para que luciera en todo su esplendor. El listón repetía ese inconfundible color luminoso del albero de La Maestranza; la zona lombarda, el más tostado del ruedo de las Ventas; los oscuros bajos, el piso de Bilbao.

La arena bilbaína seguramente no proviene de Alcalá de Guadaira. Más bien será de la cercana área fabril, porque se la aprecia acarbonillada. A los toreros en general no les inspira, y a los de Andalucía, les sobrecoge. Cuando desde el portón de cuadrillas asoman la nariz por encima de la barrera para atisbar el panorama les agrede el luto de ruedo y exclaman: iosú!

Plaza de Bilbao

24 de agosto. Cuarta corrida de feriaCuatro toros de Muteira Grave, y cuarto y quinto de Ortigao Costa; con trapío, deslucidos. Ruiz Miguel. Estocada caída (oreja). Estocada delantera baja y descaballo (vuelta). Julio Robles. Pinchazo hondo caído, tirando la muleta (pitos). Pinchazo bajísimo, otro hondo, descabello -aviso con retraso- y siete descabellos más (Silencio). Yiyo. Pinchazo y estocada corta baja (pitos). Pinchazo y bajonazo (silencio).

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Así va la fiesta

Tiene Bilbao un clima recio y unas solemnidades catedralicias que a los toreros les ponen los pelos de punta. La banda, que es sonora y bien conjuntada, se luce antes de comenzar el paseíllo pero aborda temas de cierta profundidad, y con tal alma, que los toreros se echan a temblar. Algunos creen que tocan a funerala.

El plomizo cielo, el chirimiri, los paraguas, la música abacial, la negra arena y los carifoscos toros que salen como salen, no componen ambiente de fiesta para las cuadrillas, sino tenebroso presagio. Los toros de ayer estaban a tono con el escenario. Tenían trapío. Tenían arboladura apabullante, rematada en cornalonas astas, agresivas, vueltas y astifinas. No eran toros de poder, pero tampoco se caían y ésta es importante novedad. En cambio, carecían de la casta que debe ser connatural al toro de lidia, y sus deslucidas embestidas hacían difícil el toreo.

Por fortuna, encabezaba la terna Ruiz Miguel, que es especialista en burlar y hasta dominar ganado de este tipo, y así hizo a lo largo de una actuación voluntariosa y valiente. Incluso estuvo Ruiz Miguel más reposado que en otras ocasiones, principalmente en su primer toro, cuya falta de fijeza supo resolver encelándole con temple. Construyó una buena faena, técnicamente interesante, y solo al final la dedicó a la galería, con un par de circulares citando de espaldas, de esos que décadas atrás llamaban "el reloj". Al cuarto le provocó la arrancada por el procedimiento del zapatillazo, hizo regates, aceleró el ritmo de los muletazos y sacó los pases que de otra forma no habría admitido la descastada condición del toro.

Toros broncos

Segundo y tercero eran broncos, de los que desarrollan sentido, y tanto Julio Robles como Yiyo los trastearon para cuadrar, lo cual no fue del agrado de los vizcaínos, que pueden perdonar cualquier vacío artístico, pero no el absentismo laboral. Al quinto, aquel toro color albero de preciosa capa, también de mucha romana, Julio Robles le toreó aliviándose con el pico, la muleta atrás, sin aparente decisión para ligar los muletazos. Se comportó Julio Robles como un consumado pegapases, estuvo pesadísimo y en nada recordaba al torero de clase que ha obtenido triunfos legítimos esta temporada.El sexto se quedaba en el centro de la suerte, no tenía fijeza. Yiyo, que está en un espléndido momento, se empleó a fondo, arriesgó el físico, probó las embestidas por los dos pitones, sacó todos los medios pases que tenía el toro y los que no tenía también. Era imposible hacerlo mejor con aquella mole, sobre la embarrada negrura, bajo el tétrico nubarrón, y la banda quiso premiarle atacando otra de sus imponentes composiciones. Estremecidos abandonamos la plaza y los toreros también. Bilbao, curiosa feria.

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