Puntualiza Reol Tejada
El pasado día 2, en su periódico se publicó un artículo titulado Los medicamentos esenciales, en el que su autor quiere ver una relación entre mi actual trabajo en Farmaindustria y mi gestión al frente de la Dirección General de Ordenación Farmacéutica, cargo en que cesé, a petición propia, en 1978, hace cinco años. Por una vez, y para que no pueda pensarse que quien calla otorga, voy a salir al paso de tal comentario. En lo sucesivo remitiré la cuestión a las instituciones dedicadas a juzgar agravios públicos, cuyos autores son, además, plenamente conscientes de la falsedad de sus afirmaciones.Los hechos y los números son la mejor defensa de mi gestión en la administración sanitaria. Dos datos: durante mi época se redujo a la mitad el número de especialidades farmacéuticas presentes en el mercado español, y el gasto de la Seguridad Social en medicamentos se situó en los niveles más adecuados. Así consta en todas las estadísticas oficiales. El actual ministro de Sanidad y altos responsables del ministerio han elogiado públicamente mi gestión -incluso en el Congreso de los Diputados-, en loable actitud que yo agradezco mucho.
El interés por encontrar un buen conocedor del sector farmacéutico, con una concepción global y objetiva del mismo, sin ninguna relación particularizada, por legal que fuese, y la alta consideración por mi parte que la actitud de Farmaindustria me ha merecido siempre, por ser tan firme defensora de los valores e intereses que representa como decidida partidaria de todo aquello que signifique mejorar la calidad, seguridad y eficacia de los medicamentos, han sido los factores determinantes de mi actual ubicación en la Corporación Industrial Farmacéutica.
La democracia es transparencia; por eso en la administración sanitaria hay ahora eficaces y honestos gestores públicos que antes trabajaron en el sector privado; y en éste, otros que ejercimos con rigor y ética cargos públicos con anterioridad. Quienes, por razones que ellos sabrán, se automarginan y practican un intolerable terrorismo informativo, que busca la descalificación personal y el deterioro de las instituciones públicas y privadas, demuestran así su falta de i razón y sus intenciones desestabilizadoras. /
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