_
_
_
_
Espectacular auge de las actividades del KGB en Occidente/2

La microelectrónica militar, objetivo del espionaje de la URSS

La fuga de avanzada tecnología occidental aplicable a usos militares hacia los países del Este, a pesar de la cuarentena a que está sometido este tipo de material por parte de las autoridades norteamericanas y de los países de la OTAN, supone una elevada cántidad de millones de dólares al año. Intrincadas redes de firmas ficticias y oscuros agentes comerciales operan a través de países libres de toda sospecha para conseguir un material que, según el Gobierno norteamericano, ha permitido satisfacer, por ejemplo, el 100% de las necesidades soviéticas de microelectrónica para usos militares o el 50% de todas sus necesidades microelectrónicas.

Todos los años desaparecen millones de dólares en alta tecnología occidental para usos Miilitares tras las fronteras de la Unión Soviética y sus aliados. En algunos casos, los métodos del Pacto de Varsovia para obtener tal material son tan efectivos que estos equipos son incluso devueltos a Occidente para ser reparados en secreto.Las leyes norteamericanas y los acuerdos de la OTAN prohiben el tráfico de tales sofisticados equipos microelectrónicos y ordenadores, pero la cantidad que llega al Este es sorprendente, según los expertos occidentales en espionaje.

Una gran parte se consigue, según estos especialistas, mediante firmas ficticias y agentes comerciales que participan en la obtención de esta tecnología. Esta actividad es considerada como la labor principal del Comité para la Seguridad del Estado Soviético (KGB), de la Agencia de Espionaje y Seguridad Interior de la URSS, y de la GRU, su equivalente militar.

Su forma de operar queda bien ilustrada por el caso de Jean Didat, un transportista del aeropuerto de Orly, en París. Didat realizó varios viajes enormemente complicados, el más osado de los cuales fue viajar a Arristerdarrí para entregar un avanzadísimo equipo microelectrónico de fabricación norteamericana, mercancía estratégica con un peso superior a la tonelada que los rusos habían enviado secretamente de vuelta a Occidente por avión, desde Moscú, para su mantenimiento.

Ida y vuelta

Conocer lo que pasa fuera, es entender lo que pasará dentro, no te pierdas nada.
SIGUE LEYENDO

Según los expertos occidentales, la mayoría de las mercancías corresponden a listas de compra precisas suministradas por las agencias de espionaje soviéticas.

La intensidad del programa del KGB es tal que se dice que la Agencia Central de Inteligencia (CIA) ha formado una organización interna especial para tratar de las transferencias tecnológicas.

El informe decía que la adquisición de cientos de unidades de equipos microelectrónicos occidentales, por valor de cientos de millones de dólares, ha permitido a la Unión Soviética construir la industria básica para el desarrollo de sistemas sofisticados de armamento en las próximas décadas.

Didat, estimó que su pequeña oficina de Orly había traficado con mercancías por un valor entre los 20 y los 25 millones de dólares anuales durante varios años de comercio con la Unión Soviética y Checoslovaquia. En su mayor parte se trataba de material norteamericano de alta tecnología, conseguido mediante una complicada serie de firmas postales de Liechtenstein y Suiza, documentos falsificados, comprados y sustraídos, y enormes sumas de dinero.

En su particular interpretación de las leyes francesas, Didat dijo que sus transportes, el envío de embalajes marcados como equipos eléctricos de un lado a otro, eran legales.

Grupos paralelos

La firma para la cual trabajaba Didat, Cotricom, en la cual, según el registro mercantil de París, era accionista mayoritario un tal Armori, servía como transportista a dos grupos paralelos en Francia y Suiza.

Tanto la rama francesa como la suiza trabajaban sobre el principio de que la alta tecnología norteamericana puede comprarse legalmente y con relativa facilidad en el mercado libre de Estados Unidos y transportarse a comerciantes aparentemente honrados de Europa occidental sin demasiadas dificultades.

Desde finales de los años setenta, dijo Didat, Almori "recibió pedidos de los rusos y de los checos". Los rusos, o quien quiera que fuese, le pagaban por medio de cuentas en Suiza y en la República Federal de Alemania. Pero él no es ningún caso especial. Hay cientos de suministradores como Almori".

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_