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Obiang, en la Moncloa

Habría hecho falta todo el talento del desaparecido Buñuel para filmar ajustadamente la película de la visita del presidente de Guinea Ecuatorial a la antigua metrópoli. En el palacio del presidente español no funcionó el protocolo ni los servicios de seguridad, y los gorilas guineano . s sacaron el pistolón para escoltar a su jefe durante la entrevista, como si al fondo de la misma, en vez de tapices de Goya, estuvieran palmeras de Mogambo.El objeto de la discusión hubiera tenido en Valle-Inclán un guionista entusiasta: salvar la vida de un rebelde al que se entregó bajo palabra de honor y por el que ahora se pide dinero. El Gobierno español ha tenido que pagar de nuevo lo que no supo defender en su día y Obiang, desconfiando de todo y de todos, vuelve a su país a convencer a los jefes del clan Mongomo de que las contrapartidas conseguidas son un argumento poderoso para no devorar las vísceras de Micó.

Atrás quedan las zafiedades tercermundistas de algunos asesores monclovitas, y la asombrosa imagen del presidente del Gobierno de la undécima potencia industrial del mundo que tiene que acudir personalmente a contener a los guardaespaldas guineanos. Por delante, un futuro que es pura incógnita.

31 de julio

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