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Tribuna:TEMAS DE NUESTRA ÉPOCA
Tribuna
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"La clave del desarme está en Moscú"

I. En 1983 habrá que decidir -sin más dudas- cómo hacer frente al peligro de las armas nucleares soviéticas de alcance intermedio contra Europa, bien negociando una reducción de su capacidad ofensiva o respondiendo a su aparentemente ilimitada acumulación de armamento con una limitada modernización del occidental.Por consiguiente, lo natural y lo que demostrará que se toman en serio los asuntos de seguridad será que la doble decisión de la OTAN sea debatida a todos los niveles del país, y no sólo dentro del Bundestag.

Este debate afecta también al compromiso de nuestro país respecto a la decisión adoptada conjuntamente por los ministros de Exteriores y Defensa de los países de la Organización del Tratado del Atlántico Norte el 12 de diciembre de 1979.

Así pues, conviene recordar cuál fue en realidad la decisión que se tomó en aquella fecha y cuáles fueron sus antecedentes.

Como se sabe, en diciembre de 1979 la Alianza decidió que no podía seguir tolerando la amenaza que para la Europa libre y democrática representaban los misiles soviéticos con base en tierra, agravada por el despliegue de los nuevos misiles SS-20 de tres cabezas nucleares, dotados de mayor movilidad y precisión, y de los bombarderos de respuesta inmediata y alcance intermedio. En 1979 Occidente no contaba con nada equivalente a los 600 misiles soviéticos de alcance intermedio, con sus casi 900 cabezas nucleares. En la actualidad, la Unión Soviética dispone de un total de más de 350 misiles SS-20, con más de 1.050 cabezas nucleares, mientras que la posición del lado occidental no ha variado.

Este creciente monopolio regional de las armas nucleares soviéticas de alcance intermedio amenazaba con separar a Europa occidental de Estados Unidos; así, la estrategia defensiva occidental perdería credibilidad y, por consiguiente, efectividad. Esta situación ponía en evidencia el peligro de que Europa occidental resultara cada vez más vulnerable al chantaje político ejercido por la Unión Soviética; gracias a su inmenso y hegemónico potencial, cabía temer una creciente amenaza para la seguridad y la cohesión de la Alianza en su conjunto.

Esta amenaza, que no había sido provocada por ninguna medida armamentista ni ninguna otra demostración militar por parte de Occidente, exigía una respuesta de la Alianza si ésta no quería arriesgar su propia unidad y seguridad. La reacción convencional hubiera sido responder a esta acelerada acumulación de armamento soviético con un esfuerzo paralelo equivalente, es decir, nivelando ese desequilibrio con misiles del mismo tipo.

Sin embargo, la OTAN decidió no dar un nuevo giro a la espiral armamentista. En su lugar resolvió responder al creciente potencial soviético de forma restringida, a saber, con un máximo de 572 misiles crucero, con base en tierra -ground launched cruise missiles (GLCM)-, y misiles balísticos Pershing 2 de una sola cabeza, y cuyo alcance se mantuvo deliberadamente corto. Además, la OTAN decidió que por cada cabeza nuclear de los misiles norteamericanos de alcance intermedio estacionada en Europa se retiraría otra, y que como medida unilateral se retirarían 1.000 cabezas nucleares norteamericanas de Europa. Esta última decisión se llevó a cabo ya en 1980.

La OTAN evitó responder al incremento del armamento soviético con una modernización incondicional. En su lugar -y esta es la característica excepcional de la doble decisión- la OTAN combinó la modernización de su armamento con una propuesta de negociación. En otras palabras, paralelamente a la decisión de modernizarse ofrecía una negociación que haría total o parcialmente superflua tal modernización: totalmente superflua, de producirse una mutua renuncia de todas las armas nucleares de alcance intermedio soviéticas y norteamericanas. Parcialmente superflua, en el caso de llegarse a un acuerdo transitorio equilibrado como primer paso hacia la mutua opción cero.

Hasta el momento la Unión Soviética no ha correspondido a la moderación de que ha hecho gala la OTAN. En su lugar, ha aumentado sus misiles SS-20 hasta más de 350, duplicando sobradamente los existentes en 1979. Por consiguiente, las cabezas nucleares de los SS-20 han aumentado a más de 1.050, sin que la Unión Soviética haya prescindido por completo de sus antiguos misiles de alcance intermedio (SS-4 y SS-5). Así pues, en la actualidad las cabezas nucleares soviéticas apuntadas contra nosotros y nuestros aliados son 600 más de las que había en 1977, año en que el canciller Schmidt solicitó una solución a este problema.

Negociación y modernización

II. En esa doble decisión, negociación y modernización son elementos paralelos y de igual importancia.

En las secciones 3-5 del comunicado de 12 de diciembre de 1979 los ministros llamaban la atención, en primer lugar, hacia la continuada acumulación soviética de misiles de corto y medio alcance dirigidos sobre Europa. En la sección 6 hacían observar que esta circunstancia exigía una acción concreta por parte de la Alianza si se pretendía mantener la credibilidad de la estrategia de respuesta flexible de la OTAN. Se declaró entonces que los ministros habían llegado a la conclusión "de que se servirían mejor los intereses generales de la Alianza siguiendo dos planteamientos paralelos y complementarios: la modernización de las armas nucleares de teatro y de largo alcance (denominación que, a petición alemana, fue reemplazada por la de armas nucleares de medio y largo alcance, por estimarla más exacta) y el control del armamento".

En la sección 7 se especificaba la primera parte de la decisión:

"En consecuencia, los ministros han decidido modernizar el potencial nuclear de teatro y largo alcance de la OTAN, desplegando Europa sistemas norteamericanos de lanzamiento desde tierra, compuesto por 108 rampas de lanzamiento para Pershing 2 y 464 misiles crucero lanzables desde tierra".

La segunda parte de la decisión, es decir, la propuesta de negociaciones Estados UnidosUnión Soviética sobre limitación de armamento, se explicaba en las secciones 8-10. En ellas se establecían las directrices básicas para estas negociaciones, entre las que figuraba el principio de que toda limitación de los sistemas norteamericanos debería ir acompañada de las correspondientes limitaciones en los soviéticos; debería responder al principio de igualdad; debería revestir la forma de una igualdad de iure en cuanto a sus límites máximos, y debería ser adecuadamente verificable.

Tras estos antecedentes, en la sección final, número 11, del comunicado se describen de nuevo estos "dos planteamientos paralelos y complementarios", a saber:

a) La decisión de modernizar estas armas, con el consiguiente compromiso de desplegarlas.

b) La decisión de presentar una propuesta de negociación a la Unión Soviética.

El comunicado concluye con una escueta observación: "Las necesidades de la OTAN en cuanto a potencial bélico se examinarán a la luz de los resultados concretos que se alcancen mediante negociaciones". Como parte del mecanismo consultivo de la Alianza, el progreso de las negociaciones se analiza y evalúa constantemente, tanto en los comités de la OTAN como en las respectivas capitales.

Esta decisión deja muy claros tres puntos.

1. En esa decisión, la modernización y el control de armamentos se consideran complementarios, y el despliegue se somete a reducción o a cancelación, no a aplazamiento, si se obtienen resultados tangibles negociados que lo hagan innecesario o al menos permitan una desescalada. Este planteamiento paralelo fue adoptado con objeto de impedir que la Unión Soviética obstruyera el despliegue occidental retardando las negociaciones y expandiendo al mismo tiempo su propio potencial bélico -como de hecho ha ocurrido-, independientemente de las negociaciones.

El planteamiento de esa doble decisión debería, por tanto, ofrecer a la Unión Soviética un incentivo para tratar de evitar la modernización de las armas nucleares occidentales de alcance intermedio en la mesa de negociaciones, y sólo allí.

2. Si, como todos esperamos aún, se llega a un acuerdo en Ginebra hacia finales de 1983 sobre la opción cero, ambas partes actuarían en consecuencia. Si se alcanza un acuerdo transitorio que permita la conservación por ambas partes de un número especifico de misiles, el despliegue occidental se restringiría proporcionalmente.

Los resultados concretos negociados conducirían automáticamente a la revisión y modificación de las necesidades de modernización de la Alianza.

3. Si a finales de 1983 no se han alcanzado resultados tangibles en las conversaciones sobre desarme de Ginebra, pese a que Estados Unidos está dispuesto a aceptar la opción cero y a llevar a cabo negociaciones flexibles e intensivas dirigidas a lograr un resultado transitorio equilibrado al más bajo nivel posible, comenzaría el despliegue occidental según lo acordado en 1979, sin necesidad de ulteriores decisiones. Esto también se aplicaría a la combinación de los 464 misiles crucero y los 108 misiles Pershing 2.

La posición del gobierno alemán

III. El Gobierno y el Bundestag alemanes se han adherido desde el principio a la doble decisión, tal como se preparó y adoptó.

El Consejo Federal de Seguridad, en sus reuniones del 17 de enero, 14 de mayo, 13 de junio, 20 de septiembre y 24 de octubre de 1979, deliberó sobre cada uno de los pasos conducentes a la concepción y formulación de la doble decisión de la Alianza.

Las decisiones que se adoptarían en Bruselas habían sido discutidas en varias reuniones de los comités correspondientes y del Subcomité de Desarme y Control de Armamentos, en reuniones plenarias del Bundestag alemán, entre ellos los debates del 8 y 9 de marzo y del 4 de julio de 1979, y en la reunión conjunta del 17 de octubre de 1979 del Comité de Asuntos Exteriores y Defensa.

Como ministro de Asuntos Exteriores de Alemania Occidental, pude afirmar, por tanto, en relación con la doble decisión contenida en la declaración del 14 de diciembre de 1979, "que los pros y los contras y el alcance de las decisiones adoptadas han sido sometidas a debate a todos los niveles del país". El Gobierno alemán occidental podía, por tanto, "contar con el apoyo de todos los grupos parlamentarios del Bundestag alemán en todos los aspectos esenciales de la decisión de la Alianza, tanto en cuanto a la modernización del armamento como a la propuesta de negociaciones".

La redacción de la declaración del 14 de diciembre de 1979 muestra con claridad la índole de la decisión respecto al despliegue:

"El Reino Unido, Italia y la República Federal de Alemania han llegado a un acuerdo sobre el despliegue en sus territorios que tendrá lugar en el plazo de tres a cuatro años". En otras palabras, la decisión sobre despliegue de armas nucleares de alcance intermedio fue tomada y aprobada ya en 1979.

El 26 de mayo del año 1981 el Bundestag de Alemania adoptó una resolución con sólo cinco votos en contra y seis abstenciones, que expresaba, entre otras cosas:

"El Bundestag alemán apoya al Gobierno alemán occidental en lo relativo a la puesta en práctica de las dos partes de la decisión de la OTAN de 12 de diciembre de 1979. En este contexto, se pone de relieve que Occidente revisará las necesidades de armas nucleares intermedias de la OTAN a la luz de los resultados negociados".

Durante el debate, el presidente del SPD, Willy Brandt, declaró: "Hoy no estamos adoptando la doble decisión, ya que ésta fue tomada hace largo tiempo. Lo que nos preocupa ahora es lo que vaya a resultar de esa decisión". Apeló a Moscú en los siguientes términos: "Cesen en su escalada de armamentos. Pongan fin a ella y entonces no necesitaremos modernizar los nuestros". Y agregó: "Si no fuera posible llegar a la opción cero, cualquier acuerdo sería mejor que la ausencia de acuerdo".

La esencia de la doble decisión

IV. Si se tiene en cuenta la esencia de la doble decisión, su razón de ser y el proceso interno de su aprobación, resulta evidente que se distorsionan totalmente los hechos cuando en el presente debate se habla de "discontinuidad", de lealtad ciega a la Alianza" o de "desarrollo automático", o lo mismo que si se critica la introducción prevista de los misiles Pershing 2, se recomienda la modernización mediante misiles lanzables desde el mar ó se acusa a Estados Unidos de no haber pasado, de su posición inicial en las conversaciones de Ginebra o de rechazar cualquier acuerdo transitorio conducente a reducir la modernización.

En lo que se refiere a la situación de las negociaciones de Ginebra es preciso expresar lo siguiente:

1. No existen propuestas norteamericanas de negociación en Ginebra. Cada paso de las negociaciones, cada principio y cada aspecto de la posición negociadora occidental ha sido, ya desde 1979, elaborado conjuntamente en el grupo consultivo especial que se constituyó por iniciativa alemana. Por consiguiente, es paradójico criticar a la Administración norteamericana por comprometerse con la opción cero, en especial porque fue "enérgicamente apoyada" por el anterior Gobierno alemán occidental en su declaración de 14 puntos del 31 de marzo de 1982 (punto 10).

2. Un acuerdo negociado en Ginebra que prohibiera a Occidente el despliegue de armas nucleares norteamericanas con base en tierra pero permitiera al Este desplegar armamento soviético resultaría desequilibrado e incompatible con la doble decisión y con el principio de igualdad al cual se adhiere también la Unión Soviética.

Todo el que hable del "principio de igualdad en la seguridad", como lo hace la Unión Soviética, debe reconocer que un acuerdo para renunciar a las armas nucleares de precisión, algunas de ellas con tiempos de alerta muy breves, habría de producirse sobre una base de reciprocidad. Quien no lo haga así está negando a Europa occidental la igualdad en la seguridad.

3. Quien, a pesar de todo, propugne soluciones que supongan cero para el lado occidental y más de cero para el oriental, provocará precisamente lo que pretende evitar, es decir, el fracaso de las negociaciones, ya que es probable que la Unión Soviética acepté un arreglo negociado equilibrado, siempre que exista la posibilidad de un acuerdo desequilibrado a su favor. Quien desee impedir la modernización no deberá, por tanto, permitir que surja ninguna duda en cuanto a su voluntad de realizarla. Sólo como resultado de la doble decisión, ideada para poner fin a la espiral armamentista, consintió la Unión Soviética participar en las conversaciones de Ginebra sobre limitación de armamento.

En sus 14 puntos sobre política extranjera y de seguridad, del 31 de marzo de 1982, el Gobierno alemán occidental declaraba, con toda razón: "...sólo se podrán obtener resultados negociados concretos si la Unión Soviética sabe que, en el caso de que fallaran las negociaciones, el despliegue de sistemas norteamericanos comenzaría a finales de 1983" (punto 10).

4. La opción cero, postulada como mejor resultado negociado posible, nunca fue un "lo toma o lo deja".

En vista del rechazo de la Unión Soviética a responder a esta amplia propuesta de desarme, el presidente norteamericano les hizo otra oferta el 30 de marzo de 1983, tras celebrar intensas consultas con la Alianza: la de negociar un acuerdo transitorio como primer paso hacia la completa renuncia mutua a las armas nucleares de alcance intermedio con base en tierra.

Cuantas más cabezas nucleares con base en tierra desmonte la Unión Soviética, menos misiles tendrá que desplegar la Alianza. La Unión Soviética está así virtualmente en posición de determinar el alcance de la modernización del armamento occidental.

En suma, la decisión de modernizar puede modificarse mediante el logro de resultados tangibles negociados, y sólo por este concepto. Estamos dispuestos a elaborar un acuerdo al más bajo nivel posible que sea aceptable para la Unión Soviética. Moscú tiene la llave para la reducción de las armas nucleares norteamericanas y soviéticas con base en tierra.

Hans Dietrich Genscher es ministro de Asuntos Exteriores de la República Federal Alemana.

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