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Entrevista:

"Podemos esperar un mejor cumplimiento soviético de la Declaración de Madrid"

Antonio Caño

Pregunta. La opinión formada sobre esta Conferencia es la de que ustedes se han dedicado durante cerca de tres años a sestear mientras el mundo se derrumbaba a su alrededor.Respuesta. Yo sé que damos la imagen de 35 gorrones discutiendo sobre el sexo de los ángeles. En el fondo, la Conferencia consiste enunas medidas, muy fáciles de conseguir, que son las de cooperación técnica y económica, y otros puntos muy difíciles entre los que, aunque el de la seguridad se las trae, el campo de los derechos humanos es casi un imposible. En la práctica se enfrentan dos mundos, y lo que Occidente está pidiendo cada día es una especie de mea culpa de los países del Este. Es muy difícil pedirle a una gran nación que, en público y por escrito, diga, como si fuese un niño pequeño ante la confesión: me acuso, padre, de que, en efecto, no he respetado a los disidentes y he metido en la cárcel a muchos; me acuso, padre, de que sacudo un estacazo en cuanto alguien se menea a disgusto mío; me acuso, padre, de que cuando los judíos de mi país quieren emigrar a Isrsael o a donde sea no les doy visado; me acuso, padre, de que cuando una rusa se quiere casar con un periodista español, pongo por caso, hay que ver las chinas que le pongo en el camino; me acuso, padre, de que cuando la abuelita quiere reunirse con sus nietos que están allá en el mundo libre no la dejo marcharse. Conseguir todo esto no es que sea difícil, es que es imposible. Por eso, de aquí no sale nunca un lenguaje claro, y cada adjetivo, cada coma, se convierte en una posición militar estratégica. Yo comprendo que todo esto hace difícil que el gran público pueda comprender un documento final que seguirá siendo un texto en el que hará falta una persona que te sople, por ejemplo, que este párrafo tan raro y que tiene una redacción tan confusa se refiere a los disidentes. ¿Y por qué no habla de disidentes?, se preguntará. Pues no habla de disidentes porque si lo dice con ese nombre no hay párrafo.

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'Un triunfo para Occidente'

P. ¿Y cómo explica usted que el documento aprobado sea importante, pese a estas limitaciones?

R. Creo que este documento es un triunfo para Occidente. El primer triunfo es que durante las negociaciones se haya dado mucha leña oratoria, y esa labor de censura contra los desmanes, sobre todo los desmanes contra los derechos humanos, surte algún efecto. Mientras hemos estado en esto seha dado la circunstancia de que una crisis como la polaca no se ha traducido en una intervención militar, y ha habido otros ejemplos, no tan lejanos, en los que sí se tradujo, y estoy hablando de Hungría y de Checoslovaquia.

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En el documento se ha recogido nada menos que el principio de la libertad de asociación sindical, que está recortadísimo y lleno de eufemismos. Pero se trata de comprender que vivimos en dos mundos distintos. El mero hecho de que haya un párrafo que no es inaceptable para nosotros sobre ese tema es un enorme éxito. Hay unos párrafos muy explícitos en relación con el terrorismo en los que los Estados se comprometen a no financiar, a no albergar al terrorismo. Ahí hay un compromiso escrito en esa línea; y yo, a este respecto, me permito recordar que cuando una nación acepta comprometerse por escrito a abstenerse de cometer un acto, eso es un freno, y por mi experiencia en concreto, ese tipo de compromiso ha sido siempre un freno para la Unión Soviética, que ha tenido siempre a gala que cuando dice: "Tal cosa no la voy a hacer", no la hace; quizá hará otra, pero no ésa.

El documento incluye también dos reuniones de expertos y una conferencia. Una de las reuniones, la de contactos humanos, es muy importante para la felicidad del individuo, para la abuelita esa a la que no se deja salir, para la novia a la que no se le permite casarse con el hombre del que se ha enamorado, y esto son millones de personas que están siendo profundamente desgraciadas. Al lado de eso está la conferencia de desarme, menos importante para la felicidad del individuo aislado, pero más importante para todos nosotros porque de ella deben derivarse un clima menos sombrío.

P. ¿Cuáles han sido los momentos más difíciles por los que ha atravesado la CSCE?

R. Ha habido un momento muy grave cuando la declaración de la ley marcial en Polonia. En ese momento se acababa de presentar la primera versión del RM-39; gustaba a todo el mundo, pero, de la noche a la mañana, se convirtió en inaceptable. Eso provocó una suspensión desde marzo hasta noviembre de 1982. Cuando yo entré en liza, el pasado noviembre, hubo todavía momentos de un lenguaje polemizador, muy duro, en el que yo ya no participé. Consideré que eso ya había sido dicho, y muy claramente, por mi amigo y antecesor Javier Rupérez y que la partida a jugar después del discurso del 8 de febrero de Morán era otra.

'Más fácil sin superpotencias'

P. ¿Sin la participación en la reunión de la URSS y EE UU, hubiese sido más fácil el acuerdo?

R. Sí, no cabe duda. Primero, porque son dos colosos que están en un ring, aunque, gracias a Dios, sin llegar a las manos. Segundo, porque los colosos pertenecen a dos ideologías diametralmente opuestas. Tercero, porque hay problemas de amor propio que a veces complican mucho las cosas.

P. ¿Qué argumentos utilizó para acercar a los representantes de EE UU y la URSS?

R. El de que, con independencia de lo que piensen las grandes potencias, Europa necesita la paz, la tranquilidad y la serenidad. Y ésta ha sido la razón por la que unos y otros se han entendido. Ahora yo creo que podemos confiar en un mejor cumplimiento soviético de la Declaración de Madrid que delActa Final de Helsinki de 1975.

P. ¿Ha sido usted el occidental más receptivo a las exigencias del Este?

R. En cierto modo, sí, y me precio de ello, pero no he sido el único. En mi línea han estado el jefe de la delegación noruega y el de la delegación danesa, o el jefe de la delegación alemana.

P. ¿Les ha ocasionado esta actítud algún problema dentro de su grupo?

R. Problemas los tenernos todos, pero ninguno insalvable.

P. Me refiero a si Estados Unidos ha pensado en algún momento que la propuesta española iba demasiado lejos y deprisa.

R. Gracias a Dios, no. El comentario unánime de los occidentales sobre la propuesta española ha sido el de valiente y oportuna.

P. ¿Cuál fue el gran acierto de la propuesta del presidente González?

R. La propuesta española, en definitiva, son las últimas enmiendas occidentales un poco recortadas. No es casualidad que esta propuesta quisiera mantener una cierta ambigüedad sobre el tema de la reunión de contactos humanos. Eso fue deliberado y eso fue el acierto de la propuesta.

P. ¿No se consultó con nadie la iniciativa?

R. No. No se podía consultar con nadie. Mire usted, si se llega a consultar hubiese nacido muerta.

P. ¿Encontró objeciones en el Gobierno a la hora de presentar la iniciativa?

R. Nunca. Al contrario, el ministro me urgía.

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