Alarma en el comercio exterior / 1
Los resultados del comercio exterior correspondientes al mes de abril han sido una campanada de alarma cuyo sonido alcanza a todos los españoles: la situación de nuestra balanza de pagos es -dice el autor- notablemente delicada.
A los malos resultados de enero y febrero sucedió un mes de marzo que pudo dar pie a la esperanza de una recuperación. Sin embargo, los resultados del comercio exterior correspondientes al mes de abril han venido a confirmar el deterioro de los dos primeros meses.Afortunada o desgraciadamente existe un contraste que confirma la excepcionalidad del mes de marzo: se trata del registro de caja del Banco de España. Como es sabido, la evolución del comercio exterior se mide de dos maneras diferentes: una, la que acaba de publicarse, mediante el registro de las mercancías a su paso por las aduanas; otra, la elaborada por el Banco de España, mediante la anotación de los pagos y cobros correspondientes a esas mismas mercancías y realizados a través de las instituciones Financieras.
Ambas fuentes pueden variar de un mes a otro como consecuencia de adelantos o retrasos en los pagos y cobros, pero en líneas generales reflejan una evolución similar cuando se consideran períodos más dilatados de tiempo.
Pues bien, para el período enero-abril, tanto las cifras del registro de caja del Banco de España como las procedentes de la Dirección General de Aduanas muestran un déficit por cuenta corriente superior al de los meses correspondientes de 1982, año en el que, como se recordará, el déficit ascendió a 4.000 millones de dólares. Estamos, pues, lejos de los 2.500 millones previstos como objetivo para este año, y la desviación no plantearía las graves dificultades que ahora se presentan si no fuera por los problemas de fondo que subyacen.
Pérdida de competitividad
La evolución de los cuatro primeros meses de 1983 refleja un aumento de. las importaciones en términos reales, descontando el petróleo, del orden del 4% al 6% y una caída, también en términos reales, de las exportaciones del orden del 3% al 5%, lo cual indica, sin lugar a dudas, una pérdida de competitividad global de nuestra economía que conviene corregir cuanto antes.
A este respecto es preciso señalar que la medida comúnmente utilizada puede inducir a error: se habla, constantemente de la relación entre la peseta y el dólar, relegando el hecho fundamental de la apreciación del dólar en relación con las demás monedas. De esta manera se minimiza el hecho de que, si bien nuestros productos pueden ser más competitivos en el mercado norteamericano, también lo son los italianos o los franceses, sin que se pueda enunciar juicio alguno sobre la competitividad de las mercancías españolas en los países de la CEE, por ejemplo.
Por ello es más relevante observar la relación entre la peseta y el conjunto de las monedas de la CEE para poder hacerse una idea más precisa de lo que está sucediendo.
Depreciación de la peseta
A este respecto es fácil comprobar que en los cuatro primeros meses de 1983 la peseta se ha depreciado casi un 4% en relación con las monedas de la Comunidad Económica Europea (CEE), pero esta caída ha sido más que compensada por el aumento relativo de los precios industriales, de forma que, cuando se toman éstos en consideración, el resultado final consiste en un deterioro de cerca de tres puntos de nuestra posición competitiva frente a dichos países.
Dicho de otra manera, hemos perdido en estos primeros cuatro meses de 1983 casi un tercio de la ventaja que nos procuró la devaluación de diciembre.
El problema de la competitividad es fundamental y viene a añadirse a las circunstancias nada favorables del entorno.
Nuestras exportaciones hacia Francia, Latinoamérica y Oriente Próximo alcanzaron en 1982 un tercio del total, y si reemplazamos a Francia por la CEE, el conjunto alcanza casi los dos tercios de nuestra exportación. Desgraciadamente, estos mercados se encuentran en recesión, y parece dificil pensar a estas alturas que el crecimiento del mercado norteamericano o japonés pueda compensar su deterioro.
Déficit creciente
La conclusión es, pues, bastante sencilla, la pérdida de competitividad y la disminución de nuestros mercados explican una buena parte de los problemas de nuestras exportaciones durante los primeros meses del año.
Si a todo ello unimos el deterioro del saldo de los intercambios de servicios, motivado esencialmente por la disminución de los intereses que proporcionaba la colocación de nuestras reservas en el exterior (recuérdese la disminución sustancial de las mismas que tuvo lugar en 1982), tendremos una primera explicación del hecho básico que tanto las cifras del registro de transacciones como las del de caja indican: el déficit por cuenta comente de los primeros meses de 1983 superó, y con creces, al registrado en 1982.
ex ministro de Economía (1979-1980).
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