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Españoles y portugueses protagonizan un 'apasionado encuentro' sobre cultura ibérica

Un amplio grupo de catedráticos, profesores, intelectuales y técnicos españoles y portugueses estuvieron reunidos del 22 al 26 de junio en Portugal para participar en dos seminarios organizados por las fundaciones del Banco Exterior de España y Calouste Gulbenkian, de Lisboa. Estos encuentros demuestran que algo está cambiando en las relaciones culturales hispano-portuguesas. Los dos seminarios, el de historia, dedicado a Las relaciones peninsulares en la época contemporánea, y el de economía, que versó sobre los intercambios comerciales, se desarrollaron en los alrededores de Lisboa, y fueron, en opinión de los participantes, "muy interesantes y a veces apasionados".

La importancia de los encuentros fue el diálogo, franco y abierto, dentro de la más amistosa cordialidad, que estableció entre especialistas españoles y portugueses que tenían la rara oportunidad de conocerse personalmente.Las conclusiones de ambos seminarios recogen la determinación de volverse a encontrar periódicamente, por lo menos una vez al año. Y si bien una golondrina no hace la primavera, algo parece, efectivamente, estar a punto de cambiar en las relaciones culturales luso-españolas: cuatro iniciativas bilaterales, en lo que va de año, constituyen ya un hecho sin precedentes en relación a un pasado reciente hecho de soberana indeferencia y de ignorancia mutua casi total, mal disfrazadas por una u otra manifestación oficial, parcamente apoyada y participada.

Al número de los encuentros hay que añadir la variedad de los temas abordados: culturales y políticos, en las Jornadas de Cultura Hispano-Portuguesas en la Democracia; militares y estratégicos, en el seminario sobre Relaciones estratégicas entre Portugal, España y el norte de África; poesía, en el encuentro de Figueira da Foz, y ahora, historia y economía.

Con algunas presencias más constantes, también es de notar la intervención en la organización de instituciones privadas o públicas, pero autónomas (Universidad Internacional Menéndez y Pelayo, Fundación del Banco Exterior, Fundación Gulbenkian, Instituto Portugués de Relaciones Internacionales, Instituto de Estudios Estratégicos), e incluso de Simples particulares, como en el caso del encuentro de poesía.

La idea del nuevo iberismo, defendida por el profesor Raúl Morodo en cada una de sus intervenciones públicas en Lisboa, es de momento únicamente española: la profesora Pilar Vázquez Cuesta explicó muy bien en su ponencia por qué muchos intelectuales o políticos portugueses, a pesar de ser sinceramente hispanófilos, viven en el temor permanente de ser tachados de antipatriotas, porque a pesar de los muchos avatares de la historia peninsular, España no experimentó nunca el temor de ser absorbida por Portugal, mientras que el miedo de ser tragado por el gran vecino es un fenómeno permanente del inconsciente colectivo del pueblo portugués.

La audacia del 'nuevo iberismo'

La acusación de iberista fue arma utilizada, a lo largo de la historia portuguesa, por fuerzas políticas de los cuadrantes más diversos, en el poder o en la oposición, para derrumbar Gobiernos, provocar o impedir cambios de Gobierno o de régimen. Atreverse a hablar hoy en Lisboa de iberismo es aún una audacia.Audacia mayor es presentar el nuevo iberismo concebido no como un proyecto peninsular, sino como proyección común de los dos países de la Península, dentro del espacio europeo al que quieren incorporarse, dentro del contexto mediterráneo en que se insertan geográficamente, y hacia América y África, como el mejor medio de defender sus respectivas identidades culturales y sus relativas soberanías nacionales.

Los cambios de mentalidades son los más lentos de todos. El diálogo iniciado entre intelectuales españoles y portugueses es apenas un paso dado por un puñado de individuos por convicción, por curiosidad o simplemente por voluntad de acabar con una ignorancia mutua absurda.

Pero sin esta búsqueda del diálogo de las culturas, los esfuerzos oficiales para mejorar las relaciones hispano-portuguesas, colocados una vez más a la orden del día de la diplomacia oficial, tienen el riesgo de tropezar con resistencias solapadas, dificultades aparentemente incomprensibles.

Todas las contribuciones son pocas para vencer el telón de corcho que se alza entre Portugal y España, y cabe señalar las felices coincidencias de esfuerzos oficiales y privados cuando acontecen.

Por esto, aunque merezca información distinta, cabe incluir en este incremento de las relaciones culturales bilaterales la relevante contribución española en la exposición del Consejo de Europa sobre Los descubrimientos portugueses y la Europa del Renacimiento, actualmente en curso.

La embajada y las instituciones públicas y privadas españolas solicitadas no escatimaron los esfuerzos para responder a las peticiones de los organizadores portugueses.

Por el número y la calidad, la aportación española es, sin duda, una de las más valiosas, si no la más valiosa: la armadura del rey Sebastián -prestada por la Armería Real-, los tapices de Pastrana, contribuyen decisivamente al valor y al brillo de dos de las cinco exposiciones que componen el gran cuadro de los descubrimientos portugueses. Y problemas técnicos insuperables, debidos al estado de conservación de la obra, fueron el único motivo que impidió la presencia, ardientemente deseada por los organizadores portugueses, del retrato de la emperatriz Isabel por Tiziano.

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