Destino de Arafat
EL PROCESO que ha desembocado en la expulsión de Siria de Yasir Arafat se inició sin duda en el momento en que, presionado por sectores extremistas de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), tuvo que interrumpir sus negociaciones con el rey de Jordania. La nueva cumbre árabe convocada en Fez para preparar una respuesta a la prolongación de la implantación israelí en Líbano tuvo que ser anulada. Poco después empezaban a producirse protestas y críticas a Arafat, entre algunas unidades palestinas del valle de la Bekaa, situadas en una zona controlada de hecho por el Ejército sirio.Arafat llegó a Damasco y convocó una reunión del Consejo Revolucionario de Al Fatah (organización mayoritaria en el seno de la OLP); este consejo condenó la disidencia, pero adoptó a la vez una actitud abierta hacia las reivindicaciones presentadas por los descontentos; se decidió incluso convocar un congreso para examinarlas. En realidad, la intervención directa de los blindados sirios en apoyo de los disidentes palestinos, hasta crear una situación irreversible, se produce cuando están surgiendo nuevas posibilidades de arreglo y conciliación. No se trata, pues, de unos incidentes que se complican, sino de un. propósito deliberado de ruptura que se lleva a cabo por diversos medios.
Para comprender las causas de este cambio brusco hay que partir de cuál ha sido la línea básica de Arafat. Se le ha reprochado su excesiva flexibilidad, su paso de frases duras y revolucionarias a gestos moderados y conciliadores... El problema es otro. Sin duda, el objetivo que guía la conducta de Arafat es crear un Estado nacional palestino. Y crear un Estado es algo muy diferente que crear un partido político o un movimiento de resistencia: implica aceptar de antemano la pluralidad interna y el contorno internacional en el cual ese Estado puede nacer. Arafat ha sacrificado muchas cosas a ese objetivo de crear un Estado: a ello se deben muchos de los virajes en su estrategia.
La agresión de Israel contra Líbano logró, sin duda, debilitar y alejar una buena parte de las fuerzas comba tientes de la OLP. Pero hace falta reconocer que, en el terreno político, Yasir Arafat logró recuperar una posición bastante favorable. La cumbre de Fez, en la que participó el conjunto del mundo árabe (con la excepción de Gadafi), fue la expresion más completa, más avanzada, de la solidaridad con la causa palestina, y concretamente con la OLP y su dirigente máximo, Arafat. Fue el momento en que los países árabes se mostraron más dispuestos a aceptar el reconocimiento de Israel, a cambio de la creación, en CisJordania y en la banda de Gaza, de un Estado palestino. El plan de Fez creaba un condicionamiento serio para la política de EE UU en Oriente Próximo.
En el plano de la política palestina, el Consejo Nacional de la OLP que se reunió en Argel en febrero de este año fue lo más parecido a la sesión de un parlamento; en su seno se manifestaron discrepancias fuertes, pero sobre la base de ese pluralismo se desembocó en la elección de Arafat por aplastante mayoría y en la aprobación de la línea moderada del plan de Fez. La OLP avanzó considerablemente en su reconocimiento internacional: estableció relaciones con varios países de Europa occidental y reforzó su presencia en las Naciones Unidas.
Ahora bien, esa estrategia, en la que Arafat se ha comprometido a fondo, tenía flancos débiles, y atribuir exclusivamente a factores externos los descontentos dentro de la resistencia palestina sería exagerado, Es lógico que la lejanía de los posibles resultados, las frustraciones, los retrocesos, provoquen impaciencia, alimenten la idea, incluso, de que vale más utilizar como sea métodos de violencia. Pero tales desacuerdos, en mayor o menor medida, siempre han existido; no reside ahí lo nuevo de la actual situación.
Aparte del caso de Libia, no cabe duda de que Siria ha sido el factor que se ha opuesto sistemáticamente a la orientación de Arafat. Siria, desconfiada de cualquier intento de solución en un marco árabe de los problemas del Próximo Oriente, se esfuerza desde hace bastante tiempo en una política tendente a devolver a la Unión Soviética un papel en los problemas de esa zona del mundo. La URSS ha afirmado siempre de manera pública su solidaridad con Arafat, pero en los últimos meses, esa solidaridad ha sido principalmente de palabra. La causa palestina interesa sobre todo a Siria y a la URSS como bandera para defender otros intereses. En la medida en que Arafat ha afirmado cada vez más su independencia, colocando en el centro su objetivo de crear un Estado, se han producido distanciamientos políticos. Y la conclusión trágica es el golpe actual para dividir la OLP y debilitar o eliminar a Yasir Arafat.
Israel considera que cualquier división de los palestinos es un triunfo propio. Estados Unidos ha tenido siempre la ilusión de que el debilitamiento de la OLP facilitaría el desarrollo de tendencias colaboracionistas entre la población de Cisjordania, pero no es seguro que las cosas evolucionen en ese sentido. Una parte de las fuerzas armadas palestinas va a quedar ahora bajo un total control sirio, pero, ¿qué ocurrirá con las otras? Es probable que crezcan actitudes más radicales, terroristas, desesperadas.
Arafat ha sido, y sigue siendo, el jefe carismático de la resistencia palestina. La desgracia y la persecución no destruyen el carisma: pueden aumentarlo.
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