Rulfo
Lo digo en un libro mío sobre jergalizaciones, libro que va ya por su segunda edición, en pocos meses, y que el Abc viene dando durante casi un año como uno de los libros de pensamiento más vendidos en España. Ya he dicho que lo hice pensando en otra cosa. Digo en ese libro mío que hay lenguajes/ conducta, que son los que están vivos, los que suponen un hablar -espurio o no- que es un actuar. Un decir que es un hacer: argots juveniles, espanglish de los puertorriqueños y los "espaldas mojadas" en USA, etcétera. La otra tarde -aquí se ha contado- estuve en la plaza de toros con unos miles de uruguayos. Su castellano está más vivo que el nuestro porque es un lenguaje/conducta, un castellano para la revolución. Es impuro, claro, y por eso es eficaz. Le dan a Juan Rulfo el premio Príncipe de Asturias. Rulfo, a quien conocí en la Universidad de Salamanca, es esencialmente un lenguaje/conducta, porque su castellano depurado (el barroquismo como laconismo sería la clave contradictoria de su estilo) está levantando una trinchera idiomática, literaria, frente a la invasión del inglés norteamericano. Nunca se ha pensado en esta lectura del boom latinoché, en la cual yo he insistido alguna vez: una gran muralla de palabras ("abre la muralla/cierra la muralla", obsesivo ritmo de Nicolás Guillén) para detener la penetración cultural del "coloso del Norte", que dicen los editorialistas inspirados. Todo el castellano de América, de Rulfo al manito y el roto, de lo culto a lo popular (qué difícil separar las dos mitades de una misma lengua) es un hacinamiento de novelas y poemas como sacos terreros, por parar lo que baja de la frontera, de la Frontier, mejor. Luis Calvo tenía que ser el periodismo en la Academia, si la Academia no anduviese trapicheando con olvidadas noveladoras periféricas y anglosajonizados despreciadores del castellano (hasta que se les sugirió una vacante, que entonces ya el castellano fue el copón, con inncesaria agresión al riquísimo catalán: nada como la furia del converso).Luis Calvo ha asumido e pseudónimo de El Brocense, lo que supone cargar con mucho bronce de castellano de ley. El otro día se ocupaba del cheli, recordando lo irrecordable: que, de Rojas a Valle-Inclán, nuestro castellano es un glorioso machiembrado de cultismos y canallismos, y en eso nos heredan los latinochés, que juegan coloquialismo y surrealismo a la manera asombrosa que lo hace Fernando del Paso, el autor mejicano de Palinuro de Méjico, a quien he conocido gratamente el otro día, en un cubata madrileño, y libro del que tuve que guardar convalecencia. Dentro del castellano actual distingo tres castellanos/ conducta: las jergalizaciones juveniles (tan asimiladas por las carrocísimas, para que me diga Sastre, paternalista, que el cheli no existe); el castellano latinoché, que se enfrenta ala Historia como nuestros pasotas se enfrentan a la familia y el contexto, y, finalmente, el castellano quinqui/merchero, sobre el que Eleuterio Sánchez me cuenta que está escribiendo un libro total, con raza, lenguaje y conducta. Castellano/conducta es la poesía de Neruda/Alberti (y nada tiene que ver todo esto con la vieja tesis del engagement). Francés/ conducta era el de Sartre, y qué gran francés. Dentro del castelano actual distingo, asimismo, tres lenguajes/antilenguajes, que se hablan, no para manifestarse, sino para desaparecerse: argot científico, argot político/tecnocrático, argot estético: los críticos de arte, vergonzantes de la crítica romántico/literaria de Baudebdre, se suplen mediante estructuralismo/ pseudo. Sólo José Hierro y Salvador Jiménez se atreven a escribir de arte como escritores.
Antoñito López, genio mayor de la pintura española, nuevo Velázquez descubierto en el mundo/ Maeght antes que aquí, como siempre, me lo decía la otra noche, cenando pan y queso: "Perdona que te hable de pintura técnicamente, Paco, pero lo demás es mentira".
En Rulfo, como antes en otros latinochés, el castellano nuevo/arcaico, el farallón de palabras que se levanta poderoso y barroco frente al inglés comercial. Rulfo o el castellano/conducta.
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