Juan Pablo II, ante cientos de miles de jóvenes pronuncia por primera vez en su viaje la palabra clave: solidaridad
Por fin, ayer tarde, Juan Pablo II, en Czestochowa, pequeña ciudad industrial del sur del país, en la que se yergue, como un auténtica fortaleza, el santuario de la Vírgen Negra de Jasna Gora, patrona de Polonia, pronunció, ante cientos de miles de jóvenes, la palabra clave: solidaridad. En un contexto no político pero que todos los presentes asociaron al sindicato, hoy prohibido, del mismo nombre. También, ante 30.000 personas llegadas de Szczecin, donde las luchas de Solidaridad fueron más fuertes, el Papa habló de los sucesos de 1980, "cuando el obrero polaco hizo de su propia persona el objeto de su reivindicación".
En agosto del año pasado se celebró 600º aniversario de la Virgen Negra. Durante estos 10 meses, el papa Wojtyla, como recordó ayer, ha suspirado por poder venir a celebrar, como el primero de los peregrinos, este gran jubileo polaco.Ayer esperaron aquí al Papa más de medio millón de jóvenes. De ellos, unos 100.000 llegaron del Báltico, de Gdansk y Szczecin, las ciudades más vivas de Solidaridad, llegaban con las tiendas de campaña y los sacos de viaje. Y con las manos levantadas hacían el clásico gesto de victoria. La gente les aplaudía ante de miles de policías que habían asediado materialmente la ciudad. No ha habido un despliegue policial y militar semejante en ningún viaje anterior del Papa.
Horas antes de llegar Juan Pablo II, la gran explanada del santuario estaba ya abarrotada. Miles de jóvenes habían llegado a pie desde Varsovia y desde otros muchos puntos del país. Por todos los rincones se veía a estos jóvenes durmiendo dentro de los sacos de viaje, hasta en plena calle, rendidos de cansancio. Casi todos llevaban sobre el pecho una gran cruz de madera. Aquí las banderas de Solidaridad eran bien visibles; una, gigantesca, se veía desplegada en el centro mismo de la explanada del santuario, frente al gran altar donde el Papa iba a celebrar la misa. Y fue aquí donde el Papa, por primera vez durante este viaje, pronunció esa palabra que hasta ayer era mágica en Polonia, preñada de esperanza, y hoy casi maldita y provocadora: solidaridad.
Juan Pablo II la pronunció en un contexto no político, pero su gesto fue en seguida igualmente interpretado como una clara alusión al hoy humillado sindicato libre de Lech Walesa. Desarrollando el concepto de que los jóvenes deben vigilar siempre, el Papa les dijo que esta vigilancia quiere decir "amor al prójimo; quiere decir fundamentalmente solidaridad interhumana". Y el aplauso no se hizo esperar. El Papa continuó: "Quiero dar las gracias ante la Virgen por las pruebas de esta solidaridad que han dado mis conciudadanos en el difícil período de los meses no lejanos. No me es fácil enumerar", afirmó, "las formas de esta solicitud de la cual estaban rodeadas las personas detenidas, encarceladas, despedidas de su trabajo y alejadas de sus familias". Y añadió: "Esto, vosotros lo sabéis mejor que yo, pues a mí me llegaban sólo noticias esporádicas". Antes el Papa había puesto en guardia a los jóvenes contra "los vicios sociales".
Y quiso levantar el espíritu patriótico de los jóvenes. Les dijo: "A veces nosotros envidiamos a los franceses, a los alemanes o a los americanos, porque para ello ser libres es fácil, mientras a nosotros la libertad nos cuesta muy cara". Sin embargo, "nosotros no queremos una Polonia que no nos cueste", ya que lo que tiene valor en la vida, añadió el Papa, es "lo que cuesta". Y acabó pidiendo a la Virgen Negra que conceda a todos los polacos la fuerza para "perseverar en la esperanza".
La gente, en Varsovia y en Czestochowa, cantaba por las calles, mientras esperaba al Papa., una canción que dice: "Danos, Señor, una patria libre", y que en los tiempos de Solidaridad los jóvenes traducían en "danos una patria y libertad". Un sacerdote, con un altavoz en la mano, pedía a la gente que no dijesen "patria y libertad" sino "patria libre". Pero nadie obedecía.
El Papa dirigió también un discurso muy importante a una representación de más de 30.000 personas, llegadas de Szczecin, uno de los centros que el Papa no pudo visitar y donde fueron más duras las luchas del sindicato independiente Solidaridad.
El papa Wojtyla les dijo: "Vosotros representáis un centro potente y dinámico de la vida obrera, intelectual, espiritual y religiosa. ( ... ) Me dirijo a vosotros trabajadores de los astilleros navales, portuarios, metalúrgicos, trabajadores de la industria química, hombres del mar y del duro trabajo de la tierra. Vosotros traeis sobre vuestras espaldas la experiencia de la posguerra y de los últimos años. Venis ante la Virgen con una herida en el corazón, con dolor, y puede ser que hasta con rabia. Y vuestra presencia tiene la fuerza de un testimonio que ha llenado de estupor al mundo entero cuando el obrero polaco hizo de su propia persona el objeto de su reivindicación, con el evangelio en la mano y la oración en los labios".
Juan Pablo II añadió: "Las imágenes difundidas en todo el mundo en 1980 han tocado el corazón y la conciencia de todos". Después el Papa les preguntó: "¿y todo ésto en nombre de quien?". Y respondió él mismo diciendo: "Es el problema sobre el sentido del trabajo humano,de su misma esencia".
Y a aquellos miles de obreros y labradores el Papa Wojtyla, que con este discurso ha querido entrar directamente en el terna de la espinosa experiencia de Solidaridad les dijo que no es posible resolver un problema de estaenvergadura sin tener en cuenta "ciertos principios; fundamentales que son más profundos que el hombre mismo y que", subrayó el Papa, "tienen su origen en Dios".
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