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Felipe González viaja mañana a EE UU

Ex presidentes españoles advirtieron preocupación en Washington por la continuidad en la transición

Adolfo Suárez y Leopoldo Calvo Sotelo, como ex presidentes del Gobierno, y José Pedro Pérez-Llorca, Marcelino Oreja y José María de Areilza, como ex ministros de Asuntos Exteriores, principales interlocutores políticos de la transición española con Estados Unidos -representados a lo largo de esos años por los presidentes Ford, Carter y Reagan y los secretarios de Estado Kissinger, Vance, Musky, Haig y Shultz-, coincidieron en señalar a EL PAIS la preocupación de Washington por la continuidad de las relaciones hispanonorteamericanas, su interés por conocer puntualmente las posiciones españolas respecto a Latinoamérica, norte de África y Oriente Medio y su esfuerzo por evitar toda intervención favorable a la descolonización en el contencioso hispano-británico de Gibraltar.El ex presidente del Gobierno Adolfo Suárez destaca en Carter el deseo de acercarse al entendimiento de las realidades latinoamericanas y asegura que le vio siempre muy impresionado por el proceso democrático español, al que ofreció su apoyo entusiasta. De Cyrus Vance destaca su esfuerzo por acercar España a la OTAN. Suárez no habla de presiones abiertas en esa dirección, pero menciona ciertas dificultades económicas y la activación de bases americanas en Marruecos como mensajes indirectos. Adolfo Suárez recuerda algún intento de Washington para obtener autorizaciones de uso de las bases con fines que desbordaban el tratado al que no se accedió y la incomprensión y sorpresa causada por la recepción de Arafat en Madrid. Para Leopoldo Calvo Sotelo, la actitud norteamericana fue impecable y la nota más característica en las relaciones con Estados Unidos durante los 23 meses de su permanencia al frente del Gobierno fue la ausencia de la menor presión acerca de la cuestión atlántica.

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Seis años de embajador en Washington y siete meses de ministro de Asuntos Exteriores, en el inicio de la transición, llevan a José María de Areilza a insistir en que los caminos del entendimiento con Estados Unidos están abiertos, pero subraya que su recorrido es largo, debe tener en cuenta la maquinaria institucional inmensa y complejísima de ese país y requiere una actitud sostenida para que sea fructífero. Areilza estima que lo importante en el diálogo atlántico es "saber pedir y saber con claridad qué se quiere, sin perder de vista que para Reagan los problemas europeos no son prioritarios". "Nuestros interlocutores", añade, "saben escasamente lo que es España y están básicamente preocupados por la confrontación Este-Oeste, el conflicto centroamericano y atentos a Japón y a Andropov".

Areilza evoca su negociación con Kissinger, que llevó a la sustitución de los acuerdos ejecutivos de 1953 por un Tratado de Amistad y Cooperación el 24 de enero de 1976, en el que se fijó la fecha para desnuclearizar la base naval de Rota. También recordó la invitación del presidente Ford al Rey, que pronunció en el Capitolio un importantísimo discurso, "verdadero compromiso democrático y constitucional de la Monarquía". Marcelino Oreja señala que, desde su observación personal, Kissinger y Vance mostraban especial interés por la definición española en materia de seguridad y querían seguir muy de cerca las actitudes internacionales de España en Latinoamérica, Oriente Medio y norte de África, en particular las relaciones con Marruecos y Argelia.

La presencia española en el Pacto Andino, en el que se integran Colombia, Venezuela, Bolivia, Ecuador y Perú, fue también en la época tema frecuente de conversación para el Departamento de Estado, a quien se le precisó el alcance del viaje de Suárez a Cuba y la asistencia a la cumbre de los no alineados en La Habana. Ahora Oreja piensa que no debe demorarse la tarea de asumir las responsabilidades cedidas a los norteamericanos en materia de defensa propia y que debe emprenderse el estudio para modificar el convenio.

José Pedro Pérez-Llorca cifra su gestión ministerial en este campo como un esfuerzo por mejorar las relaciones, insertarlas en el marco atlántico y homologarlas sobre el patrón establecido en los restantes países europeos. Subraya que el debate parlamentario sobre el ingreso en la OTAN se prolongó durante 12 días, plazo llamativo ahora que el Convenio de Amistad, Defensa y Cooperación acaba de ser aprobado en las Cámaras sin debate, por procedimiento de urgencia. Pérez-Llorca abona en la cuenta del despiste de Haig aquella reacción primera ante el 23-F como "asunto interno" y considera que desde entonces quedó obligado a levantar esa frase mostrándose como interlocutor favorable.

El último ex ministro centrista de Exteriores indica las diferencias y descoordinaciones perceptibles entre el Departamento de Estado, el Pentágono y los asesores de la Casa Blanca, que arbitraron varias veces durante su etapa en favor de los primeros, más sensibles a los argumentos españoles. Pérez-Llorca estima que cualquier Gobierno en Madrid debe cuidar el Capitolio. En cuanto a Reagan, con quien se entrevistó dos veces siendo ministro, recordó que tiene una visión de España prendida de sus antiguos viajes y que le dio la impresión de haber leído, previamente a las conversaciones, los papeles detallados de sus asesores. En la entrevista con el Rey, Reagan apareció menos solemne y más propenso a las referencias de su juventud californiana como actor. Pérez-Llorca percibió también el interés americano por el ingreso de España en la CEE y por las relaciones Madrid-Rabat, y está convencido de que un diálogo especial Madrid-Washington sobre Latinoamérica restaría fuerza a las posibilidades españolas en el subcontinente.

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