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El triunfo repetido de Amedeo Modigliani

En los 15 días que lleva abierta la exposición antológica de Amedeo Modigliani en la Caja de Pensiones de Madrid 70.000 personas han visitado ya esta muestra que previamente se exhibió en Barcelona. Se trata de la exposición que más interés ha suscitado en el público de todas las que hasta ahora ha organizado la Caja de Pensiones. Diversas entidades italianas han solicitado el traslado de esta muestra al país natal de Modigliani (Livorno 1884-París 1920). Los más de cien óleos, técnicas mixtas, acuarelas y dibujos que corresponden a diversas etapas pueden verse todavía hasta el 3 de julio en el Paseo de la Castellana, 51. Este número de obras se considera excepcional para un país como España donde apenas existen obras de Modigliani.

Un año antes de que se conmemore el centenario del nacimiento del artista, acaecido en 1884 la presente exposición no puede llegarnos en mejor momento. Pero, al elogiar la oportunidad de esta iniciativa, no quiero resaltar sólo el acierto de adelanr tarnos por una vez a las efemérides del calendario, aunque ciertamente puede que haya sido la primera ocasión en que esto ocurre por aquí, sino también el que los organizadores hayan demostrado la sensibilidad necesaria para comprender que en estos momentos se asiste a una reconsideración crítica del valor de Modigliani, circunstancia que se inició en 1958 a través de la gran retrospectiva de Milán, pero que no alcanzó su punto álgido hasta la muy reciente de París, en 1981.Revisión de Modigliani

Artista legendario y, tras su trágica muerte, aceptado incluso por ese público que se solía reír de la vanguardia, quizá se estén preguntando qué es lo que, en los últimos tiempos, había que revisar críticamente de Modigliani. Voy a intentar explicarlo con dos palabras: este italiano de raza hebrea, muerto en plena juventud, en 1920, cuando sólo contaba 35 años de edad, encarnaba como nadie la leyenda romántica del artista bohemio perseguido por un destino trágico; más aún: habiendo madurado su estilo en el período poscubista de retorno al clasicismo, se utilizó su elegante y sintética concepción de la figura como signo de un modernismo apaciguado y ecléctico o, por decirlo de una vez, se le utilizó aviesamente contra los considerados excesos del espíritu de vanguardia. De esta manera se llegó a transformar su accidentada biografía en un folletín melodramático lleno de arbitrarias exageraciones y puras falsedades, a la vez que se edulcoraba hasta la caricatura la significación de su arte.

Hoy, sin embargo, nos importan mucho menos las anécdotas de su vida y mucho más la interpretación correcta de su estilo, que, sin duda, fue uno de los más interesantes entre los producidos en aquella dorada época de Montmartre, fundamento de casi todos los ismos de la vanguardia histórica y caldo de cultivo de la llamada Escuela de París. Allí llegó, procedente de Italia, Amedeo Modigliani, en el año 1906, fecha histórica en la que muere Cézanne, el autor que servirá de referencia fundamental para el naciente cubismo.

Fascinación por Picasso

Entre los cenáculos y grupúsculos de entonces, frecuentados todos por Modigliani, este italiano, formado en el clasicismo de su patria, pero de corazón romántico, advierte una línea que le atrae particularmente y que se decanta, sin olvidar nunca la apasionada fascinación ante el monstruo de Picasso, a través de Brancusi y Matisse. Con el excepcional sentido volumétrico del primero y el finealismo sintético del segundo, Modigliani elabora sus retratos inigualables, una mezcla de sutil construcción melódica en el trazo de la figura y no poco pathos de romanticismo septentrional en su concepción sentimental.

En cualquier caso, si valoramos la presente muestra por su contribución a la revisión crítica del arte de Modigliani, además de otras consideraciones más coyunturales sobre la importancia que posee para nuestro país la presencia de cualquier maestro de la vanguardia histórica, invisibles en nuestros museos, he de destacar una nada desdeñable colección de dibujos que constituyen la clave del salto cualitativo que dio este artista a comienzos de la segunda década del siglo, así como algunos de sus retratos más célebres, como los de M. Kisling, Max Jacob, Paul Guillaume, P. Krémegne, la Mujer de los ojos azules, etcétera.

Obras de la época italiana

Están también algunas de las primeras obras de la época italiana, desconocidas hasta hacérelativamente poco, junto con series tan trascendentales como las de las Cariátides.

En definitiva: un muestrario extraordinariamente útil y didáctico, aunque no me extrañará que aparezca más de uno queriendo buscarle tres pies al gato y reclamando insensatamente ausencias. Claro que esta exposición no es igual que la de 1981 de París y que, puestos a soñar con imposibles, se podría haber reclamado, por ejemplo, algunas esculturas de Modigliani, pero, por el momento, me parece mejor sacarle partido a lo que tenemos delante, que es dignísimo y que no dudo que satisfará las mejores expectativas del público de nuestra ciudad.

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