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Reportaje:El rearme japonés y los planes de Nakasone / y 2

El empresariado nipón, deseoso de encontrar nuevos mercados, secunda la política armamentista del primer ministro

En enero de 1983 Yasuhiro Nakasone obtuvo una resonante victoria al conseguir el consentimiento del Parlamento para la exportación legal de tecnología militar. El campo de actividad lo forman los aviones, la tecnología compleja, incluidos misiles y diversas armas pesadas. La JDA ha iniciado la fabricación -según la Far Eastem Economic Review- de un misil aire-tierra, el ASM 1, que dicen superior al Exocet, vedette francesa de la guerra de las Malvinas. Lo fabrica, cómo no, la Mitsubishi Heavy Industries. Una filial, la Mitsubishi Electric, fabrica radares. Y la NEC, sistemas de navegación inercial. En caso de colaboración tecnológica, los gastos se repartirían entre Estados Unidos y Japón. Para evitar problemas con aquellos que rechazan el rearme, los planes y presupuestos son secretos o se camuflan, y no siempre se hace público el monto de las exportaciones militares a Estados Unidos.Todo está, obviamente, es utilizado como caballo de batalla por la oposición a Nakasone, que incluye izquierdistas, antibelicistas, neutralistas, cristianos, budistas y otros. Ninguno de estos grupos quiere "meter a Japón en el juego de las superpotencias". "Hasta ahora", añaden, "iba todo bien así", y prefieren "seguir 10-20 años más dependiendo de Estados Unidos para nuestra defensa". No desean padecer una guerra nuclear -para los japoneses sería la segunda...-. "Permaneciendo desarmados", concluyen, "en caso de guerra nuclear, podría llegarse" quizá a una paz separada con la URSS".

Oposición

El Partido Socialista japonés acepta sólo un minirrearme. El Partido Comunista rechaza cualquier rearme para no alterar el equilibrio de la zona.

Un amplio sector de la derecha cree también que con él aumentaría la tensión, aparte de que "la instalación de aviones en la base de Misawa violará la prohibición constitucional sobre esfuerzos defensivos colectivos". Una encuesta (1198 1) realizada por el diario Mainichi Shimbun mostraba que una mayoría de japoneses era favorable al mantenimiento de la fuerza de autodefensa, pero no a su incremento, y contraria a modificar el famoso artículo 9 de la Constitución.

La mayoría de la oposición desea que se mantenga el 1% del PNB como tope para el presupuesto de defensa -que habitualmente oscila entre un 0,90% y un 0,98%-. Aunque sabe que este límite no es real. Existe un presupuesto de defensa oculto, que no se incluye como tal en las estadísticas: pensiones de la fuerza de autodefensa (1,6%), compras de armamento ya programadas con créditos fuera del presupuesto, gasto de tecnología militar (gasto directo, 2,5%; ¿y el indirecto?), etcétera.

La oposición de izquierda critica además el cambio cualitativo en la apreciación oficial de la reciente historia, en concreto, del régimen imperial y de la segunda guerra mundial, y de los criminales de guerra. Estos últimos son objeto de homenajes secretos Y de recordatorios indulgentes. Se revisa con sumo cuidado la historia de los textos escolares, en los que se vuelve a hablar de las "glorias del Imperio", de "héroes del pasado", de "tierras japonesas irredentas" (cuya enumeración no se limita a las Kuriles, sino que incluye a la mitad sur de Sajalin y a "tierras colonizadas por los japoneses durante su expansión").

Por si fuera poco, el Libro blanco de la defensa, publicación oficial de 1982, despide un tufillo nostálgico e incita al rearme para "escapar al cerco alrededor del archipiélago" nipón. Todo ello ha envenenado ulteriormente la polémica y la ha ideologizado. Sea como sea, Nakasone y su Gobierno han decidido ya rearmar a Japón.

El rearme, continúa la oposición, puedé acabar con la política de buena vecindad con los países de Asia oriental y del Pacífico, la oficial hasta ahora, y que tan pingües beneficios económicos ha proporcionado a los capitalistas.

Nakasone y Estados Unidos están dando garantías a los amigos de Asia de que el rearme en cuestión es puramente defensivo y obligado más por la pertenencia de Japón a Occidente que por renovadas veleidades expansivas o revanchistas. Japón dice que no quiere amen azar a nadie, ni siquiera a los países izquierdistas del área, pero el superrearme está dirigido en buena medida, también, hacia (por no decir contra) ellos, y lo saben. Tampoco dice querer amenazar a los países de la lejana Oceanía, en particular a Australia y a Papúa-Nueva Guinea y a algún que otro mini-Estado del Pacífico.

Recuerdo del expansionismo

Todos, sin embargo, quién más quién menos, temen y no las tienen todas consigo. Recuerdan con aprensión el expansionismo colonial y militar japonés de 1900 a 1945, el cual, bajo el pretexto del panasiatismo y del proyecto integrador de la fascista Esfera de Coprosperidad, incluyó en ella, de grado o por fuerza, a media Asia oriental y a toda Micronesia.

Los miembros de la Asociación de Países del Sureste Asiático (ASEAN), hoy bajo el ala de Estados Unidos, no quieren en absoluto ser protegidos por Japón, "el futuro Israel de Asia", según la dura expresión de un periodista malayo. Por eso, después de la retirada norteamericana de Indochina (1973), Filipinas e Indonesia buscaron alguna forma de autonomía militar, y hoy aspiran a evitar caer en el radio de acción militar japonés, aunque hace tiempo que cayeron en el económico. Ninguno de estos países sabe muy bien qué significa defensivo y ofensivo en boca de los japoneses que antaño los satelizaron.

También el Pacífico teme el rearme japonés. Australia y Nueva Zelanda son aliadas de Estados Unidos y, por tanto, de Japón, en su región. Pero nadie ha olvidado los terrores colectivos australianos durante la última guerra mundial ante una eventual invasión japonesa (que nunca llegó a producirse). Y hoy todos saben lo dura que es la competencia económica de Japón, a la que no pueden hacer frente como quisieran.

El absorbente capitalismo nipón controla, por ejemplo, más del 60% de las inversiones extranjeras de la mayoría de los países asiáticos y oceanianos; neocolóniza, junto a Australia, Estados Unidos y Nueva Zelanda, todo hay que decirlo, a la mayor parte de los mini-Estados insulares del Pacífico; penetra por todas partes, incluso en las posesiones francesas de Melanesia y Polinesia, incluso en las estadounidenses de Micronesia, y hasta en Siberia.

El nuevo Gobierno laborista australiano no es el más indicado para aceptar ahora lo que su muy conservador antecesor no aceptó: el superrearme japonés. ¿Qué sucederá -se preguntan los 15 millones largos de australianos- cuando Japón se convierta, además, en una potencia militar de 117 millones de habitantes?

"El más firme aliado"

¿Y los europeos? La proposición estadounidense a sus aliados de la OTAN ha sido rechazada por ahora. Los europeos, que ya soportan la invasión comercial japonesa, ven con menor indiferencia de la que muestran el rearme japonés. En todo caso, lo consideran útil tan sólo para Asia. "Por principio, no deseamos que Japón", remachan los franceses, coreados por los germanoccidentales, "forme parte de una organización defensiva euroatlántica (la OTAN). Ese país debe formar parte de organizaciones defensivas regionales de su área, sin menoscabo de que consideremos a Japón como el más firme aliado de Occidente en Asia".

Ahora, a los casi 40 años del fin de la segunda guerra mundial, Japón, que dice haber olvidado su pasado y encarar sólo el futuro, parece recuperarlo, pese a la oposición desde el interior: el llamamiento más dramático ha sido recientemente el de los supervivientes atomizados de Hiroshima y Nagasaki y el de los kamikazes que quedaron con vida, que se oponen hoy al rearme y, a la nuclearización.

Japón es un gigante con una sólida tradición imperialista, con un formidable poderío económico, con una clase empresarial (los keidanren) autoritaria y sin escrúpulos, uno de cuyos portavoces, Nakasone, lleva ahora las riendas del poder. Como hace 40 o 50 años, los zaibatsu, o monopolios financiero-industriales que, pese a ciertas opiniones, sobrevivieron a la guerra y a la derrota y que, modernizados hoy, sin haber variado muchas de sus metas ni de sus enemigos, parecen querer volver a llevar a los baqueteados japoneses, entre otras cosas, a través del rearme, por caminos quizá económicamente prometedores, pero éticamene discutibles y de futuro incierto.

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