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Malasaña, aún

Uno lo ha dicho siempre, y ahora, cuando Malasaña ya ni se lleva, cuando es un tropo para turistas de provincias, Andrés Manzano, de este periódico, informa oportunamente de la realidad de la verdad de la vida. Malasaña, expropiada.Los desahucios afectan principalmente a personas ancianas y familias sin recursos económicos. Hace mucho que las inmobiliarias estaban al toro de Malasaña, para construir en un triángulo de Madrid (el triángulo, qué gran idea de Isósceles, como hubiera dicho, quizá, Woody Allen) su Manhattan macarra de rascacielos cortos y teléfonos de góndola, que es el teléfono romántico para hablar desde la oficina con la cabecita loca, boquita pintada o corazón solitario a veinte talegos la compañía. La Asociación de Vecinos de Malasaña denuncia los intentos de expulsar a los residentes del barrio. Pues claro. Uno lo tiene muy dicho. Lo que pasa es que entre el Chirico inmobiliario y el Gutiérrez Solana matritense, se había cruzado, de pronto, la hermosa basca, la guapa/fea gente joven, el pasotismo ilustrado, el acratismo filarmónico y la alternancia Mahler/Concha Piquer. Ni los pobres ni los ricos contaban con la cultura, que es una cosa que siempre anda por en medio, mareando. El librero de la esquina de la plaza es uno que hace veinte años andaba por París ligando jais. Si lo tendré yo visto. Entre jai y jai, se orientaba de lo que vendían en las orillas del Sena, y así es como ha puesto una librería por su sitio. Ahora que Malasaña ya no se lleva, ay, ahora que Malasaña está pasé, las viejas que vivían del papel de viudas, o sea bonos del Estado, que siempre es una seguridad, se enteran de que aquellas minifarderas y aquellos barbados/barbudos les estaban salvando, como sin querer, de la inmobiliaria y la residencia de ancianos Francisco Franco, ahí por Las Matas, que tampoco dan mala sopa.

Yo estuve alguna vez en aquel cementerio de vivos con el genial/ virginal pintor Eduardo Roldán, hasta que murió su santa madre, que luego, por las noches, le daba con los nudillos en el cristal. Yo de las madres, Eduardo, es que me lo creo todo. La Asociación de Vecinos de Malasaña ha iniciado una campaña de resistencia y movilización ciudadana ante lo que califica como nueva táctica de las inmobiliarias para expulsar a los vecinos de varios inmuebles, declarados en ruina por corporaciones anteriores, o sea, aquel alcalde de las voladuras controladas, que iba a todas partes con el aparato de apretar/explosionar, incluso a las galas de El Pardo. La máquina de explotar cosas y casas era para él como el violín para Yehudi Menuhin, un instrumento inseparable. Llegó a ser un virtuoso de las voladuras. Las "huestes de esbeltas fuerzas" parafascistas, tan ajenas al verso de Jorge Guillén, bajaban periódicamente a Malasaña, por las calles Ruiz, Palma y otras, en plan sislero, y una noche tuve que salir yo, a toda aspirina, de un bar de por allí, ante el cachondeíto fino y ominoso de los siete primos Heredia/Benamejí del COU retrofranquista. Otra noche, en cambio, estuve pegando carteles para un concierto, con los chelis y Ana Dexeus, buida y bellísima catalana que vivía en el Palace. Lo dice, en la información de Manzano, el vocal de la Asociación, señor Serrano:

-Si no conseguimos frenar ese deshaucio, habrá una avalancha de nuevos casos.

Casas declaradas en ruina han dejado espacio a edificaciones modernas -y horribles- que interrumpen el discurso arquitectónico del barrio. El pólipo crece y se extiende. El pasotismo, que quería passar de todo y no servir para nada, ha servido, irónicamente, para salvar un bajomadrid insalvable.

Ahora que Malasaña comienza a estar out, se plantea una guerra de invasores contra bordadoras, como Clara del Rey y la propia Manolita Malasaña. La plaza del Dos de Mayo es hoy otro 2 de mayo (1808).

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