Tras la expansión industrial, la crisis
Rumania se enfrenta a su más grave crisis económica después de un decenio de auge y expansión industrial. El crecimiento récord ha dado paso a una ralentización industrial y a que los suministros a la población sean, cuando menos, muy deficientes. A la crisis económica, generada por el crecimiento de los precios de los productos petrolíferos, el Gobierno responde intentando corregir el fracaso de su planificación e introduciendo ciertas formas de reprivatización. Un enviado especial de EL PAIS visitó recientemente este país sumido en una crisis difícil de disimular pese a los comentarios oficiales.
Nicolae Ceaucescu, presidente y venerado líder rumano, anunció el año pasado que su país podría catalogarse en 1990 como un "socialismo desarrollado". Tales expectativas decrecen a pasos agigantados. Un simple vistazo a las tiendas del Centro de Bucarest, las que teóricamente deben estar mejor surtidas, demuestra las insuficiencias de la oferta, lo que para los rumanos es un mal endémico.Naturalmente, la versión oficial tiene unos tintes francamente optimistas. Así, Teodor Marian, director general del Ministerio de Agricultura, reconoció que "la mercancía existe, pero nos enfrentamos a problemas de distribución".
Hay, sin lugar a dudas, un vicio extendido en una sociedad de carestía, como es el acaparamiento. Para Marian el tema tiene una explicación sencilla: "Es la reacción lógica del pueblo, porque los productos que se acaparan tienen unos precios asequibles".
Es una parte de la verdad. Ante las deficiencias en los suministros, el ciudadano, que efectivamente dispone de dinero porque hay escasos bienes para comprar, acapara cualquier producto que se pone a la venta, para después someterlo a una subeconomía a base de trueque con sus vecinos. Nadie sabe si mañana habrá café, huevos o carne.
Una productividad privada
El campo rumano está colectivizado en el 90%. Tan sólo hay agricultura privada en zonas montañosas al norte del país y en parcelas privadas de cooperativistas, que, pese a tener la peor tierra para el cultivo, proporcionan una alta rentabilidad en la producción alimentaria global.
Con ese exigüo porcentaje de tierra, los pequeños lotes privados suministran, de acuerdo con datos oficiales proporcionados en el Ministerio de Agricultura, el 14% de la producción de carne del país, el 18% de leche y el 17% de frutos. Otras fuentes hablan de que el 5% de la tierra (las pequeñas parcelas) suministran al país cerca del 40% de los vegetales frescos.
Pese a la demostración palpable de la mayor rentabilidad en las pequeñas propiedades privadas, las autoridades de Bucarest aún no se han planteado la extensión de las zonas personales de cultivo, limitadas ahora a 15 hectáreas por persona.
Desde el momento en que los agricultores pueden optar por vender libremente sus productos en los mercados, a la manera de los koljozi rusos, o pactar el precio con el Estado, entra en juego la picaresca nacional con la desviación de los bienes estatales hacia la pequeña propiedad privada. Se usan tractores de la cooperativa en las propiedades privadas, se restan horas de trabajo a la cooperativa se quitan los abonos y fertilizantes destinados a la propiedad estatal.
De todas formas, y de acuerdo con informaciones no oficiales rumanas, la situación alimenticia en el campo es calamitosa y hay establecidos ciertos controles policiales a la salida de las grandes ciudades para fiscalizar los productos comprados por los habitantes de las provincias.
Aunque el sistema de cooperativismo fue introducido en Rumania en 1949 y culminó en 1963, los nuevos métodos de cierta reprivatización están calcados del modelo húngaro.
Crecimiento industrial
En los últimos 10 años Rumanía se puso a la cabeza del crecimiento industrial en la Europa del Este y se colocó entre los primeros de los países occidentales.
Sin embargo, ahora que ha llegado la época de las vacas flacas, el país tiene que hacer frente a una crisis de grandes proporciones ante la baja productividad y la creación de productos que no se pueden vender. Así se sigue produciendo acero, por ejemplo, en cantidades tales que no pueden ser absorbidas ni por el mercado interno ni por el exterior.
Hay un cierto paralelismo entre Rumania y Polonia, dejando al margen la cuestión política, donde las diferencias son notorias. El Gobierno de Bucarest se encuentra con una deuda exterior cercana a los 10.000 millones de dólares, según Constantin Parvutoiu, director general del Ministerio de Comercio Exterior. La cifra es reconocida como aproximada por técnicos occidentales.
Parvutoiu mantiene que hay un dinamismo en la producción, lo que provoca el optimismo en los acreedores occidentales. Sin embargo, la situación real es muy distinta. Empresas alemanas, inglesas e incluso españolas mantienen pendientes contenciosos con Bucarest por el difícil cobro de sus exportaciones.
En el mismo Ministerio de Comercio Exterior se desconocía la cifra del Producto Nacional Bruto (sic). En plena crisis, la preocupación mayor del Gobierno rumano es limitar las importaciones y acelerar sus pagos al exterior en base a compensaciones, pero las deficiencias en el acabado de los productos suponen una limitación. Según datos oficiales, hay reclamaciones en el 12% de los productos siderúrgicos, el 10% en alimentación y el 4% en automóviles y maquinaria.
Es en la alta y desarrollada industria petroquímica en la que los productos rumanos son altamente competitivos, incluso en Occidente. Pero, la crisis energética obliga a un replanteamiento y hay en fase de construcción tres centrales nucleares, con ayuda canadiense y soviética.
Hay algo hasta cierto punto inexplicable. Siendo Rumanía un país productor de petróleo, con una extracción anual de 12.000 millones de toneladas y la pretensión de alcanzar en 1985 los 15.000 millones, el consumo de gasolina está racionado -riguroso control de salida de vehículos los domingos según su matrícula par o impar- y, en ciertas partes del país, simplemente no hay combustible. En gasolineras del oeste de Rumanía, los automovilistas hacen cola durante horas, y a veces días.
Todas estas dificultades han traspasado la frontera rumana y hay determinados obstáculos en el seno del Comecon (Mercado Común del Este). El deseo de Ceaucescu es conseguir una cumbre comercial que solvente los problemas entre aliados políticos y comerciales, "porque hay dificultades", aseguró Mihai Enescu, encargado de las relaciones con el Comecon.
Aun recalcando que los aliados del Comecon no han utilizado las transacciones comerciales como arma política contra Rumanía, subsisten ciertos "problemas políticos" y al propio Enescu le cuesta trabajo convencer de que los países con cierta preparación tecnológica en la órbita socialista -URSS y Checoslovaquia- no se han negado alguna vez a compartir tal tecnología con los rumanos por motivos políticos.
Dificultades con España
Marin Stanescu, encargado de las relaciones con España en el Ministerio de Asuntos Exteriores, afirmó que las "relaciones entre ambos países son buenas y podrían ser mejores". Tanto en el ministerio, como en círculo periodísticos rumanos, se insiste en la eventual visita del rey de España, Juan Carlos I, a Bucarest este año.
Fuentes oficiales españolas mantienen una opinión muy feservada sobre la conveniencia, por motivos políticos, de tal viaje, amén de que el comercio hispano-rumano se encuentra estancado, producto de la crisis rumana y las dificultades para pagar a los acreedores españoles.
Stanescu declaró que "no ocultamos que, en su día, rechazamos el ingreso español en la OTAN, y la congelación actual nos parece un acto de reflexión, porque hoy no hay bloques rígidos y todo lo que puede servir a una política más autónoma de bloques sirve al propio país".
Para Parvutoiu, la deuda rumana con España asciende a cinco millones de dólares y "en pocas semanas estará liquidada". Aseguró que las posibilidades de un intercambio en el sector metalúrgico pueden aumentarse, aunque la queja -al igual que con otros países occidentales- es que España haya restringido el número de exportaciones. Fuentes solventes españolas comentaron que el problema radica en los comerciantes privados españoles, acreedores de empresas rumanas por cantidades entre 10.000 y 20.000 dólares.
Ante tales perspectivas, los planes de socialismo desarrollado enunciados por Ceaucescu parecen desvanecerse conforme pasan los meses. El quinquenio 1981-85 será "el de la eficiencia y la calidad", según Georghe Alboiu, encargado de cuestiones económicas en los sindicatos oficiales. Para ello, se han introducido mecanismos que aportan ganancias individuales según el trabajo realizado.
Cuando se llega al ecuador del plan, el ambiente en la calle no parece entusiasmado por los incentivos, que se introducen lentamente. El lei, moneda nacional (unas 11 pesetas), se cotiza en el mercado negro -esto es, en tiendas, bares y en la misma calle- a cinco veces el precio oficial.
La dura situación económica tiene una prolongación en una presión política. Stanescu lo razonó así: "Ante las dificultades de abastecimiento es obligado tener decisiones duras".
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