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El rito primaveral de Hollywood

Pocas cosas son tan tradicionales en la vida norteamericana como el rito primaveral que premia anualmente la mejor película, el mejor director, los mejores actores y un sinfin de mejores que van de la música a la fotografía, pasando por los efectos especiales o los guiones, de una de las industrias más florecientes de la sociedad americana: el cine.Hollywood, con sus mitos y realidades, prepara la fiesta con detalle y exporta el show, vía satélite, a unos 500 millones de telespectadores repartidos en el mundo entero. Así, en directo, ante la pequeña pantalla, los clientes de Hollywood podrán participar todos en el festejo de un arte como el cine, capaz de divertir o de aburrir, de hacer reír o llorar.

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Todo listo para la fiesta de los 'oscars'

Unos pocos privilegiados, teóricamente los mejores del último año en el mundo cinematográfico, podrán alzar ante las cámaras, entre esmóquines y collares, la mítica estatuilla de 30 centímetros chapada en oro, símbolo de la culminación de una carrera o la confirmación de anteriores éxitos compensados ya con oscars. Habrá chistes, respetando la tradición americana que obliga siempre a contar algo gracioso en todo acto social. Una tradición que el ex actor Reagan, convertido hoy en Presidente de los Estados Unidos, no ha perdido en sus conferencias de Prensa. Habrá risas y lágrimas en la noche hollywoodiana.

Los sesudos miembros de la academia que seleccionan cinco candidatos para cada oscar y que votan, finalmente, al ganador habrán cumplido ritualmente un año más con su obligación. Entre bastidores, los productores premiados se frotarán las manos por los pingües beneficios suplementarios que supone para un filme, en general, la distinción del Oscar. Los actores afortunados podrán olvidar que la estatuilla es sólo chapada en oro de pocos quilates, por un valor no superior a los cien dólares, porque el símbolo del oscar será recompensado con nuevos papeles pagados en millones de dólares. Para todos, los participantes en directo en la fiesta y los que la reciban enlatada, la noche de los oscars habrá servido para evadir durante unas horas la realidad, no siempre cinematográfica, de la vida cotidiana.

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